'Blablacar' para León... en el año 1791

Calle Postas de Madrid, muy cerca de la Puerta del Sol, origen de todos los viajes desde la capital de España.

Carlos J. Domínguez

Están de moda la bautizada como economía colaborativa y los proyectos de éxito que aprovechan las redes sociales e Internet como vía de transmisión para compartir recursos y poner en común a diversas personas con el objetivo de ahorrar costes. El proyecto web de 'Blablacar.es' o el norteamericano de Uber son unos de los ejemplos más conocidos. Pero lo cierto es que la fórmula es vieja como el mundo.

Lo demuestran ejemplos tan llamativos como el de este anuncio publicado hace la friolera de 223 años en un periódico de Madrid. Corría el año 1791. Hablamos de un tiempo en el que los viajes eran aventuras tortuosas y lentas y cuyo coste, además, era poco menos que prohibitivo.

León-Madrid, más de 2 días de aventura

El trayecto de más de 340 kilómetros que separaban Madrid de León llevaba varias jornadas, con suerte se cubría en dos días, pero lo habitual es que este plazo se excediera con mucho. Porque en concreto, desde que la Corona Española decide encargarse del servicio de postas y correos, la velocidad comercial de los correos “en diligencia” en el siglo XVIII correspondía a la respetable de 30 leguas diarias, equivalentes a casi 170 kilómetros. Se hacía vía Medina del Campo y después en dirección a Benavente y La Bañeza, verdadero centro neurálgico de la provincia.

El trayecto se realizaba en coche de caballos y con numerosas paradas de postas para refrescar a los animales o cambiarlos, dando así reposo también a los cuerpos de los viajeros, doloridos por el traqueteo sobre caminos que hacían honor a su nombre.

Y claro, el precio de tal viaje era difícil de asumir, sobre todo si las cuatro plazas de que disponía el carruaje que nos ocupa no se cubrían y no se compartía el enorme gasto.

Interior, rotonda y cabriolé

José Moñino y Redondo, I conde de Floridablanca, secretario de Estado entre 1777 y 1792, describía en su Memorial que “las diligencias tenían asientos de interior, rotonda y cabriolé, no pudiendo despacharse los del departamento posterior del coche hasta que estuviese tomada la tercera o cuarta parte de los de cabriolé e interior, a fin de que resulte equilibrado en lo posible el peso del carruaje. Se admitían 25 libras de equipaje a cada viajero, puesto en maleta, sin recargo en el precio del billete.”

Pero ese precio era elevado, tomando como referencia el trayecto de Madrid a Barcelona: “Costaba el asiento 800 reales en el interior, 680 en cabriolé y 500 en la rotonda; el precio de la comida era de 10 a 12 reales; el de la cena, generalmente, de 10 reales; 4 reales la tarifa por la cama y otros 4 reales en concepto de asistencia.”

Así las cosas, el Diario de Madrid, heredero del primer periódico diario de la capital de España, se convirtió en el Blablacar.es de la época, haciendo de transmisor para conseguir que uno de esos convoyes, contratado para viajar a León por dos personas, pudiera ir completo consiguiendo otros dos viajeros.

“Sale un coche para la ciudad de León con dos personas decentes”

Y aquí viene la curiosa noticia, o anuncio, publicada un domingo 30 de octubre del año 1791. Dice textualmente así: “El martes próximo sale un coche para la Ciudad de León con dos personas decentes; si hubiese otras dos que quieran tomar asiento en él para el mismo pueblo o su carrera, acudirán a la puerta del Sol tienda de D. Hilario Fernández Valledor junto a la espadería, el que dará razón en donde han de tratar de este asunto”.

Se completara o no, fue sin duda un trayecto apasionante, ya aireado hace años por un conocido blog de curiosidades históricas de la provincia. Para hacerse una idea de lo duro y tedioso de las condiciones de un trasiego así, conviene recordar como comparación otro viaje realizado desde León a Villablino casi un siglo después, pero con idénticos medios de tracción animal, por cuatro destacados prohombres liberales e ilustrados: Francisco Fernández Blanco de Sierra y Pambley, Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío.

De madrugada a noche para ir a Villablino

Este último fue el encargado de describir aquel trayecto realizado el 1 de noviembre de 1.885: «A las once de la noche se apeaban en Río Oscuro, donde entonces concluía la carretera, de un carricoche en el que habían salido de León al amanecer, cuatro personas. Con un farol y a pie hicieron el camino vecinal a Villablino y entraron rápidos en la cocina, porque la nieve no estaba en las puertas pero sí en los altos. De aquella cocina ya no salieron más que para enterarse de lo que creían necesario a sus propósitos. En aquellos escaños, al amor de aquel fuego, proyectaron, meditaron y resolvieron. Y al partir, a los pocos días, para Río Oscuro y León, en la misma forma, sin que nadie lo advirtiera, habían creado en Villablino una fuente».

Se refiere Cossío a la Fundación Sierra Pambley. Y habla además de una duración de mucho más de 12 horas para cubrir los apenas 100 kilómetros de León a Villablino.

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