'Un bien por la humanidad'

El 12 de mayo de 2014 se produjo en León uno de los crímenes más insólitos acontecido en España en estos últimos años: el asesinato de Isabel Carrasco, una mujer dedicada en cuerpo y alma a la política, presidenta de la Diputación, mientras cruzaba la pasarela sobre el río Bernesga que la separaba de la sede del Partido Popular. Lo insólito del crimen fue su naturaleza: una ejecución por la espalda a un político español sin ser obra de un grupo terrorista es ya de por sí excepcional, pero que esa ejecución fría y despiadada fuese por mano de una mujer lo convierte en único. Tres tiros, uno en el corazón, el que la abatió, los otros dos en la mejilla y la cabeza, para rematarla sin piedad en el suelo, como si la mano de María Montserrat González, principal acusada, perteneciese a un sicario entrenado y no a una leonesa de 60 años, esposa de un inspector de policía y cuya única obsesión en la vida era proteger y guiar a su hija, Triana. La niña de sus ojos.
“La mala hierba debe cortarse”, afirmó María Montserrat con la mirada fría y el corazón helado, convertida en implacable ejecutora de Carrasco para “hacer justicia”, para logar reestablecer el equilibrio en su alma atormentada. Para vengar las continuas afrentas que destrozaron la carrera y la vida de Triana. ¿La culpa de Isabel Carrasco? Según ambas, la política leonesa no tuvo remordimientos a la hora de despojar a Triana de una plaza que “todo el mundo sabía era para ella”, impedir que tomase posesión como edil de Astorga, agobiarla con continuas inspecciones de Hacienda, señalarla como maldita a la hora de conseguir trabajo... en suma: aducen un acoso sostenido y con saña que una y otra vez logró impedir que la joven medrase en la vida como lo merecía. Una madre no puede consentir eso, una madre para la que su hija lo era todo... una madre que reaccionó como una loba, como un personaje mitológico. Todo para la niña, único motivo y fin de la vida de una madre. Su hija. Una simbiosis insana que en vez de madre e hija las convertía en íntimas amigas e inseparables en su motivación implacable.
Esa obsesión llevó a María Montserrat a convertir su vida en la de una vengadora. Consiguió un revolver con el número de serie borrado, sin duda hizo prácticas de tiro en secreto. Decidió seguir, vigilar las rutinas de Isabel Carrasco, buscar la oportunidad. Triana, incluso, intentó alquilar un garaje en la calle en donde vivía Isabel Carrasco, pero no fue capaz.
Es raro que las mujeres maten con armas de fuego en nuestro país, mucho más raro que ejecuten por la espalda. Matar no es fácil por lo general, pero si tienes la oportunidad de matar fácilmente, encuentras otro escollo: que no te pillen.
Por lo general, es raro que las mujeres maten con armas de fuego en nuestro país, mucho más raro que ejecuten por la espalda. Matar no es fácil por lo general, pero si tienes la oportunidad de matar fácilmente, encuentras otro escollo: que no te pillen. Eso es lo complicado. Y a María Montserrat la pillaron con las manos en la masa, a pesar del cuidado que mostró a la hora de tapar su rostro con un pañuelo, el pelo con una visera, los guantes y las gafas de sol, un disfraz, casi una caricatura del terrorista prototipo. La reconocieron, mientras huía, un policía nacional jubilado y su esposa, y ahí empezó una serie de acontecimientos que llevaron a la detención de las dos mujeres, y luego, de una tercera, la policía local Raquel Gago, íntima amiga de Triana y también acusada de complicidad en el crimen por estar el arma del crimen en su poder, en un bolso que hacía meses le había prestado Triana. Un crimen rocambolesco en el que, curiosamente, todos los participantes, tanto la víctima como las acusadas, son mujeres.
¿Qué lleva a María Monstserrat, con su vida acomodada en una apacible ciudad, casada con un alto cargo de la policía, a convertirse en una ejecutora, en una vengadora digna de un relato de novela negra americana?
El amor materno convertido en enfermedad.
La pulsión humana más descarnada, la obsesión más terrible, la de la madre protectora, asfixiante, la figura que lo domina todo, que no permite a su cachorro crecer ni desarrollarse con libertad, la que guía con mano férrea los destinos de la hija, su proyección, su creación, su otro yo, lo que ella hubiese querido ser y proyecta. Mamá gallina, destrozada, desesperada, contempla a Triana perdida en su amargura, incapaz de alcanzar los designios gloriosos laborales y personales a los que estaba destinada por su progenitora. En su mente enfebrecida tan solo había un obstáculo entre ellas y la felicidad: Isabel. La encarnación del mal. El demonio que acosaba a la débil doncella. Isabel tiene que morir. Es de justicia. Hay que restablecer el equilibrio. La infamia ha de ser restaurada. Triana es absorbida en esa espiral de odio, no puede detener la mano vengadora, manda su madre, siempre lo ha hecho, es férreo su control, indomable su determinación. Nadie podrá parar la fuerza que nace del odio. Montserrat solo respira para que Isabel Carrasco deje de respirar, es su misión sagrada en la vida. Ella se ve como la heroína que hará lo que todos quieren hacer, la única con el suficiente arrojo. Sobre todo llama la atención la frialdad de sus palabras: «Era necesario que muriese. La mala hierba debe cortarse. Solo he hecho un bien por la humanidad». Una vez cometido el acto execrable, podrá dormir al fin tranquila después de cuatro años.
Este lunes 18 de enero comenzará en la Audiencia Provincial de León el juicio contra las tres acusadas. El fiscal pide 23 años de prisión y 25 de alejamiento. Concluirá el 17 de febrero. Al fin se hará justicia, pero justicia de verdad. Sin embargo, en la mente de María Montserrat, su justicia se hizo en la pasarela sobre el río Bernesga, una aciaga tarde de mayo de 2014, cuando su mano descerrajó tres disparos por la espalda sobre el cuerpo de una mujer dedicada en cuerpo y alma a la política.
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Nieves Abarca es la coautora junto al prestigioso criminólogo Vicente Garrido de los libros 'Crímenes Exquisitos', 'Martyrium' y 'El hombre de la máscara de espejos' (en la que Ponferrada es uno de los escenarios de la trama