De Caracas a Rioscuro: una odisea de supervivencia y retorno a las raíces

Antonio Felipe y su hijo Jorge en su nueva casa en Rioscuro de Laciana.

Luis Álvarez

Antonio Felipe Holgado Argüelles abandonó España con sus padres y sus abuelos a los 14 años, en 1946, residiendo por aquel entonces en Salamanca. Cinco años antes habían dejado su tierra Rioscuro, por problemas políticos y de supervivencia. En su escapada a ninguna parte, sin destino predeterminado se bajaron del barco en el primer puerto que tocó en tierras americanas, en La Guaira en Venezuela, la dársena más cercana a Caracas.

Después de 70 años residiendo y trabajando en Venezuela, de las vicisitudes de la emigración hasta que logró asentarse con un empleo estable y de organizar su vida en condiciones aceptables, Felipe ha vuelto a Laciana. Al otro lado del charcó asistió a la muerte de sus padres, a casarse, tener hijos, nietos, llegar a la edad de jubilación y creer que sus días iban a terminar en su residencia de Isla Margarita.

Todo se trunca y lo que ni siquiera se había imaginado, se produce, regresa a su pueblo de nacimiento a los 84 años, para construir una pequeña casita en la que poder residir con tranquilidad. “Por mucho que le explique no puede entender en lo que se ha convertido vivir en Venezuela”, asegura Antonio Felipe, “vas por la calle y si a alguien le gustan por ejemplo tus zapatos, te pega dos tiros y se los queda, ni te los pide”. Una situación de inseguridad muy grande, según afirma, de turbulencias políticas y dificultades económicas. Terminaron por provocar este éxodo del país, que lo acogió, en el que vivió, prosperó y fue feliz.

En un pequeño terreno, apenas para una huerta, “que me quedó de las propiedades de mis abuelos y padres”, y que no se vendió al lado de la que fuera la casa de la familia, ha construido desde abril una pequeña casita en la que residirá en cuanto remate los detalles que aún faltan para su habitabilidad. “Luego en septiembre, cuando acabe la casa, quiero volver a Venezuela, para liquidar los asuntos y propiedades que ahora han quedado pendientes” y luego “regresar para establecerme aquí de forma definitiva”.

Antonio Felipe vino en abril solo, y el 7 de junio llegó a España uno de sus hijos, Jorge, músico de profesión y que a sus 58 años se quedó sin su trabajo de profesor de música en la escuela Campoalegre de Caracas, perteneciente a la cadena internacional de colegios American International School, “y sin ninguna posibilidad de encontrar un nuevo trabajo”, posiblemente hasta cierren la escuela en septiembre o reduzcan mucho la actividad. El segundo en el éxodo familiar, allá aun queda una hija de Antonio con su esposo y su hijo.

Jorge aprovecha el tiempo de que dispone, mientras busca trabajo, hurgando en sus raíces familiares. Sin conocer esta tierra de sus ancestros, “por ejemplo me sorprendió cuando aquí comí cordero, sabía igual que el que hacía siempre mi abuela”, un sabor que no había vuelto a degustar desde su muerte. Busca en los apellidos las fincas que fueron de su familia en 'Redrueve', observando la casa en que sus abuelos tuvieron una tienda y compaginando estas novedades con las historias “de Villablino y Rioscuro, que me contaban mis abuelos de pequeño”.

Es una forma de llenar aquí el vacío que le ha dejado su marcha de Venezuela, “ya antes de venir, me sentía algo desplazado, toda la gente que conocía, amigos del barrio, de los estudios, del trabajo, fueron marchándose, unos a Madrid, a Barcelona, a Valencia, a Bélgica, a Francia, cada uno a donde conservaba familia o raíces”.

Su viaje en junio ya se complicó mucho, el billete que tenía comprado y pagado con la compañía venezolana Combiasa, lo perdió al quebrar la compañía “y nadie hacerse cargo de la situación”. Con escasez de compañías aéreas que vuelen a Venezuela, finalmente consiguió un vuelo a Panamá, luego otro a La Habana y desde allí a Madrid. Hasta llegar a Laciana, donde recomponer su vida y sus raíces.

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