“La calle te golpea muy fuerte. Desconfío hasta de la sombra que piso”

Cruz Roja1

M.C.

“Desde que estoy en esto”. Decenas de personas sin techo en León se refieren a su situación de 'sin hogar' a “estar en esto” para evitar palabras como 'vagabundos' y 'mendigos', dolorosas para ellos. No están orgullosos, y sienten miedo. Las personas que viven en la calle tienen nombre y apellido y, la mayoría recuerdos con historias no demasiado distintas a las de cualquier ciudadano. “Mala suerte”, se consuelan algunos. ileon.com ha acompañado a la Cruz Roja en León en sus salidas de emergencia nocturna, que cada martes y jueves realizan en la capital leonesa para acercar una taza de café, unas magdalenas, una manta en invierno o, simplemente, un rato de charla a quienes les esperan en puntos determinados de la ciudad.

Tras la carga de agua en los termos y la bollería, los voluntarios de la Cruz Roja salen del edificio de la fundación en Alcalde Miguel Castaño y comienzan la ruta. La primera parada es Santo Domingo.

Pedro. “Espero que alguien se acuerde de mí para darme trabajo, es lo que pido”. Pedro lleva dos años en la calle. Proviene de una familia humilde, su padre era pastor. La situación de desempleo y su falta de ingresos le han obligado a hacer de la calle su casa.

“He trabajado en limpieza, en construcción, en ganadería, en viñedos y recogiendo la cosecha”, explica. Pedro confiesa que estar en la calle le transmite mucho pesimismo: “desde que estoy en esto fumo dos paquetes diarios”.

Uno de los mayores temores de este hombre de mediana edad y aspecto aseado, llega con la noche. “Tenemos mucho miedo durmiendo, existe peligro. Hay que dormir con un ojo abierto y el otro cerrado”. Pedro asegura que, aunque son ellos los que crean esa situación de desconfianza, ellos sienten miedo de las personas, porque nunca saben cómo van a reaccionar: “pueden dejarte dinero, pegarte o, incluso, pueden quemarte”.

Pedro: Tenemos miedo, existe peligro. Hay que dormir con un ojo abierto y el otro cerrado

El leonés recuerda como durmiendo en un cajero, entró un grupo de hombres de etnia gitana, del 'culto gitano'. “Pensé que no lo contaba. En cambio me invitaron a su iglesia, me trajeron un bocadillo y una botella de agua. Otra noche, un hombre me preguntó si había cenado y ante mi respuesta me ofreció dinero para comer algo”, confiesa.

“No es apetecible pedir dinero. Me siento avergonzado de que la gente tenga que tirar de nuestros problemas porque el Gobierno no responde”, declara.

Sierra. “La calle te golpea muy fuerte. Es una vida muy dura, muy perra. Desconfío hasta de la sombra que piso”. Sierra -apodo elegido por el entrevistado-, de Ponferrada, lleva unos cinco años en León, cuatro durmiendo en la calle. Sierra relata irónico el día que conoció a los voluntarios de Cruz Roja: “me encontraron durmiendo en un cajero del banco Bilbao-Vizcaya, en el que llevaba siete semanas. Me despertaron y me fastidiaron el sueño”, se ríe, “me aliviaron la noche”, añade rápidamente poniendo muy seria la voz. “Ahora somos amigos, se agradece mucho este tentempié y el trato agradable”, comenta, “principalmente en las noches de invierno”.

Sierra: Es una vida muy dura, muy perra

Sierra es uno de los usuarios de los servicios del centro de higiene de Cruz Roja, donde se ducha a diario. “Las monjas de Cáritas me lavan la ropa”. Además, del café, Sierra y muchos de sus compañeros de la calle reciben de la furgoneta “el desayuno para la mañana siguiente”, una bolsa con zumo, agua, y bollería.

Miguel. Miguel -nombre ficticio- es uruguayo y lleva dos años viviendo en la calle. Recién llegado a León desde Santiago de Compostela trabajó en Madrid en la construcción, haciendo reformas y trabajos de jardinería, pero la burbuja inmobiliaria le arrebató su vida laboral y con ella la posibilidad de pagarse un piso o una habitación.

En la capital española también fue 'sin techo'. Pero no pierde la esperanza: “nada más llegar a León me apunté a la bolsa de trabajo de Cruz Roja. Estuve un mes viviendo en 'Calor y Café' -de la Sociedad de San Vicente de Paúl en León- pero tras un mes tienes que permanecer fuera otros dos para poder volver”, comenta. “No le deseo la calle ni a mi peor enemigo”, sentencia.

Miguel: No le deseo la calle ni a mi peor enemigo

Miguel en su país era encuadernador de libros antiguos. Se vino a España buscando un futuro mejor y, a pesar de todo, no tiene pensado volver a su país “porque allí la situación es peor”. De momento, Miguel sobrevive sin pedir dinero, con la ayuda de Cruz Roja y Cáritas. “Llevo mi casa a cuestas”, charla mientras muestra su mochila a la espalda.

Otra de las opciones que tiene la gente sin hogar para pasar la noche a cubierto es el albergue municipal, “donde permiten pasar hasta un máximo de cinco noches seguidas”. Pero durante julio y agosto cierra sus puertas, de lo que sus usuarios se quejan. “Durante esos dos meses dormimos en la 'pensión estrella”, bromea Sierra señalando hacia el cielo.

Javi. Tras 25 años trabajando en el sector del ferrocarril Javi, en febrero de 2012, se vio en el paro. Su vida dio un vuelco y pasó de cobrar una elevada nómina -“más de 4.000 euros”- “a no recibir nada”. Este leonés de La Robla, con siete años se quedó huérfano, haciéndose cargo de él sus abuelos. “Mi abuelo era maquinista. Así que yo me dediqué a lo mismo, hice el curso que costaba 700.000 pesetas; por aquel entonces yo tenía 18 años. He sido desde ayudante de circulación, maquinista jefe hasta responsable de seguridad de circulación”, declara, “y de la noche a la mañana me vi sin nada”.

Javi trabajaba para una gran empresa energética especializada en la industria minera, y se vio afectado por un ERE, debido a la problemática del carbón en la provincia. “Sigo en acciones legales contra ella”. De todas formas, Javi vive de sus ahorros, que le permiten pagarse una habitación en un piso compartido. “No me ha costado demasiado adaptarme a esta nueva vida. Me he hecho voluntario del comedor de las monjas, para ayudar”, explica.

Los voluntarios de Cruz Roja Sara y Nacho, y Natalia, técnico del programa integral a personas sin hogar reanudan la marcha para acudir al siguiente punto crítico de la ciudad. “En cada parada apuntamos el nombre del usuario, para llevar un control. También tenemos un cuaderno de referencias, donde anotamos nuevas informaciones que recibimos en relación a estas personas y su situación”, explican.

Las Unidades Móviles de Emergencia Social de Cruz Roja atienden a una media de entre 20 y 25 personas por noche. “En invierno es cuando más usuarios se acercan a nosotros, en verano muchos se van de la ciudad”, apuntan.

Los voluntarios comentan que la gente sin hogar suele ser reacia a ellos al principio. “Les cuesta coger confianza, desconfían de todo. Pero luego se entregan”. “La peor sensación llega cuando ves caras conocidas, nunca te esperas ver en esa situación a nadie de tu entorno”.

Voluntarios: La peor sensación: cuando ves caras conocidas, nunca te esperas ver a nadie de tu entorno

La siguiente parada es en las puertas del Parque de La Granja, y después las del puente de la Universidad, prolongación de la calle Nazaret en Mariano Andrés, y la del Centro de Salud de Pinilla. Estas son las fijas, pero Natalia, Sara y Nacho explican que tras 'las visitas obligadas' circulan por la ciudad para controlar otras zonas, en busca de gente necesitada.

“En algunas zonas están escondidos y no salen hasta que llegamos”. Así que los voluntarios tocan el claxon. “Algunos reciben la ayuda de los 400 euros, pero prefieren seguir en la calle”, comentan.

'Los búlgaros'. 'Los búlgaros' son un matrimonio de mediana edad que llevan 11 años viviendo en España. Dejaron su país por una oferta de trabajo para él, en los túneles de Pola de Gordón. Según relata, su sueldo era “tan abundante” por aquel entonces que se decidieron por la compra de una vivienda en La Bañeza. Ella también trabajaba, con un sueldo modesto, que les permitía gastar en artículos de coste elevado sin preocupaciones. Vivían bien, y tenían a su hijo con ellos. Pero su suerte un día cambió: “me quedé sin trabajo, mi mujer tuvo un accidente y también perdió el suyo”.

Búlgaros (ella): No puedo ir con ropa de marca ni con joyas si vivo en la calle, pensarían que soy una loca

Las deudas empezaron a ahogarles y el banco les embargó el piso. “También trabajé en agricultura y como pastor de ovejas, pero todo se acabó”. Cuentan que “de la noche a la mañana” se vieron en la calle. A su hijo lo mandaron de vuelta a su país con el abuelo materno, y ellos se fueron a vivir a un piso, gracias a la ayuda de Cáritas, que durante nueve meses se hizo cargo del alquiler. Ahora, viven en el coche, en su BMW.

La mujer tuvo que recoger todas sus joyas y ropas firmadas junto con las demás pertenencias del matrimonio y guardarlas en el local de un amigo. “No puedo ir con ropa de marca ni con joyas si vivo en la calle, pensarían que soy una loca”, explica la mujer. Pero su fuerza y optimismo les hace seguir adelante. “Estamos esperando una ayuda para alquilar una habitación, y poder recuperar nuestras cosas. Lo más importante es que sabemos que nuestro hijo está bien”, se sinceran.

El Kaly y su mujer. A pesar de su corta edad, y tras un pasado familiar complicado, la mujer 'del Kaly' lo dejó todo para irse a vivir con su pareja a un coche abandonado en un descampado de la ciudad. “Cuando quieres a alguien haces cualquier cosa por esa persona”. La diferencia de edad entre ambos es muy grande, pero están enamorados y con planes de boda a la vista.

Su coche, destartalado, es su casa, y en él hacen “de todo, como cualquier pareja”. Es su salón, su cama, y su armario. Cocinan y se lavan fuera, con calderos, recogiendo agua de la fuente, y viven con el dinero que consiguen recaudar pidiendo cada día.

En esta situación se encuentran desde hace siete meses. “Yo me adapté muy rápido, y no echo de menos mi vida anterior”, comenta la joven, que recibe una pequeña suma -alrededor de 200 euros- por orfandad.

En León hay decenas de casos de personas que, por un motivo u otro, se han quedado en la calle. La mayoría de ellos no mantiene ningún lazo con su familia, por discusiones, por vergüenza a que conozcan su situación, o por no suponer una carga, según sus propios relatos. “Hay que ser consecuentes, y humanos: Nos puede pasar a cualquiera”, aconsejan los voluntarios de la Cruz Roja.

Etiquetas
stats