El más desconocido de los palacios leoneses

El Palacio de Villasinda, en la Calle Ancha.

ileon.com

El Palacio de los Guzmanes, sede de la Diputación, y el Palacio del Conde Luna, recientemente restaurado quizá hayan sido los responsables de quitarle protagonismo al Palacio de los Marqueses de Villasinda como uno de los tres exponentes de la arquitectura palaciega del siglo VXI en León.

Fue una época marcada por el auge económico que derivó de la colonización americana, en la que la aristrocracia adopta nuevas pautas de significación social y erige grandes palacios urbanos. En León, fueron estos tres, que aún se conservan. Desde el punto de vista arquitectónica, esta obra del arquitecto Juan del Ribero es una de las muestras de la “apoteosis renacentista” dominante en aquela época. Como dato, agregar que el mismo arquitecto es responsable de la construcción del Palacio de San Marcelo y de la Iglesia de las Carbajalas.

Hoy no es posible visitarlo en su itnerior, ya que la parte inferior está ocupada por una sede bancaria y las planta superiores destinadas a viviendas particulares.

Fue propiedad de Francisco Alonso Quirós, marqués de Villasinda, caballero de Santiago y regidor perpetuo de León, además de nieto de Suero de Quiñones. Los Marqueses promovieron la construcción e este edificio entre 1570 y 1580. Luego, llegarían a ser muy poderosos en la zona sur de León, con extensas propiedades en la zona de los Oteros.

El palacio desafiaba en hermosura al de los Guzmanes, ubicado justo al lado, con sus torreones de piedra blanca, su sillería bien labrada con ostentosos escudos de las familias, su patio de columnas, sus escalinatas o balcones con balaustradas.

Un incendio lo destruyó

Del edificio original sólo subsisten las fachadas de los torreones y algunos elementos aislados, como los balcones, ya que fue practicamente destruido en su totalidad por un cuento incendio a principios del S.XX.

En su momento, la entrada principal daba a la calle del Cid, donde se encuentra el escudo de la familia, excelentemente conservado hasta nuestros días. La fábrica es de sillería de piedra de Boñar, y los arquitectos señalan una curiosidad en su contrucción: el enorme tamaño de las piezas de la torre occidental, especialmente en su base, muy diferente de las piezas que componen la torre oriental. Hasta hoy, nadie ha encontrado una explicación satisfactoria sobre el porqué de esta diferencia.

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