La sala de las maravillas para los amantes del tren de Feve

Tren de la Feve León-Bilbao

Marta Cuervo

Silbatos, uniformes, billetes, ollas ferroviarias y fotografías, muchas fotografías y con esencia propia; una auténtica sala de las maravillas para los amantes del tren, para los nostálgicos ferroviarios, y para todo aquel que guarde un cariño especial a este caballo de acero, que lleva vertebrando la Montaña Oriental y Central leonesa durante casi 120 años. Un homenaje a una evolución, a la historia de un sector de imprescindible valor para la provincia, para su comunicación y supervivencia durante los años de la guerra, y mucho antes como medio de transporte de mercancías, y social, de servicio para la gente.

Manolo, presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril -que se creó en el año 92 “cuando se quiso cerrar la línea”- comenta cómo él y sus compañeros empezaron a recopilar elementos y utensilios que los ferroviarios usaban en el día a día de trabajo.

En 2003 se presentó el proyecto en el Ayuntamiento de Cistierna, y se aprobó el proyecto de Museo. “Feve nos cedió este local, el antiguo economato del Ferrocarril de La Robla-Bilbao, dónde estaba el almcén y la tienda. Con la ayuda de algunas subvenciones, se creó este espacio, que lleva desde 2009 funcionando y tiene entre 3.500 y 4.000 visitas al año”.

Incidencias grabadas en la memoria de los ferroviarios con instantáneas de la época

Las paredes del Museo Ferroviario de Cistierna atesoran muchas fotografías antiguas, y cada una de ellas un momento cumbre, una historia curiosa, más o menos agradable según el momento en el que fue tomada. Algunas de ellas recuerdan accidentes acontecidos en plena Guerra Civil. “Es ésta cayeron dos máquinas que iban para la Robla, con mercancía, el 20 de diciembre de 1936. Quitaron la vía por la noche, la que dividía la zona roja de la nacional, lo que provocó que estas dos máquinas con el tren se precipitasen para un lado, y los dos maquinistas fueron apresados, cosas de la guerra...”, explica Manolo.

“Se cree que fueron los marxistas, eso dicen los escritos y los partes de incidencias que con los años hemos ido recuperando. Pero al final consiguieron escapar. La gente ha cedido fotos de sus antepasados, y gracias a eso hemos ido esclareciendo muchos detalles de las imágenes, de los que murieron, de los que apresaron...”, añade.

Otro grupo de fotografías, proyecta un puente desarmado. “Este ferrocarril se creó para transportar el carbón de las minas de León y Palencia a la industria vasca. Cuando se empezó a llevar, se dejó de comprar a los asturianos, que hasta ese momento lo llevaban por barco a Bilbao. Los asturianos, al perder ventas, pusieron una bomba en el puente y lo desarmaron para cortar la comunicación. Entonces la compañía hizo uno provisional de madera, hasta que se pudo restaurar el original”, relata el presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril.

Hay una fotografías, incluso, que refleja un accidente que Manolo vivió de primera mano, en la que él era el maquinista. “Ésta es del año 1992, se rompió un raíl que nos impulsó fuera de la vía, salimos al derecho, y llevábamos un mercancías con 600 toneladas de carbón. Ni a mi acompañante ni a mí no pasó nada”, declara, recordando hasta a la velocidad a la que viajaban, por debajo de la que se señalaba para el tramo, de 30 kilómetros hora, por las condiciones del terreno.

Se trata de muestras mudas, en blanco y negro, pero cuyo espíritu aún resuena, junto a recortes de prensa y otros documentos. “Cuando en el 77 quisieron cerrar el ferrocarril, de nevadas increíbles, ...”, continúa Manolo.

Petardos de aviso y teléfonos portátiles

Antes no había teléfonos móviles, y para avisar de alguna incidencia al maquinista, de una roca, un árbol caído o una piedra grande, por ejemplo, la maniobra se hacía con petardos. “Una persona vigilaba la vía por la mañana de una estación a otra, y si llegaba a un sitio y encontraba un obstáculo que no podía quitar ponía un petardo 200 metros antes encima del raíl para que cuando llegase el tren, y pasase encima de él, explotase. Así, el maquinista sabía que algo pasaba. Había un reglamento: si sólo era un petardo tenía que pasar despacio, si eran dos seguidos más despacio todavía y si eran tres tenía que detenerse hasta nueva orden, pues algo raro había y tenía que parar su marcha”, argumenta el maquinista.

Otra de las comunicaciones con las que contaban los maquinistas y demás trabajadores del ferrocarril eran los 'teléfonos portátiles' que se llevaban en los trenes. “Con una pértiga y los ganchos que se llevaban en el tren se enganchaban a los cables de teléfono para establecer la llamada, la comunicación entre estaciones. Para marcar la llamada había una especie de código morse, diferente en función de la estación, con puntos y rayas”, añade Manolo.

El Museo del Ferroviario se completará con el taller de reparación de locomotoras, en proceso de documentación, restauración y musealización.

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