4 paisajes y 4 rutas para (re)descubrir la Cordillera Cantábrica

Iglesia de Torrebarrio y Ubiña. / La Senda del Hayedo.

Alejandro Díez / La Senda del Hayedo

Con la llegada de la primavera y la subida de las temperaturas se presenta una oportunidad única para descubrir, o redescubrir, rincones naturales espectaculares en la provincia de León. Uno de ellos es la cordillera Cantábrica, una extensión de montañas de mediana altura pero con grandes desniveles paralela al mar Cantábrico, hijo de ese mundo atlántico del que se sustentan estas montañas de caliza y cuarcita para regar sus pastos entremezclados con densos bosques caducifólios donde habitan seres tan enigmáticos y legendarios como el urogallo cantábrico, el oso pardo o el lirón careto.

Un genuino aire de humildad y grandeza recorre los paisajes cantábricos sobrecogiendo los sentidos de los visitantes cuando se asoman a los miradores naturales de las comarcas más especiales de esta región, desde las escarpadas e inhóspitas paredes verticales del Curavacas palentino, pasando por los profundos valles asturianos del Nalón y el Narcea, llegando a los altivos puertos de alta montaña de Babia hasta finalizar en las prerromanas aldeas de la leonesa y lucense sierra de Ancares.

Hoy, de la mano de La Senda del Hayedo, te proponemos cuatro lugares con cuatro rutas, que no son ni mejor ni peor que otras, pero si son muy representativas de estas salvajes montañas del sur de Europa ¿Vienes?

  • El Alto SIl

Surcado por legendario río del oro, el Sil, descendiente de las siempre blancas cumbres babianas, este valle occidental leonés a camino entre Ponferrada y Villablino es un auténtica explosión de naturaleza salvaje y todo una sorpresa para aquel que nunca lo vió.

Especialmente es el concejo de Palacios del Sil quien se lleva todos los trofeos en cuanto a paisajes naturales, sensiblemente transformados por la actividad ganadera y minera, creando un increíble puzzle que te cautivará a través de sus senderos, brañas y cumbres. Y es que este entorno de la cordillera se ha llamado por muchos autores como 'el país de las brañas'. Un país de pastores, de vaqueiros, un modo de vida muy auténtico de estas montañas cantábricas, tanto de una vertiente como de otra.

Los largos bosques de roble, abedul y tilo se intercalan aquí con pequeñas praderas tendidas en las laderas de la montaña, bajo las extensas arandaneras que suben hasta las cumbres de tan famosos picos como Valdiglesia, Catoute o El Miro, los cuales guardan en su interior pequeños lagos de montaña como Fasgúeu, Chagüeños o Cheirosu.

Una ruta: Brañas de La Seita y Zarameo

Quizás uno de los entornos que mejor resume este espacio natural tan valioso. Partiendo del pueblo de Cuevas del Sil ascenderás a la braña más grande del Alto Sil, Zarameo, perteneciente al pueblo de Matalavilla, pasando antes por la pintoresca braña de La Seita.

El recorrido, que es lineal con un parte circular, no lleva más de cuatro horas y permite conocer de primera mano el mundo de las brañas y su estrecha relación con un medio ambiente fascinante.

  • Peña Ubiña

Esta montaña no ejerce solo como tal, sino que se le podría atribuir también la consideración de guía, de faro, de imán, de meca del montañismo cantábrico, allá donde todas las miradas se dirigen. Peña Ubiña, con 2.417 metros de altitud, es una de las cumbres y uno de los entornos de montaña más atractivos del norte de España, siendo junto con Picos de Europa y el Macizo de Peña Prieta, lo más alto de la cantábrica.

Los pueblos babianos de León y los lenenses de Asturias comparten cumbres y puertos bajo Ubiña. Es tierra de nieve, de frío y cuesta, roca madre al descubierto y “práu” hecho para el ganado más duro y fuerte que aquí se cría.

Tuiza, Torrebarrio, Pinos, Rospasu... todos ellos se miran en el mismo espejo que no divide, sino que une las dos regiones principales de la cordillera Cantábrica. Junto a la cumbre principal un cohorte de picos no tan menores acompañan en varias direcciones dando lugar a un paisaje de gran sabor alpino.

Una ruta: Ascensión a Peña Ubiña desde Torrebarrio

Muchas posibilidades ofrece este macizo calizo. Llegar a él ya es laborioso de por sí. Una vez dentro de sus paredes, puedes optar por acompañar a los 'rebezos' hasta donde la tierra toca el cielo, o pasear sin muchos agobios entre las suaves praderas de los puertos pirenaicos.

Si el tiempo es bueno y el estado de salud también, lo más recomendable es subir a la cumbre. Ascender por el sendero clásico tiene una duración aproximda de cuatro horas de subida y tres de bajada. Esta ruta parte de la localidad leonesa de Torrebarrio y es sencilla. Aún así, es necesario extremar la precaución, eso sí, en la cresta y con tiempo inestable. Ubiña es una montaña a la que hay que tener mucho respeto.

  • San Isidro

Inmediatamente escuchar San Isidro puede que nos lleve a pensar en telesillas y mucha nieve. Si bien esto es cierto, hay que ver con más miras el entorno natural del Puertu San Isidro (1.520 metros), frontera entre el valle de Aller (Asturias) y Puebla de Lillo (León).

Este altivo puerto cantábrico cuenta con muchos alicientes para montañeros y senderistas. En su vertiente asturiana, el Pico Torres se yergue como si de una deidad inmortal de piedra se tratara, quizás alabado por los tribus ganaderas que aquí dejaron su impronta y de hecho siguen manifestándose a través de las brañas que de dispersan en el conceyu ayerán, rico en servicios turísticos y gastronómicos.

En su vertiente leonesa, los anchos valles se expanden hasta los lindes con el parque natural de Redes y las montañas de Ausente y Requexines, puntos de referencia para el senderismo cantábrico donde se pueden disfrutar de paisajes de nieve, lagos y accesibles y largas crestas desde donde se contemplan a la perfección las montañas de Redes y Picos de Europa.

Una ruta: Braña y bosque de Gumial

Wamba, Entrevados, Ausente, Toneo, Torres... existen muchas opciones en San Isidro e inmediaciones. Una de ellas es la ruta señalizada de La Braña y bosque de Gumial, ya dentro de la vertiente asturiana de Felechosa.

Es un paseo de cuatro horas ida y vuelta que nos permite disfrutar de tres tipos de paisaje. El primero de fondo de valle y ribera, para luego atravesar un segundo de cascadas y hayedo y finalizar en un paisaje de alta montaña con brañas en buen estado de conservación. Recomendable para cualquier época del año.

  • Riaño y Mampodre

Sin duda Riaño siempre ha sido uno de los platos fuertes de la cordillera Cantábrica. Riaño representa y aglutina en su entorno las dos vertientes de la cordillera Cantábrica así como una variedad de paisajes que van desde fondos de valle largos y anchos, bosques de haya y roble, oscuras montañas de cuarcita, blancas torres de caliza vecinas a los inmediatos Picos de Europa y cuencos glaciares donde se dice que son donde más nieva de toda España.

El corazón de la comarca es el artificial núcleo de Riaño, fruto de un fatídico embalse que si bien deja postales de latitudes escandinavas, ha supuesto un declive social en la zona y un golpe al medio ambiente. Alrededor de este, se extienden pequeñas subcomarcas como Valdeburón, Tierra de la Reina o Alión. En todas ellas la naturaleza es la indiscutible protagonista.

Riaño y Mampodre es además de Parque Regional, Reserva Nacional de Caza, por lo que las poblaciones de ungulados y depredadores suelen ser abundantes y fácilmente visibles en las rutas y esperas. Y de toda esta naturaleza protagonista, sin duda la entremezcla de hayedos con las verticales peñas calizas que rodean los valles son el mejor telón de fondo para una estancia en esta tierra leonesa de buena carne, hórreos y tradiciones prerromanas.

Una ruta: Los valles de Polvoredo

La comarca es rica en bosques, quizás con las vecinas Valdeón y Sajambre y junto con el Alto Sil, sea uno de los enclaves más importantes del bosque cantábrico en León. Por ello hay que buscar el color y el abrigo de la 'biesca' especialmente en los meses de otoño y primavera. La ruta circular de los valles de Polvoredo, Becenes y Muñenes te llevará a conquistar este territorio tan bien conservado y organizado.

En el punto medio de la ruta, además, tienes uno de los mejores miradores de la comarca, una buenísima panorámica hacia el valle de Sayambre, uno de los tesoros más ocultos de la cordillera cantábrica. En cinco se puede completar esta ruta de escaso desnivel y muy estimulante para los sentidos.

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