Vuelve la 'fiebre del oro negro'

Poblado de Cadafresnas

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Las historias, reales a veces y otras adornadas con tintes legendarios, de una Península con una fuente inagotable de materias minerales, atrajeron en la Antigüedad a fenicios, griegos, romanos y cartagineses. En el siglo XXI son grupos mineros extranjeros, procedentes de Canadá, Australia, Irlanda o Israel, los que han colocado al cobre, el wolframio, el zinc, el plomo o el uranio españoles en el punto de mira de sus sondeos y prospecciones geológicas. Estas empresas a menudo protagonizan grandes movimientos corporativos internacionales cuyo fin último es reconfigurar el mapa mundial de la minería. En algunos círculos económicos se habla ya de un nuevo 'boom'. Los avances de la ingeniería, que favorecen el uso de nuevas técnicas de exploración y producción, así como las expectativas al alza de los precios de los metales gracias al tirón de economías como China e India han contribuido a este resurgimiento.

El 'oro negro'

El wolframio o tungsteno es un metal con un altísimo punto de fusión, lo que le permite soportar altas temperaturas sin deformarse. Al calentarse, además, produce un brillo intenso, y por ello se usa en los filamentos para lámparas incandescentes y reflectores. Su dureza, superada solo por el diamante, es otra de sus señas de identidad. Es también denso, maleable, dúctil y con gran resistencia eléctrica y al ataque de los ácidos. Todas estas propiedades hacen que sea frecuentemente utilizado en la industria para la fabricación de herramientas de corte y perforación, puntas de bolígrafos, contactos eléctricos para los distribuidores de los automóviles y joyería. Pero, sobre todo, ha tenido un papel relevante en materia de defensa, puesto que con el mismo se fabrican blindajes y municiones.

Su vinculación con España se remonta a su propio descubrimiento, ya que fueron los hermanos Elhuyar, españoles miembros de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, los primeros en aislarlo en Bergara (Guipúzcoa), en 1783.

A comienzos del siglo XX las principales reservas de wolframio en Europa estaban localizadas en España y Portugal. En el caso español se concentraban en Pontevedra, la Coruña y Orense, extendiéndose también en menor medida por Asturias, León (El Bierzo), Zamora, Salamanca, Cáceres y Badajoz, Córdoba y las Sierras de Guadarrama y Gata.

Fue un activo estratégico en las confrontaciones bélicas, especialmente en la Primera y Segunda Guerra Mundial.

El desarrollo tecnológico así como el difícil juego de equilibrios respecto a la neutralidad española dieron lugar a la denominada 'fiebre del oro negro' español. La Alemania nazi, antes del estallido de la contienda mundial, estuvo tomando posiciones en España a través de distintas empresas-tapadera para obtener réditos económicos de su apoyo a Franco, es decir, para el cobro de la deuda por la ayuda militar. Se estableció toda una red de explotaciones mineras controladas directa o indirectamente (mediante testaferros) por los nazis, para evitar que la entrada en el mercado del wolframio español de los aliados les arrebatase toda la producción. A ello hay que añadir el impacto de una subida brutal en los precios con su liberalización y la creación de redes de contrabando para exportar estos minerales.

Se desató entonces una auténtica guerra económica entre los dos bandos por hacerse con estos valiosos activos, o bien para impedir que el otro se aprovisionase de ellos, ya que, en el caso de los aliados, su objetivo era el acaparamiento más que el suministro. Su papel en la economía exterior española en los años centrales de la Segunda Guerra Mundial fue tan decisivo que llegó a representar, en el conjunto de las materias primas exportadas por el país, en torno al 50% del valor total en los años 1943 y 1944. La entrada de divisas que supuso para España en un contexto histórico de posguerra y miseria fue vital, de ahí el doble juego que se establece en el Régimen ante las presiones de aliados y nazis.

Conspiraciones diplomáticas, espionaje, acciones militares y de sabotaje contra las instalaciones y las principales vías de exportación, fomento de compras irregulares y del contrabando... todo valía con tal de alcanzar el espejismo de prosperidad que suponía el 'oro negro'. Administraciones, empresas exportadoras, intermediarios pero también las propias localidades mineras se beneficiaron con el preciado mineral. En 'El año del wólfram' (libro finalista del Premio Planeta en 1984), su autor, Raúl Guerra Garrido recrea de forma magistral estos convulsos episodios, con la comarca de El Bierzo (León), como telón de fondo.

El fin de la Segunda Guerra Mundial supuso, a pesar de un intento de repunte durante la Guerra de Corea, la aparición de nuevos competidores que bajaron los precios, así como la pérdida del carácter estratégico debido al nuevo mapa geopolítico. Todo ello, unido a la aparición de nuevas alternativas para las aleaciones militares, llevó al cierre de la inmensa mayoría de las minas y al abandono o caída en el olvido de las localidades anexas.

El pueblo leonés de Cadafresnas, situado en El Bierzo, en el término municipal de Corullón, es el ejemplo viviente de ese auge y declive. Si en los años de la 'fiebre del oro negro' se convirtió en uno de los entorno más modernizados de toda la comarca, hoy es solo un vestigio industrial y residencial 'fantasma'.

Prosperidad en el pasado; posible patrimonio industrial en el presente

De aquel pasado glorioso y próspero, queda ahora un patrimonio industrial que muchos intentan recuperar y conservar con fines culturales y turísticos. Impulsada por el Instituto Europeo de Itinerarios Culturales (IEIC), la iniciativa de las Rutas del Wolframio pretende hacer de este patrimonio un referente turístico e innovador para la zona, capaz de proyectar la memoria histórica y patrimonial de los pueblos que se desarrollaron a pie de mina. La idea acogida inicialmente por Portugal, pretende extenderse por Galicia, fundamentalmente Orense, e incluir también las minas de Ramajería y El Rebollar, en Salamanca y las explotaciones de Sayago, en Zamora, además de las de El Bierzo. El objetivo final pretende llegar mucho más lejos: Francia, Inglaterra, Alemania, Austria, Suecia y República Checa son también candidadatas a formar parte de las rutas.

En las zonas implicadas son muchos los partidarios de este tipo de explotación turística, que se prevé más sostenida en el tiempo y sobre todo más respetuosa con el entorno medioambiental.

De nuevo surge la controversia

Recientemente la UE, tras analizar la vulnerabilidad de sus suministros, se ha vuelto a plantear el posible almacenamiento del wolframio, ya que permitiría la accesibilidad al mismo en caso de interrupción del suministro regular, aunque hasta ahora la experiencia en este asunto incluso en Estados Unidos, ha sido limitada.

La mina de Barruecopardo en Salamanca encabeza esa vuelta a la mina. El apoyo de las Administraciones en este tiempo de crisis ha sido decisivo, pese a los conflictos latentes con la legislación medioambiental europea y los partidarios de un modelo económico basado en la sostenibilidad y con evidentes recelos hacia un sector ligado históricamente a la contaminación.

En el pueblo de Cadafresnas (El Bierzo) según fuentes de la Consejería de Economía y Empleo, la empresa 'Sierra Minning Company' realiza sondeos e investigaciones geológicas en la Peña do Seo en búsqueda de este mineral, con catas y análisis del terreno. Si encontrara algo, probablemente pediría una licencia de explotación.

Partidarios y detractores de la mina hacen oír su voz en la zona. La polémica en torno al wolframio, una vez más, esta servida.

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