La superficie afectada por incendios es muy inferior a la del 2012

Eduardo Margareto / ICAL Detalle de focos de incendios y dispositivos sobre el mapa de Castilla y León en el CAM

Ical

La superficie calcinada por incendios de carácter forestal y rastrojeras ha descendido un 87,1 por ciento en Castilla y León en lo que va de año, lo que convierte 2013, hasta el momento, en uno de los ejercicios con menor presión por el fuego de los últimos años, a falta de los meses de agosto y septiembre, habitualmente importantes por número de incendios.

Así y según fuentes de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente, hasta el 26 de julio se han quemado en la Comunidad 2.574 hectáreas, una cifra muy inferior a la registrada en el mismo periodo de 2013, cuando se alcanzó la friolera de 19.974 hectáreas, cuando aún no se había producido el incendio de Castrocontrigo (León) en el mes de agosto, que acabó con cerca de 13.000 hectáreas.

La superficie arrasada mantuvo la misma tendencia que el número de fuegos, que en estos primeros casi siete meses completos se elevó hasta los 546, un 72,2 por ciento menos que el pasado año, con 1.965.

Por muchos incendios que parezcan, cada uno de ellos pasa por el Centro Autonómico de Mando (CAM), ubicado en el edificio de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente, en Valladolid, desde donde varios operadores y técnicos, algunos de ellos como refuerzo para los meses de verano, coordinan los movimientos de los medios aéreos y terrestres a la hora de atacar la extinción de un fuego en la Comunidad.

Uno de los jefes de jornada, que es rotativo, es Ignacio Molina. Señala que se ha “mejorado mucho la operatividad y los medios en estos años, así como la eficacia, con cuadrillas más profesionales, pero los veranos son lo que son y siempre hay incendios”. Tras 27 años de trabajo y después de haber participado en más de un centenar de incendios de forma presencial, ahora es uno de los responsables del CAM, un cargo que debe lidiar con los fuegos cuando tienen nivel 0 y 1 y que cuya gestión pasa al delegado territorial de cada provincia cuando sube de ese límite, principalmente por afección a vías de comunicación, población o por superficie mayor a 30 hectáreas.

Mónica Sánchez, Angélica Cano, Carmen Álvarez -que mantiene operativo el CAM durante todo el año- y Diego Vázquez de Prada componen los miembros de este centro de operaciones durante una jornada en la que el mapa regional de incendios está muy tranquilo. Un mapa real que preside la sala y que, a través de imanes, permite conocer el estado de cada una de las incidencias que ocurre en ese momento en cualquier parte de la Comunidad, con el envío de los medios oportunos. En el momento de la visita, únicamente hay uno en el sur de Ávila, ya controlado, aunque ya ha calcinado 130 hectáreas de pasto y matorral, y el resto están prácticamente extinguidos.

En época de peligro, el turno se extiende de 7.15 a 23 horas, excepto cuando se mantiene activo algún incendio importante, en el que permanecen también de noche si es necesario.

Sistema informatizado

Ignacio Molina destaca que la presencia del enorme mapa es un aval de garantía para el conocimiento del escenario en cada momento, por si fallara la luz o se registrara una caída de tensión. Y es que toda la información está informatizada a través de tres grandes pantallas y varios ordenadores, a través de los cuales llega la información de los nueve centros provinciales de mando (CPM), los primeros en decidir los movimientos ante un fuego.

Los componentes del CAM pueden saber, gracias a una de las pantallas y en cada actualización, la situación de los incendios y cuando “salta” alguno nuevo desde las provincias. En otra se refleja el estado y ubicación de todos los medios aéreos que trabajan en la Comunidad, cuestión relevante, según Molina, “para poder turnar a los hidroaviones y helicópteros en un incendio, dado que tienen un tiempo determinado de parada”.

En una tercera pantalla, destaca un programa que se adelanta a los movimientos del fuego, con simulaciones desde su origen que se basan en las características del viento, la temperatura del lugar, humedad y otras circunstancias. Con ello, se puede prever por donde transitará el fuego y poder atacarlo con seguridad. Todo ello, acompañado de las primeras fotografías que envían los medios aéreos y terrestres enviados al lugar y que permiten tomar decisiones el ataque para su extinción.

Verano de rayos

Desde el CAM destacan que en lo que va de verano se han producido numerosos fuegos por caída de rayos durante las tormentas. “Lo peor de este tipo de fuegos es que puede originarse al caer el rayo o dos días después perfectamente”, advierte el jefe de jornada, quien recuerda que el sucedido la semana pasada en la localidad zamorana de Cabañas de Aliste se inició a causa de una descarga y llegó a declararse nivel 2 por su cercanía al pueblo.

No obstante, recuerda que la mano del hombre se encuentra aún detrás del 90 por ciento de los incendios y que, de ellos, la mitad son intencionados, aunque sólo entre un cinco y un diez por ciento llegan a imputaciones o sanciones dado el sistema penal “garantista” de España. En España todos los años fallecen entre diez y doce personas por fuegos de carácter forestal, “la mayor parte por incendios provocados, por lo que la pérdida de estas personas fastidia aún más”.

Un punto a favor del CAM es conocer ya las zonas más conflictivas de la Comunidad, pues hay auténticos profesionales que saben dónde suelen prender las llamas en el momento de mayor temperatura del día y con vientos favorables. Un buen ejemplo de ello tuvo lugar en Arenas de San Pedro (Ávila) en 2009, cuando el autor del fuego prendió en las horas intermedias del día, con vientos del sur de 40 kilómetros por hora y con 37 grados centígrados. “Estaba bien elegido. Se quemaron unas 3.000 hectáreas”, recordó Molina.

También es importante conocer el trabajo de los vigilantes de torretas que se encuentran en cada una de ellas. “Algunos ya saben qué tipo de masa forestal se está quemando por el color del humo, el viento...”, comenta Molina, quien explica que el primer aviso lo suele dar uno de los propios vigilantes o vecinos que avisan al 112.

En función de la relevancia del fuego, su gestión corre a cargo del centro provincial de mando o del CAM, que en todo caso siempre estará informado al respecto. Incluso el jefe de jornada viajará inmediatamente a la zona cuando alcanza grandes dimensiones, junto con cuadrillas de otras provincias si fuera necesario, a las que posteriormente hay que facilitar descanso y alojamiento. La Unidad Militar de Emergencias (UME) sólo participará si alcanza nivel 2, como ocurrió el viernes en Cembranos.

Y en el caso de que el incendio rebase las 20 horas de duración, el CAM deberá elaborar un operativo para el día siguiente, con las cuadrillas disponibles y medios. Los informes realizados en estas oficinas podrán tener, si se requiere, incidencia judicial en el que caso de que ocurra algún suceso en el transcurso del fuego.

A pesar de que la Junta cree que los voluntarios deben dejar paso a los agentes y medios adecuados o coordinarse con ellos a la hora de apagar un incendio, destaca la importante labor que realizan en un primer momento algunos vecinos con los tractores y las gradas, principalmente en fuegos de rastrojos que pueden extenderse a monte.

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