Estas cinco leonesas son de premio

Mujeres cooperativa Del Monte de Tabuyo

Isabel Rodríguez

Son cinco valientes. Luci Abajo, Encarna Ares, Carmen Ares, Visi Ares y Marisa Rodríguez. Cinco mujeres entre 48 y 54 de edad, que hace cuatro años, guiadas por la necesidad -cuatro estaban sin trabajo- y caminando por una senda que iban trazando con el aprendizaje, decidieron poner en marcha una cooperativa para elaborar los productos que les ofrece el rico monte de Tabuyo. Pisaban despacio, pero solo cuatro años después han conseguido que esta localidad de la Valduerna atraiga a visitantes desde todas partes de España y que su coraje y su iniciativa sean conocidos y reconocidos allá donde van. El Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino les entregará mañana, jueves, uno de los 12 Premios de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales por haber fundado 'Del monte de Tabuyo'.

Este galardón -de 25.000 euros- recompensa iniciativas en las que se apliquen modelos de negocio basados en la gestión sostenible de los recursos naturales. “Sin nuestro monte no somos nada”, advierte Marisa. Por eso sabe que si él las nutre a ellas, ellas deben respetarlo. Tras la cocina en la que trabajan, una caldera de biomasa les proporciona el calor que necesitan a base de restos forestales, semillas y huesos que quedan al elaborar mermeladas y otros productos. “Aquí acaba la carretera y el monte está sin contaminar. Es un negocio ligado al territorio con el que cierras el círculo de la sonstenibilidad social y económica”, asegura Marisa.

La mermelada fue su primera puerta. En la cocina de una de ellas transformaban las frambuesas para después venderlas en ferias gastronómicas de diferentes ciudades. Así iniciaron contactos con otras mujeres emprendedoras y fueron colocando los cimientos del negocio. Una subvención del Fondo Leader les dio un primer empujón que, junto con un crédito bancario, supuso la inversión inicial. La burocracia fue una batalla difícil y Marisa todavía recuerda los comentarios machistas que tuvieron que soportar de algún empleado de banco que les preguntaba: “¿Saben vuestros maridos lo que estáis haciendo?”

Las que sabían lo que hacían eran ellas, aunque cuando se paran a ver la que han montado todavía les cuesta creer que sea real. De la mermelada se pasaron a las setas y fueron aprovechando todos los nutrientes de su tierra para convertirlos en deliciosos platos preparados: mermelada de frambuesa al cacao, judiones con boletus, puerros en escabeche de frambuesa, paté de boletus... La lista es larga y todo lo tienen a la venta en su tienda de Tabuyo y en la de su página web a través de internet. De hecho, el restaurante en un principio lo crearon como un espacio donde los clientes pudieran degustar los productos antes de llevárselos. Sin embargo, el éxito de este -entre otras cosas, por su menú micológico- avanzó por sí solo y tuvieron que ampliarlo para cubrir la demanda.

Si les preguntamos por el secreto para poner en marcha un negocio original en un entorno complicado y obtener el reconocimiento de tanta gente, la respuesta es clara: “Lo único que hemos hecho es trabajar muchísimo”. El día que las entrevistamos son las seis de la tarde de un diario y todavía están comiendo después de atender a decenas de clientes. Luego tienen una reunión de emprendedores. Un lunes de finales de verano podían tener en el comedor a 90 personas. Así que entre los fogones han ido tejiendo un telar de complicidad y esfuerzo que va dando sus frutos.

Mientras tanto, siguen ampliando negocio. Preparan comida para llevar a casa, en grandes cantidades si es necesario para un evento especial y disponen de detalles de boda -un paquete con dos pequeñas mermeladas como recuerdo del enlace, por ejemplo-y no les faltan ideas. Ahora son ellas las que, con su experiencia, aconsejan a otras mujeres que ven la necesidad de emprender en un medio rural. Lo hacen porque saben que ese apoyo es fundamental para lograr salir adelante, igual que les brindaron sus familias para poner esto en marcha. “Se han implicado mucho”, comentan. Y nos muestran también la memoria que enviaron al Ministerio para optar al premio. Entre los cientos de páginas hay un apartado, bien nutrido, con cartas de apoyo. “No tuvimos ningún problema en conseguirlas, se volcaron con nosotras, y eso es muy importante porque es verdad que uno no hace granero, pero ayuda al compañero”.

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