Un año sin respuestas ni consuelo

Funeral por los mineros fallecidos en el pozo Emilio del Valle.

Maje Muñíz

El 28 de octubre de 2013, alrededor de la una de la tarde, un escape de gas grisú en el macizo 7 del pozo Emilio del Valle se cobró la vida de seis mineros que se encontraban trabajando en ese momento a 694 metros de profundidad cuando faltaba una media hora para el cambio de turno.

Poco después, los teléfonos de toda la comarca echaban humo en busca de noticias sobre quiénes podían haber sido los afectados. Tras unas horas de angustiosa espera, se conocía la identidad de los fallecidos. Eran Carlos Pérez, Manuel Moure, Antonio Blanco, Orlando González, Roberto Álvarez y José Luis Arias. Tenían entre 35 y 45 años.

Un año después, detrás de esos nombres permanece el dolor de unas familias que no quieren atender a más medios de comunicación. El foco mediático se ha vuelto a centrar en ellos durante el fin de semana y las fuerzas fallan para contar una y otra vez lo mismo a distintos periodistas.

Sólo José Manuel Moure, minero jubilado y padre de Manuel Moure, accede a hablar. Lleva doce meses de lucha contra la Hullera Vasco Leonesa. Comúnmente se afirma que las fases del duelo son la negación, la ira, la negociación, el dolor emocional y la aceptación. Moure parece atascado en la segunda etapa. Sigue esperando una respuesta por parte de la empresa que no llega. Cuando se cumplieron los seis meses desde el accidente, fue andando desde Ciñera, su pueblo, hasta León para exigir ante los Juzgados unas responsabilidades que la Hullera parece evitar asumir.

José Manuel Moure, padre de uno de los mineros fallecidos en el pozo Emilio del Valle.

En una zona en la que hasta hace no tanto se tenía al menos dos familiares directos trabajando en la extracción de carbón, el accidente ha permanecido en la mente de todos. Una de esas desgracias que se graba a fuego en la memoria colectiva. La mina, que tantas vidas se ha quedado en sus entrañas, pasa ahora por el peor momento posible. Aunque el verano estuvo despejado de las grandes movilizaciones de hace dos años, las cosas no podrían estar menos tirantes. Recientemente se incorporaron a la plantilla unos treinta trabajadores de la subcontrata pero la fórmula viable para la cuenca no podría estar más lejos de su resolución.

La Junta de Castilla y León remitió el pasado 20 de marzo al juzgado número 4 de León el informe preceptivo, elaborado por los facultativos del Servicio Territorial de Minas de León, en el que se analizan las causas que provocaron el accidente mortal. En el documento se señala que un hundimiento provocó de forma repentina un gran aporte de grisú hacia la galería de la planta séptima, provocando que el contenido de oxígeno bajase casi de forma instantánea hasta el uno por ciento.

La responsabilidad no la ha asumido nadie. “No nos han dicho nada en todo este año”, asegura Moure. Ni la empresa ni la Junta. Tampoco se enteró por los canales oficiales de lo que había sucedido. La noticia de que algo ocurría en la mina empezó a circular en cuanto las ambulancias aparecieron en Santa Lucía. “Estaba tomando un café cuando me dijeron que parecía que había pasado algo. En cuanto supe que era en la mina, cogí el coche y subí. Al bajar, un compañero que había salido me dio el pésame. Así fue como me enteré”. El macizo número 7 llevaba un tiempo dando algún que otro susto a los trabajadores. No era la primera vez que tenían que salir corriendo en medio del turno por algún pequeño escape.

Moure recrimina a los empresarios que traten a los trabajadores como “unos simples números” y que escurran el bulto sin que se haya producido “ninguna dimisión”. Insiste en que “se pudo haber evitado” y que seguirá con sus protestas hasta que se sepa algo. “Lo hago por el honor y la dignidad de mi hijo y de todos sus compañeros”.

Los actos

La solidaridad entre compañeros es una de las bases sobre las que se asienta toda la cultura minera. Como recuerdo en el primer aniversario, uno de los actos conmemorativos fue una misa matutina el sábado 25 de octubre en Santa Lucía de Gordón a la que acudieron familiares y amigos. La pequeña iglesia se llenó en poco tiempo y, aun empezado el oficio, algunas personas intentaban hacerse un hueco en la entrada. A la salida, a las familias les esperaban los abrazos y el consuelo de quienes no pudieron entrar a la ceremonia.

Una lectura de un comunicado consensuado por los partidos políticos en la plaza del Ayuntamiento de La Pola de Gordón, seguido de un minuto de silencio, constituyó el apartado institucional de los homenajes. El descubrimiento de una placa por parte de los compañeros en la mina se hizo libre de periodistas en las inmediaciones. Un acto íntimo, tan íntimo como el dolor que se esconde en cada una de las familias víctimas de esta tragedia. Lo que no se ve, lo que no sale en la prensa y no puede entender nadie salvo ellos es cómo se sobrevive al día a día cuando un golpe así sacude una vida.

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