El llanto de los hijos de la mina

Peio García/ICAL

Elena F. Gordón/Ical

“Era gente con muchos años de trabajo. Les tocó, les tocó”. Con estas palabras, que mezclaban el dolor y la resignación, se refería uno de los compañeros de los mineros fallecidos en la tarde de hoy en León al trágico accidente registrado en el pozo Emilio del Valle de la empresa la Hullera Vasco-Leonesa, en el que perdieron la vida seis trabajadores mientras otros cinco resultaron heridos, uno de ellos de extrema gravedad.

Los teléfonos ardían en toda la zona desde que se conoció la noticia: un escape de gas en el pozo Tabliza y un número indefinido de víctimas. A medida que pasaba el tiempo, el alivio llegaba a las familias y compañeros de algunos trabajadores, mientras los de otros recibían la peor de las noticias.

“La mina”, como recordó el alcalde de la comarca de Gordón, Francisco Castañón, “es traidora”. En esta ocasión la tragedia alcanza una magnitud que en la zona sólo recuerdan los más veteranos. Silvino Rodríguez, a sus 79 años, no pudo quedarse en casa cuando esta tarde conoció lo ocurrido. Aunque vive en la capital, se trasladó a la zona del suceso para sentirse más cerca de toda la familia minera y para compartir una desgracia que no le resulta ajena.

Silvino sabe bien lo que hoy se vive en esta cuenca porque él perdió a un hermano que trabajaba en la mina y también a un hijo que con 23 años murió en otro accidente en una explotación cercana a la localidad leonesa de Cármenes. Hoy se siente especialmente cercano a las víctimas y a todos sus seres queridos. Fue compañero en esta empresa, donde trabajó durante más de tres décadas, de otro minero, precisamente el padre de uno de los fallecidos este lunes. Se trata de José Manuel Moure, vecino de Ciñera de Gordón, que había sido padre de una niña hace escasas semanas; una pequeña que ya no podrá compartir con su progenitor por ejemplo su afición a la montaña.

El escape de gas de esta tarde se lleva por delante los planes de futuro de muchas familias, y de varios hombres jóvenes pero ya curtidos desde hace años en las labores de la mina. El reflejo más evidente del dolor que invade a compañeros y seres cercanos a las víctimas quedó reflejado en las lágrimas, los abrazos y los gestos de pesar que se sucedieron durante toda la tarde a medida que se iba conociendo la magnitud del siniestro.

Para recordar una tragedia como la de este lunes en La Hullera Vasco-Leonesa hay que retroceder más de medio siglo, cuando ni las condiciones laborales ni las medidas de seguridad en una explotación minera eran remotamente similares a las de hoy en día. Fue en la década de los 50 del pasado siglo cuando se registró una explosión de grisú en el Grupo Socavón que acabó con la vida de más de una decena de hombres.

El constante ir y venir de trabajadores de la empresa tras conocer lo ocurrido se salpicó durante horas con los comentarios sobre la fatalidad de lo acontecido, y los apuntes que llegaban sobre alguna de las víctimas. Así, la próxima prejubilación de uno de los fallecidos fue una de las circunstancias más comentadas, como también la juventud de todas las víctimas, dado que ninguna superada los 46 años.

El paisaje de dolor que deja el suceso se significa también en todos los ayuntamientos del entorno, cuyas banderas ondean a media asta, y se verá también mañana en la concentración convocada en Pola de Gordón por la muerte de estos trabajadores. “Somos amigos de todos los que se han ido”, resumía a la entrada de la explotación uno de los presentes.

El impacto por el accidente conmocionó especialmente a la plantilla de La Hullera Vasco-Leonesa. Otro compañero de los fallecidos evitó dar su opinión sobre las circunstancias del siniestro porque, según dijo: “Lo que tenga que decir, ya se lo diré cara a cara a los sindicatos”.

El acceso a la explotación minera presentaba esta tarde un escenario de contrastes. La numerosa presencia de unidades móviles y de medios de comunicación dividía el espacio entre quienes acudían al lugar en busca de la noticia y los que esperaban recibir información sobre compañeros, amigos o familiares. Decenas de vehículos se acumularon en el entorno de la explotación: coches particulares, ambulancias, furgones fúnebres y vehículos de los cuerpos y fuerzas de seguridad se dieron cita en la 'zona cero' del siniestro.

Toda la actividad minera quedó paralizada y sólo se retomará, como es habitual en estos casos, cuando los compañeros fallecidos reciban sepultura. Las muestran de condolencia y apoyo se sucedieron durante horas, a las puertas del Pozo Emilio del Valle, hasta donde se desplazaron representantes políticos y cargos institucionales de diversas formaciones, numerosos alcaldes, incluido un asturiano (lugar de procedencia de una de las víctimas), y tampoco el obispo de la Diócesis de León, Julián López, quiso dejar de dar su apoyo más cercano y personal a toda la plantilla de la empresa.

En la Montaña Central habrá pocas familias que no tengan como conocido o amigo a una de las víctimas mortales de uno de los peores momentos vividos por una empresa que este año cumple 130 años de vida y que hoy sólo puede lamentar la muerte seis de los suyos.

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