Aquel León empedrado que se murió

Maravillosa imagen de la Plaza Mayor (con 'fantasmas' incluidos), fechada en 1867.

Carlos J. Domínguez

Empedrado. Canto rodado. Guijarros de río. Hubo un tiempo que en León, la capital del viejo Reino, tenía un aspecto uniforme en el tratamiento de sus calles, y no sólo las principales.

Hoy la memoria no alcanza a visualizar aquella estampa. Ni siquiera las fotografías antiguas de finales del siglo XIX y principios del XX dejan entrever una visión global de la solución higiénica que el empedrado aportaba a las calles que antes fueron de tierra y barrizal. Aunque puestas muchas de esas fotos juntas, como en este reportaje que aporta 30 imágenes, algunas de ellas inéditas y otras auténticas sorpresas poco conocidas, sí permiten comprobar que León estaba casi en su totalidad empedrado al uso tradicional.

Así lo veían los viajeros

De ello dieron buena cuenta abundantes testimonios de la época que, sin embargo, al provenir de países más avanzados entonces recogían el pavimento como algo totalmente característico de León y sin embargo lo denostaban un poco. Tal fue el caso del viajero alemán Alexander Ziegler, que en 1850 pasó por León, consignando por escrito que “el pavimento de la ciudad, que consiste en gravilla y guijarros, deja mucho que desear”.

Retrataba un León que “tiene un conjunto de 70 calles, 4 plazas y varias plazuelas”. Y centraba su atención especialmente en la Plaza Mayor, “un cuadrado muy hermoso rodeado de bellos edificios con balcones... Las restantes cinco plazas públicas de la ciudad que, por cierto, no tienen esta regularidad, normalmente se utilizan como lugar de mercado para vender o comprar el ganado y otros productos”.

Igualmente reseñado por Casado y Carreira en un estudio datado en 1985, otro alemán, el científico Hans Friedrich Gadow, volvió a dar el parecer teutón en 1895: “La ciudad propiamente dicha, de unos 12.000 habitantes, es mucho más pequeña de lo que uno podía suponerse desde que en la niñez oía hablar de las glorias del reino de León. Su estructura es extremadamente densa y compacta; las calles son estrechas y están pavimentadas con los guijarros más temibles, con rodadas profundas y gastadas”. Ni que decir tiene que el mantenimiento entonces brillaba por su ausencia en lo que obra pública se refiere.

Friedrich se quedaba con una única vía: “Hay tan solo una calle ancha, pero corta, bien pavimentada, con algunas tiendas tolerables de tejidos y de comestibles, y algunos cafés moy modestos. No existe un centro comercial y a nadie se le ocurre pasear por estas calles estrechas, con sus casas carentes de interés. Los lugares de paseo y esparcimiento están fuera de la ciudad, y hacia allí se dirige los domingos casi toda la población”.

Sólo el paso del tiempo y la convicción paulatina de que ese empedrado de canto rodado sobre tierra cruda era un vestigio de atraso, y que era mejor primero el cemento, luego los adoquines y finalmente el asfalto, fue acabando con aquellos rincones tan auténticos.

Hay que verlo para creerse que la mismísima Calle Ancha o Santo Domingo, Ruiz de Salazar (detrás de Juan del Encina), la Plaza de las Concepcionistas, la propia actual avenida Ramón y Cajal, la Plaza de Regla frente a la Catedral, por supuesto la Plaza Mayor, casi todo lo que hoy es el Barrio Húmedo, el Arco de la Cárcel, la Plaza de San Lorenzo, Fernández Cadórniga, Puerta Obispo, o la Plaza de Don Gutierre, por mencionar sólo algunas, eran entonces como hoy es la Plaza del Grano.

Y como la Plaza del Grano puede dejar de serlo en parte si no tiene marcha atrás el polémico proyecto que, amparado en una mejora de la movilidad, está levantando buena parte de ese empedrado tradicional para dar paso a unas aceras que provocan una creciente contestación social y de algunos expertos, así como la defensa a ultranza de otros que secundan al equipo de Gobierno del PP en el Ayuntamiento, encabezado por Antonio Silván, tales como el Colegio de Arquitectos.

Proponemos un paseo histórico y patrimonial por algunos de esos rincones perdidos para siempre en la ciudad de León, fruto de decisiones que -como ocurrió con Puerta Obispo por espurios intereses, por ejemplo- se ampararon en la modernidad y mejora de las condiciones para los vecinos de León.

En un tiempo en que incluso en calles como la Carretera de Los Cubos el empedrado era lo más moderno y limpio, situado en las aceras, para que sólo quedara de tierra la parte central como carretera de las carretas y carros de antaño. Hoy, que los leoneses ya no caminan con madreñas ni abarcas, las losas uniformizan el aspecto de la práctica totalidad de las vías publicas de la capital, y de tantas capitales. Hoy ya no es ayer. Aquel ayer empedrado que se murió para siempre en León.

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