El asalto de Columbrianos

Fotos cedidas por Santiago Macías. Imágenes de 3 de los asesinados en Columbrianos, de izda a dcha: Manuel Moreno Casado, junto a varios compañeros; Miguel Cuellas Gómez; y Robustiano Arias Carujo.

V. Silván/Ical

El 5 de junio de 1945, el pueblo de Columbrianos vivió uno de los episodios más trágicos de la posguerra en el Bierzo, en el que perdieron la vida tres guerrilleros y dos de sus enlaces a manos de un grupo de guardias civiles y miembros del Ejército, durante el asalto a la casa en la que estos se escondían. Un suceso que ahora recuerda el Ayuntamiento de Ponferrada, que esta semana inaugurará la calle en la que aún se ubica esta vivienda y que pasará a llamarse calle '5 de junio' cuando se van a cumplir 70 años de estos hechos, en memoria de los cinco asesinados: Miguel Cuellas Gómez 'Artillero', Robustiano Arias Carujo 'Felipe', Manuel Moreno Casado, 'Andaluz', Catalina Martínez Núñez y Pedro García Tirado.

“En la madrugada del 5 de junio de 1945 un nutrido grupo de guardias civiles y miembros del Ejército se desplazaron a Columbrianos tras la confidencia de Evangelina Álvarez al capitán de la 4 Compañía de la 108 Comandancia de la Guardia Civil, Felipe Romero Alonso”, empieza a relatar estos hechos Santiago Macias en su libro 'El monte o la muerte' . Tras llamar varias veces a la puerta y no recibir respuesta, entraron por la fuerza. En el interior se encontraba la propietaria de la casa , Catalina Martínez Núñez, junto a una joven de Carracedo, Oliva Amigo, que le ayudaba en las tareas de la casa, y un joven criado, Antonio Botas, de Villar de los Barrios y que apenas tenía 15 años.

Ellas negaron que los guerrilleros se encontraran en el interior, pero el joven, asustado, confirmó a los guardias que los había visto por la casa. “El registro minucioso de todas las estancias, que se alargaría por espacio de cinco horas, no permitió obtener resultado alguno, por lo que las fuerzas represivas optaron por establecer un cerco para evitar una posible fuga de los guerrilleros”, cuenta Macías, mientras continuaba el registro. Fue entonces cuando uno de los mandos se dio cuenta de la diferencia de altura que había entre la cocina y otras estancias de la vivienda y comprobaron, al acceder a la parte superior, que “en el suelo las maderas no coincidían unas con otras y que alguna de estas presentaban señales de movilidad”, como una especie de trampilla por la que se accedía a un falso techo.

Según el atestado de la Guardia Civil, al mover las tablas descubrieron que debajo había varios hombres y comenzó el enfrentamiento. “Los que se hallaban allí ocultos hicieron uso de armas automáticas contra la fuerza, repeliendo la agresión sin pérdida de tiempo toda la que se encontraba en aquellos lugares y de la que resultaron muertos tres hombres que se hallaban en el referido escondrijo, que mide una altura de unos cincuenta centímetros”, recoge literalmente el atestado. Los tres guerrilleros fueron acribillados en su escondite, todo indica que sin poner resistencia, víctimas del fuego a quemarropa abierto por los guardias desde el piso inferior hacia el falso techo “hasta que las tablas agujereadas comenzaron a teñirse de sangre”, detalla Macías.

Mientras, la dueña de la casa fue acribillada en la habitación contigua, donde se había ocultado para intentar salvar su vida. Cuatro víctimas mortales, a la que sumó una quinta, Pedro García Tirado, sobrino de la dueña de la casa y encargado de construir el refugio donde se encontraban los tres guerrilleros y que en esos momentos estaba al lado de la casa. Fue conducido al interior y asesinado junto a su tía, aunque el atestado justifica cuando Pedro,“al ver el tiroteo que por ambas partes se realizaba, emprendió una vertiginosa carrera con dirección al exterior del pueblo por una calle paralela al edificio de mención y como no obedeciera las voces de alto dadas por las guardias exteriores y confundiéndolo con unos de los individuos que se buscaban abrieron fuego sobre él, resultando muerto”. Un dudoso ejemplo más de la aplicación de la denominada ley de fuga.

'Artillero', 'Felipe' y 'Andaluz'

César Sánchez/Ical. Una vecina señala el lugar dónde se escondían los guerrilleros en la casa situada en Columbrianos, dónde fueron ajusticiados y a los que se les rinde homenaje con la calle '5 de junio'

De los tres guerrilleros muertos, Miguel Cuellas Gómez, apodado 'Artillero' -porque esa había sido su tarea durante la Guerra Civil en el frente asturiano-, era el único que era natural de Columbrianos, donde había nacido en 1912, y el responsable de que estuvieran ocultos en esa casa, desoyendo las instrucciones que les habían transmitido y sabiendo que la Guardia Civil había recibido confidencias de una antigua enlace de la guerrilla, lo que hacía muy peligrosa la estancia en la vivienda de Catalina. Eran las fiestas patronales y Cuellas Gómez pensó que el lugar era seguro y ya había sido registrada con anterioridad con los guerrilleros dentro gracias a ese escondite en el falso techo.

Otro de los muertos en los sucesos del 5 de junio era Robustiano Arias Carujo, 'Felipe', también berciano, de San Esteban de Valdueza, y que apenas contaba con 32 años el día del asalto. Al igual que 'Artillero', había luchado en Asturias -integrado en la II Compañía de Montaña- y tras caer el frente sur fue encarcelado en Astorga, de donde logró escapar el 29 de septiembre de 1942. El tercer guerrillero asesinado, y que en ese momento no fue identificado, era el andaluz -de ahí su apodo-Manuel Moreno Casado, nacido en 1913 en Porcuna (Jaén). El 'Andaluz' había huido del destacamento penal de Casaio (Orense) el 30 de junio de 1944.

Una sexta víctima

Pero esas no serían las últimas víctimas en Columbrianos en ese mes de junio de hace 70 años. Y es que la consecuencia más grave de este suceso, según advierte Macías, fue el descubrimiento por las fuerzas represivas de todo el esquema de enlaces y colaboradores. “La primera víctima posterior al suceso fue un vecino de Camponaraya, cerca de Ponferrada, llamado Ángel Ovalle Bodelón, uno de los colaboradores más activos de la guerrilla que trabajaba en aquel momento en los muelles de carga de carbón de la mayor empresa minera de la época, la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP)”, cuenta en el capítulo dedicado al asalto a Columbrianos en 'El monte o la muerte'.

Al día siguiente del suceso de Columbrianos, un brigada y dos guardias se presentaron en su trabajo en la MSP y Ángel Ovalle, avisado de la llegada de los agentes, emprendió una huida desesperada para salvar la vida. El atestado explica que el colaborador de la guerrilla “se dio a la fuga emprendiendo vertiginosa carrera sin que en aquel momento se pudiera hacer uso de las armas, por ser punto de trabajo, encontrándose muchos obreros trabajando” y que tras una larga persecución a pie y en coche, que acabó en el monte Castro de Columbrianos, donde se le alcanzó y cayó tras recibir ocho disparos de mosquetón y trece de subfusil.

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