El arte de aparentar vida

Carlos S. Campillo / ICAL El taxidermista Fidel Fernández, trabajando en su taller de Puente Castro (León)

Elena F. Gordón/Ical

Nos recibe en su tienda-taller del barrio de Puente Castro mientras trabaja en el cráneo de un gamo. Rodeado de herramientas explica que lleva “toda la vida” dedicándose a ello. Profesionalmente lo hace desde que acabó la mili pero lo mamó desde niño viendo a su padre, el otro Fidel, que a su vez se inició de pequeño en el oficio, porque le llamaba la atención lo que le veía hacer a un taxidermista instalado a mediados del pasado siglo junto a la Plaza Mayor de León.

La taxidermia se define como el arte de disecar animales para conservarlos con apariencia de vivos y facilitar así su exposición, estudio y conservación. Aunque lo más habitual es que se haga con mamíferos, también se aplica a otros grupos de animales. Quienes se dedican a ello tienen que ser habilidosos, manejar muy bien las manos y poseer conocimientos de distintas materias como anatomía, escultura, joyería o pintura. El éxito en una pieza radica en conseguir la mayor viveza posible, “y si consigues el movimiento, la plasticidad, mucho mejor”.

Se puede disecar todo, desde una pulga a un elefante, comenta Fidel. Un pájaro pequeño como un canario lleva más tiempo que una perdiz, que es de tamaño medio y cuanto mayor es el tamaño, más trabajo requiere. Un cráneo pequeño de un corzo puede costar alrededor de 50 euros, un corzo con pelo, unos 300, un lobo entero puede rondar los 1.000 euros y una cabeza de buey, 1.200. Eso, en lo que se refiere a los animales autóctonos pero también ha atendido diversos encargos de piezas procedentes de cacerías en África. “Ahora se va muy poco pero antes te traían, por ejemplo, la cabeza de una jirafa, que cuesta 3.000 euros o curtir su piel, que vale 6.000 euros.

Fidel hace al año unas 500 piezas, la mayor parte de hueso, cráneos o colmillos y el colectivo de cazadores aporta más del 90 por ciento de la clientela del negocio. Corzos, rebecos, jabalíes y venados y gamos -éstos últimos procecentes de fincas cercadas- son los animales con los que más trabaja y el resto de encargos corresponden, salvo excepciones, a animales caseros. Loros, periquitos o canarios pero también gatos o perros, aunque reconoce que él intenta disuadir a los clientes que acuden con mascotas de cierto tamaño. “Yo no aconsejo, les digo que es mejor enterrarles porque les va a dar pena y muchas veces consigo que no lo hagan”. Entre las cosas 'diferentes' que ha realizado, se encuentran las espadas de los peces del mismo nombre.

Moda en decoración

Colocar animales disecados en grandes espacios está de moda. Centros comerciales, hoteles y otros recintos albergan, por ejemplo, un elefante, una cebra o una jirafa. “En decoración, es tendencia”, apunta Fidel y añade que es algo que llega de otros países como Estados Unidos, Francia o Alemania. El el mundo de la taxidermia, el país norteamericano es el que más destaca. “Aquí es más artesanía y allí, no, está todo muy profesionalizado”.

La crisis también afecta al reducido colectivo de taxidermistas. No en vano, buena parte de sus encargos llegan del mundo de la construcción. “Los médicos eran los mejores clientes cuando empecé y siguen estando ahí pero muchos constructores se hicieron cazadores en los últimos años porque es un mundo, el de las cacerías, muy propicio para hacer negocios. Cuando se caza se iguala todo y el más pobre es igual que el más rico”.

Carlos S. Campillo / ICAL El taller del taxidermista Fidel Fernández en Puente Castro (León)

Mercado negro

Además de la crisis, a los taxidermistas profesionales les perjudica la actividad ilegal que desarrollan muchas personas. “Legales, en León, aparte de mi ex mujer, mi hijo y yo, no sé cuántos más puede haber pero ilegales, un montón. ”Nadie lo controla. Nosotros somos legales y han venido muchas veces a hacer inspecciones. Tienes que llevarlo todo por el libro y registrarlo todo y alguien que lo hace en su casa tranquilamente no tiene ningún control. Los ilegales suelen hacer huesos y colmillos, que es lo que más se pide. Cobran menos porque no pagan IVA ni seguridad social ni nada“, detalla Fidel. A pesar de la crisis, no le falta trabajo porque atiende pedidos de la provincia, de Galicia, de Murcia y de otras partes de la Comunidad, como Palencia y Zamora, ”que tienen buena caza“. Los pocos colegas que tiene localizados en el resto de Castilla y León están en Valladolid, Zamora y Salamanca.

Una tortuga de media tonelada

Fidel padre comenta, a sus 78 años, que sabe disecar una perdiz “con los ojos cerrados” y señala que comenzó preparando pájaros aunque luego se dedicó también a otras especies y que es uno de los pocos especialistas en la materia. Ahora, ya jubilado, acompaña a ratos a su hijo y narra con detalle el porqué de la presencia de un ejemplar de tortuga de media tonelada de peso que cuelga de una pared del establecimiento. El animal les costó sacrificar parte de unas vacaciones en el Levante en 1982. Un barco pesquero la atrapó sin quererlo en sus redes y el animal murió.

Adelantaron el regreso a León desde Torrevieja para que el cuerpo no se deteriorase y poder llevar a cabo el disecado. “Es un ejemplar que se debió de perder porque no hay aquí en España”, apunta el hijo, que también ayudó en la tarea.

Treinta y pico años después de esa aventura, a sus 54, con experiencias malas y buenas acumuladas, Fidel Fernández asegura que su profesión se aprende “practicando, en un taller con alguien que sepa. No de la noche a la mañana, perdiendo muchas piezas y haciendo muchas mal” y añade que lo más bonito es que cambias de piezas y no te aburres nunca“.

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