Un revelado perfecto para cientos de fotos solidarias

Proyecto Fotografía Solidaria

Isabel Rodríguez

Kabarnet, (Kenya). Cinco de la mañana del 15 de octubre. Los 37 niños del orfanato de esta localidad aguardan despiertos y agitados a la familia bañezana que pasará una semana con ellos. Así recuerda Susana González la llegada al lugar para el que durante meses estuvo recaudando dinero mediante la iniciativa Fotografía Solidaria. “En seguida nos cogieron las maletas, nos llevaron a las habitaciones, nos daban unos abrazos y unos besos... solo por ese momento ya mereció la pena todo el esfuerzo que había hecho antes”, confiesa esta fotógrafa leonesa.

Esa madrugada comenzó una intensa experiencia que le cuesta resumir. Es consciente de que no habría sido posible sin la colaboración de todos los que pasaron por su estudio Su Fotografía para realizarse la foto solidaria, los que donaron gorros, mochilas, lápices, calcetines... o los que desinteresadamente hicieron una aportación económica. En unos cuatro meses logró reunir más de 6.400 euros, de los que 3.600 se destinarán a la compra de un solar para la construcción de un comedor social a través de Bamba Project y el resto lo invirtieron en comprar artículos necesarios para el orfanato y para el resto de la comunidad, compuesta por unas 30.000 personas.

Su primera tarea les puso a las pocas horas de su llegada rumbo a otro pueblo, a 40 kilómetros, donde tenían que recoger a un niño de tres meses para trasladarlo al orfanato. Su madre, con problemas mentales y de alcoholismo, lo había llegado a lanzar contra unas piedras. Aquel pequeño quedó bautizado como Manolo y de alguna manera también la madre de Susana, quien desde aquel día se convirtió para todos los niños en 'Mamá Manolo'.

El resto de días repartían el tiempo entre realizar compras y repartir lo adquirido entre la gente de la comunidad. Proveyeron a muchos de ellos, que dormían en el suelo, de camas y colchones. “Llegamos a ver una casa de nueve metros cuadrados en la que dormían siete personas”, asegura Susana. También distribuyeron bolsas de comida entre las casas o adquirieron compresas para las niñas.

Parte del dinero lo emplearon en la asociación de mujeres con SIDA que hay dentro del orfanato. “A cada una le dimos una especie de vale de 30 euros para que eligiesen entre un depósito para sus casas, una cabra o el equivalente en pollos; la mayoría eligió la cabra”. Con la aportación de otra chica, de Huesca, que llegó allí con ellos, muchas de estas mujeres decidieron escolarizar a sus hijos. “En el orfanato intentan escolarizarlos en centros privados ya que en los públicos no cobran y no se molestan; escolarizar a un niño supone en torno a 90 euros al año, pero además debe llevar uniforme obligatorio y cambiar el material dos veces al año”.

Con esto Susana se dio cuenta de la importancia de los apadrinamientos, ya que a través de Bamba Project es posible hacerlo por 6, 8 y 12 euros al mes. Con 12 euros el niño tiene escolarización y uniforme y les dan una comida diaria. “Son tres paquetes de tabaco, cuatro copas, 10 cafés... y que con eso un niño pueda comer cada día y tener una educación es alucinante”.

Cuando Susana se encontró con el que ella había apadrinado meses antes, lo cubrió de besos. “Los niños del orfanato están más acostumbrados a las muestras de cariño pero los de la comunidad no, así que me miraba como si estuviese loca”, rememora. “Luego se puso muy contento y me señalaba diciendo 'Susan, Susan', como si fuese suya”. Ahora intenta que muchos otros sigan su camino. “Ya hemos apadrinado a cuatro niños de una misma familia. El padre está en la cárcel y la madre se fue a vivir con otro hombre, así que los ve solo de vez en cuando. El mayor (14 años) ha construido la casa con sus manos y cuando sale de clase pica piedra para sacar adelante a sus hermanos”.

Detrás de cada rostro, hay una historia impresionante. Como la de una niña a la que su madre dio a luz, metió en una bolsa y tiró a una letrina. Cuando la encontró un hombre, los gusanos habían empezado a comerla por dentro a través del cordón umbilical. Estuvo cinco meses en el hospital y de allí fue trasladada al orfanato. “Ahora tiene 36 hermanos y unos padres que la quieren”, explica en referencia al matrimonio keniano que lo dirige.

Allí son una familia enorme. “Este matrimonio tiene tres hijos y hasta días después no supimos quiénes eran los biológicos porque los tratan a todos igual”, comenta. “No tienen disciplina porque no la necesitan, todos saben lo que tienen que hacer; cuando llegan del cole hacen los deberes; si se duerme el niño de año y medio en el suelo, el de cinco lo recoge y lo mete en la cama; si hay que pelar patatas, se pegan por hacerlo... Me alucinó lo que se quieren entre ellos, no se pelean, no se enfadan y no les riñen porque no es necesario”.

Pero además, están dispuestos a dar todo lo que tienen por poco que sea. Entre el equipaje que llevaron, había cajas de abalorios que los críos gastaron en hacer pulseras para regalárselas de nuevo a ellos. Cuando se acabaron los abalorios, utilizaron los palos de colores de los chupa chups -que también les habían llevado- cortados en trozos.

La vuelta no fue fácil. “Fue horroso porque las niñas mayores -de 13 y 14- estuvieron días llorando. Su idea es volver el próximo año y, por supuesto, continuar recaudando dinero para facilitarles la vida. Ya está pensando en hacer calendarios para Navidad y habrá una exposición con fotografías del viaje para compartir con todo el mundo lo que ella ha disfrutado. Sabe que no son tiempos fáciles, pero se ha dado cuenta de que si ha conseguido tanto respaldo es porque han confiado en ella y en su familia. ”Mucha gente quiere ser solidaria pero no confía porque estamos todos escarmentados“. Y sobre todo ha aprendido una lección de vida. Que es posible ser feliz con nada. ”Y esa es una lección muy importante“.

Etiquetas
stats