¿Por qué nos cuesta tanto cambiar? Perspectiva de una consulta de medicina familiar

Los científicos también identificaron dos pacientes humanos con trastornos neuropsiquiátricos que tenían duplicaciones en la región cromosómica que contiene SHANK3. / SINC

El próximo jueves, día 24 de noviembre, tendrá lugar en Cepteco la segunda charla-coloquio gratuita que este centro ha organizado. La llevará a cabo el Dr. Javier Montero, médico de familia y atención primaria del SACyL. Tiene el sugerente título de '¿Por qué nos cuesta tanto cambiar? Perspectiva de una consulta de medicina familiar'. Entrevistamos al doctor Montero para conocer de primera mano sus respuestas.

Comenzando por el título de la charla, la primera pregunta sería precisamente, ¿por qué nos cuesta tanto cambiar?

Esta es una pregunta que con frecuencia nos planteamos los profesionales de la salud cuando tratamos de promover en los pacientes cambios hacia estilos de vida más saludables, consiguiéndolo en menos ocasiones de las que desearíamos.

Y también es una pregunta que cada uno de nosotros se ha hecho en algún momento, o que incluso puede estar haciéndosela en este mismo instante, en relación a aspectos de nuestra vida que pensamos deberíamos cambiar, pero que finalmente no terminamos de ponernos en marcha para llevarlos a cabo.

La respuesta al dilema que se plantea es más compleja que un mero acto de voluntad. Implica conocer la situación emocional de la persona respecto a la conducta a modificar, sus condicionantes, su predisposición al cambio, sus intentos previos de lograrlo, si es que los hubo...

Considerar todos estos aspectos nos permitirá aproximarnos más eficazmente a la persona en su transición hacia la adopción de la nueva conducta y a su mantenimiento en el futuro.

¿Y cómo se concreta ese proceso en la práctica?

En primer lugar, tendríamos que plantearnos: si intentamos ofrecer a las personas para las que trabajamos una información lo más clara, veraz y objetiva posible, y tratando de adaptarla a sus particulares circunstancias...entonces, ¿por qué no traslada estas recomendaciones a su vida cotidiana, ya estemos hablando de adoptar un estilo de vida saludable, abandonar un hábito tóxico o cumplimentar correctamente un tratamiento?

Y en el otro lado, si conocemos sobradas razones para modificar un hábito (por ejemplo, es bien conocido que la mayoría de los fumadores no precisan mucha más información sobre los efectos perjudiciales de su consumo), ¿por qué eso no basta para que se produzca el cambio?

Este es el motivo de la charla en la que escucharemos las experiencias de procesos de cambio en los participantes, haciéndoles llegar una estrategia más adaptada que el abordaje “tradicional”, para lograr el posicionamiento y la motivación del sujeto hacia la nueva conducta, que es la entrevista motivacional.

¿En qué consiste la entrevista motivacional?

Un paciente acude en busca de ayuda, o detectamos en el curso de su atención clínica que sería conveniente para su salud un cambio de conducta o de hábito. Por ejemplo, unos padres están preocupados por una conducta de su hijo, un miembro de una pareja quisiera ayudar al otro en un hábito que sabe le perjudica, pero no sabe cómo hacerlo... Estas y otras situaciones similares son habituales en la consulta y en la vida de las personas.

La entrevista motivacional parte del principio de abrirse a la perspectiva del paciente o persona a la que se pretende ayudar, en un clima empático, tolerante y de cooperación mutua, respetando su derecho a decidir sobre su conducta, pero a la vez, ayudándole a que desarrolle discrepancias sobre la misma, de manera que pueda abrirse hacia la posibilidad del cambio, trabajando la ambivalencia y las normales resistencias que se producirán en el proceso, y con el fin de lograr que aquel, finalmente, se produzca.

Si, por el contrario, el paciente percibe que su relación con nosotros está condicionada sobre el hecho de que tiene que cambiar, con frecuencia aparece la resistencia y el rechazo a nuestra ayuda, y es la causa del fracaso de muchos bienintencionados intentos de proporcionársela.

Y siguiendo esta estrategia, ¿cómo se producen finalmente los cambios?

Las personas en el proceso de cambio, atravesamos por diferentes fases. Antes de proponer un cambio, es importante conocer en qué fase se encuentra la persona, y qué la condiciona: creencias, expectativas, influencia social, duración y repercusiones físicas y psíquicas de la conducta en cuestión, nivel de motivación, etc.

Una vez situados sobre el momento del proceso de cambio que se encuentra el paciente, adaptamos las diferentes estrategias al mismo.

Así, en las personas en fase de precontemplación (no piensan en modificar su hábito, no creen que su conducta sea motivo de preocupación), a través de una escucha empática y reflexiva, conseguir eliminar barreras y hacer aparecer la ambivalencia, de modo que el paciente verbalice motivos de preocupación (fase de contemplación) que le lleven a iniciar el compromiso para el cambio (fases de determinación y, finalmente, de acción).

Sin embargo, muchas personas no consiguen mantener estos cambios en el tiempo. ¿A qué cree que es debido?

El proceso de cambio no termina con la modificación de la conducta problema, sino que es necesario el mantenimiento de la nueva conducta, y eso también comporta una dificultad añadida. Factores externos como el mundo laboral o de relaciones sociales o ambientales en las que se mueve el paciente, o internos, como el estado emocional que presenta o buscar nuevamente los efectos de una sustancia adictiva, son causas frecuentes de que “se baje la guardia” y aparezcan las recaídas.

Con respecto a ellas, deben ser entendidas no como un fracaso, sino como un fenómeno frecuente y normal en el proceso del cambio, siendo necesario “aprender de las mismas”, y desarrollar conjuntamente con el paciente estrategias realistas y apropiadas de prevención de las mismas.

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