El chocolate en Astorga, historia de una industria floreciente

Carlos S. Campillo / ICAL Museo del Chocolate de Astorga

Cristina González Pérez/Astorgaredaccion.com

“Espeso, dulce y caliente”, así dicen las crónicas que era el chocolate que se elaboraba en la ciudad de Astorga ya en el siglo XVII. Enclavada en el Camino de Santiago y perteneciente a la provincia de León esta bimilenaria ciudad de unos doce mil habitantes vive hoy fundamentalmente del turismo y del pequeño comercio, así como de algunas industrias alimentarias entre las que destaca por su tradición la del chocolate, floreciente en otro tiempo aunque minoritaria en la actualidad.

Fue Hernán Cortés quien en 1520 trajo a España el primer chocolate, alimento habitual en las culturas azteca y maya. El origen que une a la ciudad de Astorga con la elaboración del chocolate se remonta al siglo XVI, cuando se acordó el casamiento de la hija de Hernán Cortés, María Cortés de Zúñiga, con Álvaro Pérez Osorio, heredero del marquesado de Astorga. Se cree que una cuantiosa parte de la dote que aportó Hernán Cortés fue cacao, por su alto valor nutritivo y comercial.

A partir de esa fecha el monopolio español sobre el cacao propició la aparición de obradores y fábricas en nuestro país desde donde la afición al chocolate se extendió al resto de Europa.

No existe ningún estudio antropológico exhaustivo y riguroso sobre la industria del chocolate en Astorga, pero todos los artículos y referencias publicadas apuntan tres causas fundamentales para su implantación masiva

en la ciudad:

En primer lugar, el hecho de que fueran los arrieros maragatos los que dominasen el transporte de mercancías desde los puertos gallegos al interior de la península facilitaba el suministro de cacao a la ciudad así como el traslado posterior del chocolate ya elaborado a otros puntos del país para su venta.

Por otro lado, la ciudad poseía un clima frío y seco, ideal para el enfriamiento rápido del chocolate sobre el suelo, procedimiento que se utilizó hasta la aparición de las cámaras frigoríficas.

La tercera causa apuntada es que Astorga era capital de una Diócesis muy extensa y densamente poblada, con un gran número de sacerdotes y monasterios y, por lo tanto, de consumidores de chocolate; falta una investigación a fondo sobre esta relación entre la condición de eclesiástico y el consumo de chocolate, relación que, sin embargo, no cabe duda de que existía, hasta el punto de producir un texto como 'Question moral. De si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico' publicado en 1636 por Antonio de León y cuyo tema era si la ingestión de chocolate alteraba o no el ayuno practicado por los católicos.

La primera noticia documentada en la provincia de León en la que se hace referencia al chocolate parece ser el testamento de D.Ramiro Díaz de Laciana y Quiñones (1661) en el que se mencionan como haberes del testador “media arroba de chocolate”. En 1752 aparecen ya censados ocho fabricantes de chocolate en Astorga; en 1845 son ya diez las fábricas que se mencionan y en 1873 Matías Rodríguez Díaz escribe en su Historia de la muy noble leal y benemérita Ciudad de Astorga que “No es sólo la industria agrícola la que contribuye a dar vida á la población: hay otros ramos importantes, figurando en primera línea la acreditada fabricación de sus apetecidos chocolates, cuyo artículo alcanza una asombrosa demanda, siendo actualmente las fábricas antiguas que más género elaboran y expenden las de los señores Goy (D.Modesto y D.Vicente), Rubio (D.Magín y D.Delfín), Lombán, Murias, Miguélez, Panero, H.Granell y Martínez, Alonso Martínez, Luengo (D.Victorino), Feyto y Manzano, Velasco (D.Venancio), Cuervo (D.Dámaso), López (D.Vicente), Blanco (D.Nicolás).

Calcúlase en unos tres millones de pesetas el valor de los cacaos, azúcares y canela que anualmente se emplean para su fabricación, pues, además de las casas mencionadas, hay otras muchas que en dicha industria se ocupan, aunque en más pequeña escala“(1) Y en el apartado de la misma obra dedicado al comercio se insiste en que ”La exportación más valiosa consiste en el considerable número de cajas del afamado chocolate y sabrosas mantecadas de Astorga, que diariamente se facturan con destino á Madrid y otras muchas provincias, y aún para el extranjero y Ultramar“(2)

En 1920 figuran veintitrés obradores en Astorga y la industria se ha extendido a buena parte de la provincia de León. Esta situación de auge dura aproximadamente hasta los años cincuenta, momento en que comienza la decadencia del sector debido fundamentalmente a la competencia excesiva, la merma en la calidad del producto y, sobre todo, la falta de unión entre los fabricantes y de un proyecto de futuro a largo plazo viable para esta industria; en 1991 quedan sólo siete artesanos en Astorga, que se reducen a uno en la actualidad.

Hasta no hace mucho tiempo el chocolate se elaboraba mediante la técnica conocida como 'a la piedra' o, más comúnmente, 'a brazo', un procedimiento muy similar al utilizado por las culturas precolombinas: se tostaba el cacao en tostadoras sobre fuego de leña durante un periodo de tiempo no inferior a una hora y que variaba según la calidad de la materia prima; después las mujeres se encargaban de descascarillarlo a mano sobre artesas de madera; posteriormente se molturaba o refinaba utilizando unas piedras de granito abarquilladas conocidas como 'metates' o 'refinaderas' en las que el grano se molía a mano utilizando un rodillo también de granito (de esta fase de la elaboración deriva la denominación de la técnica), la piedra se calentaba colocando bajo ella un hornillo con fuego, y así se obtenía el licor de cacao al que se añadía azúcar(en etapas más tardías comenzó a mezclarse también con harina y/o especias como vainilla o canela); la mezcla conseguida pasaba a los moldes de madera o metal donde se ajustaba moviendo el molde; una vez lisa y homogénea se procedía a señalar la división en onzas y a imprimir las marcas de pastillaje mediante troqueles; se llegaba así a la fase de enfriamiento sobre suelo; una vez frío el chocolate sólo quedaba retirarlo del molde y envolver cada tableta que después se colocaba en cajas o latas para su distribución.

A finales del siglo XIX comienza el proceso de mecanización de esta industria que supone la introducción a lo largo del tiempo de tostadoras con motor eléctrico, máquinas descascarilladoras, refinadoras mecánicas, mezcladoras, templadoras y túneles de enfriamiento. Todos estos elementos hacen posible aumentarar la producción pero a costa de perder calidad artesanal.

Sin embargo este proceso no ha continuado y en la actualidad puede hablarse de elaboración semi-artesanal pues si bien se utiliza la maquinaria arriba mencionada, la intervención del artesano sigue siendo fundamental

para el proceso de elaboración.

Esta industria floreciente dejó sentir su influencia en la vida social y política de la ciudad, así como en su desarrollo económico, pues generó la creación de industrias subsidiarias que se encargaban de la fabricación de envolturas y envases y de las campañas publicitarias así como, a partir del siglo XIX, de la fabricación de las máquinas necesarias para la mecanización del proceso de elaboración del chocolate.

A pesar de su innegable importancia para el pasado y el presente de Astorga la industria del chocolate y su influencia en la historia y la vida de la ciudad permanecían en el olvido hasta que fueron rescatadas por la voluntad, el esfuerzo y la ilusión de un astorgano, D. José Luis López García (Astorga, 1927-2010) Este comerciante de telas y coleccionista autodidacta comenzó a publicar investigaciones sobre aspectos de la cultura maragata en la prensa local con tan solo veinte años, pero fue tras su jubilación cuando, animado por el grupo de imagen M.A.S., decidió aprovechar su colección particular de objetos ligados a la fabricación del chocolate (recopilados durante dieciseis años, a partir del hallazgo casual en su casa familiar de unas cartas del siglo XIX, que le llevó a canalizar en este sentido su afición por los objetos antiguos y su inquietud por la investigación) para abrir al público un Museo del Chocolate que en la actualidad alberga la mejor colección de España y la segunda de Europa, solo por detrás de las museo del Chocolate de Colonia en Alemania.

José Luis López habilitó para el museo un local de su propiedad, de unos trescientos metros cuadrados de superficie, ubicado en el número 4 de la calle José María Goy, en pleno centro de Astorga, y lo puso en marcha con sus propios medios, respaldado por el Ayuntamiento de la ciudad pero sin ayuda económica alguna. El museo abrió sus puertas al público el 10 de septiembre de 1993 con la asistencia de D. Julio Caro Baroja.

Un objetivo explícito del creador del Museo fue, además de rescatar una parte del pasado de Astorga, “servir de estímulo a los fabricantes que quedan en Astorga para que superen las dificultades y también para que ellos u otros empresarios intenten recuperar el prestigio que tuvieron los ”chocolates de Astorga“ (3)

Durante los primeros años de vida del Museo, distintas revistas y publicaciones se hicieron eco de su existencia, dando a conocer la labor altruista de un José Luis López que era al mismo tiempo conservador, director, guía y alma del museo. El número de visitantes no dejaba de crecer, y los esfuerzos de Don Jose Luis y de su esposa parecían pocos. Tras la avalancha de visitantes recibida en 2000, se hizo patente que la ciudad estaba en deuda con el promotor del proyecto. A partir del 2002 se llevó a cabo el Inventario de la Colección Museográfica por parte del Ayuntamiento de Astorga.

Con el comienzo del nuevo siglo, el Ayuntamiento dio un paso al frente, y tras distintos tira y afloja se acordó adquirir la colección por el precio de 300.000 €. El Museo del Chocolate de Astorga es de titularidad municipal desde el 1 de enero de 2005.

Este 14 de febrero se inaugura una nueva etapa del Museo con el cambio de sede ya que el museo pasará a ocupar la antigua residencia y fábrica del chocolatero Magín Rubio, un palacete modernista situado en la Avenida de la Estación, nº 12-16.

El Museo del Chocolate de Astorga es un ejemplo de lo que una sola persona puede conseguir con ilusión y esfuerzo, pero también abre un amplio campo de trabajo para la investigación antropológica. Está aún por escribir una historia detallada y bien documentada de la industria del chocolate en Astorga, así como la evolución de la ciudad en la segunda mitad de este siglo.

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