El momento más emotivo de todo el juicio y un capote a Raquel Gago

Raquel Gago habla con su abogado defensor, Fermín Gago, en la vista de hoy que recupera la jornada perdida la semana pasada por la ausencia del letrado.

C.J. Domínguez / M. Cuervo

Beatriz Real, hija de la dueña de la tienda de manualidades de la calle Lucas de Tuy a la que la Raquel Gago acudió la tarde del asesinato esperando casi una hora sin poder comprar -momento en el que Triana Martínez introdujo el arma homicida en su coche- protagonizó el momento más emotivo de todo el juicio desde su inicio. Y de paso, una coartada extraordinaria y de carga sentimental para Raquel, a quien conoce desde hace 15 años, como profesora de restauración y amiga.

Real, tremendamente nerviosa, con la voz entrecortada, incluso entre lágrimas, llegó a ser eximida por el juez de someterse a más preguntas cuando se derrumbó en un momento dado duando le interrogaba el abogado de la acusación, sorprendido de que Raquel Gago llegara a esperar la apertura de su tienda durante tanto tiempo, prácticamente una hora.

“Pues sí podía esperar una hora, sí, ya había esperado más veces; mi madre tenía un cáncer terminal, esa semana habría abierto mi hermana pequeña pero abrir era un desbarajuste... (llantos) Es que todo esto me parece muy injusto, muy injusto, muy injusto... porque mi madre estaba enferma... y estaba la tienda cerrada... y me siento fatal por ello...”, afirmó, con problemas de conciencia por pensar que de haber estado abierto aquel comercio ese día Raquel Gago no estaría hoy sentada en el banquillo de los acusados. “Ella no tenías que estar aquí, no tenía que estar”, repetía mienras trataban de calmarla sin demasiado éxito.

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