De profesión: Liberal-opresora

Flory Fernández Castro

La igualdad y libertad de la mujer no es sólo una cuestión de sexos, como tampoco lo es de etimología o gramática.

No puede ser que la histórica lucha de la mujer por la igualdad se convierta en esclavitud para sus semejantes.

Como en toda celebración existe el lado oscuro de esa “decorada” igualdad de la mujer, donde en determinados status sociales acaba convirtiéndose en un antifaz impuesto para no ver la falta de compromiso con las obligaciones personales que uno va adquiriendo por sí mismo y que va cargando sobre los hombros de los demás, generalmente sobre los hombros de otra mujer.

Un mal tan generalizado en nuestra sociedad en la que toda una generación se ha convertido en esclava primero de sus “adquisiciones” propias: pareja, hijos, casa, trabajo, etc. y posteriormente de las cargas de sus hijos: nietos, casa, hipoteca, coche...para que ellos puedan flamantemente presumir de lo que no tienen. Lo triste no es sólo el espejismo de este oasis en el desierto de la apariencia...sino, que lo es, el que la mayoría de veces es la mujer la que es opresora de otra mujer.

Si a eso le llamamos progreso en igualdad estaremos confundiendo los términos.

La igualdad y libertad de la mujer no es real cuando la canguro o la “criada” es otra mujer sin las condiciones que se reivindican para sí misma, ni lo es cuando se recurre a la madre o a la suegra para el descanso de los compromisos adquiridos y no asumidos, sin ser consecuentes.

Trabajar fuera de casa ambos miembros de la pareja, en muchos casos sería imposible de no existir- que generalmente no existe- un compromiso por ambas partes en lo que son las obligaciones adquiridas con el consentimiento y compromiso mutuo y la colaboración para la existencia de esa igualdad.

Compromiso que no existe y que se oculta haciendo que esas obligaciones y responsabilidades sean la imposición y opresión a otras mujeres.

Esas mujeres valientes y calladas permiten en muchos casos un espejismo de la realidad de muchos hogares en los que los compromisos y la “necesidad” de trabajar los componen única y finalmente la hipoteca, el gimnasio, el disfrute del fin de semana en pareja a fuerza de oprimir a otra mujer.

Regurgitar palabras de libertad e igualdad sin exigir lo mismo para nuestras semejantes es el mal de una sociedad sobrada de teoría y reivindicación y enfermiza en la práctica.

Flory Fernández Castro

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