La UME cree que la recuperación de material sanitario es uno de sus mayores logros de su actuación tras el terremoto de Ecuador

Carlos S. Campillo / Ical. Los miembros del equipo de búsqueda y rescate del V Batallón de Intervención en Emergencias de la UME, brigada Rodríguez; comandantes Herreras y Moro y soldado Cuervo, informan sobre las tareas de búsqueda y rescate llevadas a cabo con motivo del terremoto acaecido en Ecuador. Junto a ellos, el general de Brigada del Mando de Artillería de Campaña, Luis Manuel Martínez Meijide (C).

S. Gallo / Ical

El contingente español destinado a Ecuador para participar en las tareas de ayuda al país sudamericano después del terremoto que sufrió el pasado mes de abril, en su mayoría compuesto por integrantes del V Batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME) con sede en El Ferral del Bernesga (León), acaba de regresar a España. Después de diez días de intenso trabajo para intentar localizar a las víctimas o limpiar y consolidar las zonas devastadas, la recuperación de material sanitario en un hospital totalmente destruido, de gran utilidad ante las necesidades que se viven en estos momentos, ha sido uno de los principales logros conseguidos en estos días.

Este contingente estuvo compuesto por 57 personas, de ellas 45 integrantes de la UME -39 procedentes de León- que llevaron hasta Ecuador herramientas, seis perros de rastreo, medios de transmisiones y “todo lo necesario para permanecer en la zona lo que se requiriera”, que finalmente fueron diez días. En un primer lugar se trabajó a disposición de las autoridades ecuatorianas de Canoa, una localidad costera muy turística donde “no había llegado todavía ninguna ayuda internacional”, relata el comandante y jefe del contingente español, Iván Herreras.

Allí no fue posible localizar a personas aún con vida y dado que es un enclave en el que no hay grandes edificios, los bomberos locales pudieron inspeccionar la zona en las primeras 36 horas después del terremoto. Así que el contingente comenzó a actuar en la localidad de Manta, en concreto en el barrio de Tarqui, que es la zona comercial y que estaba “completamente arrasada” donde no había “edificios recuperables” y donde tampoco fue posible localizar a personas todavía con vida. “Solo pudimos rescatar cadáveres”, lamentó Herreras.

En una segunda fase del trabajo que se ha llevado a cabo se zonificaron los territorios para revisar los edificios y evitar que pudieran quedar cuerpos, lo que provocaría enfermedades, así que se dio paso a un trabajo técnico como el de apuntalamiento para la conservación de Bienes de Interés Cultural (BIC) para que “el daño material no sea mayor”

Pero uno de los logros que mayor satisfacción provocó entre los integrantes de este contingente fue el rescate de material sanitario que se hizo en un hospital “prácticamente nuevo” pero que estaba “en un edificio casi para demoler” con el agradecimiento de los profesionales por recuperar un material básico, en especial en estos momentos. “Lloraban al ver un material tan valioso que hasta hacía poco daban por perdido”, relataba Herreras.

Aunque los integrantes de este dispositivo reconocieron que en Ecuador están “acostumbrados” a desgracias naturales, hacía 40 años que no se vivía en el país sudamericano un terremoto de esta magnitud. “Ningún país está preparado para un terremoto de este calibre”, incidió el jefe del contingente. Sin embargo, la dureza de este terremoto está aún muy lejos de los efectos devastadores que generó en 2010 el terremoto de Haití, en el que también intervino este mismo batallón en la que fue su primera misión a nivel internacional.

“Fue mucho más devastador Haití”, reconoció el jefe del equipo de rescate, el brigada Rodríguez, quien recordó cómo en este caso el trabajo se centró en un punto mientras que ahora, seis años después, se ha podido intervenir “en casi todas las facetas”. En la misma línea se expresaba el soldado Cuervo, también presente en ambas misiones y que se quedaba con el agradecimiento de la gente “aun sin saber lo que habíamos hecho” como una de las principales huellas que queda ahora en la memoria de todos ellos.

Pero el punto de vista psicológico, según relataba el jefe del contingente, es el más difícil de afrontar, en especial después de llegar de nuevo a casa. “La adrenalina hace milagros y es posible sobreponerse a lo que ves” que en el caso de Ecuador pasó por colas de cientos de metros para recibir un trozo de membrillo o kilómetros de gente reclamando una botella de agua. “No sabéis la suerte que tenemos de vivir donde vivimos”, les dijo el comandante Herreras a sus hijos al volver a León.

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