Un europeo hace 7.000 años: con ojos azules y piel morena

Recreación artística del cazador de ojos azules que vivió hace 7.000 años / CSIC

Manuel Ansede / Materia

El poeta Gustavo Adolfo Bécquer podría haber mirado a la cara de un cazador europeo de hace 7.000 años y recitarle aquello de “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú”. El análisis del ADN de un diente de un hombre treintañero que vivió hace siete milenios en las montañas españolas sugiere que tenía piel oscura y ojos azules, un aspecto que “ya no existe en Europa”, según recalca el investigador Carles Lalueza-Fox, que ha dirigido el estudio. Es el primer genoma completo que se recupera de un cazador-recolector europeo y su análisis puede ayudar a entender los cambios genéticos que sufrió la especie humana al adoptar la agricultura y la ganadería como modo de vida.

Aquel hombre que miró al mundo con ojos azules ha sido bautizado con asepsia científica La Braña 1, por el yacimiento en el que fueron encontrados sus restos en 2006, una fría cueva situada en el municipio leonés de Valdelugueros. La Braña 1 vivió en una época previa a la revolución cultural del Neolítico, que trajo una dieta rica en cereales y leche, además de suponer la llegada de nuevas enfermedades procedentes de los animales domesticados. La Braña 1 era intolerante a la lactosa de la leche y digería mal el almidón de los cereales.

“No podemos saber el tono exacto, pero tenía la piel más oscura que todos los europeos actuales”, sostiene Lalueza-Fox, refiriéndose a europeos desde el punto de vista genético. “Los datos que tenemos indican que en aquella época eran muy pocos y muy uniformes genéticamente, así que es posible que en Europa fueron todos bastante parecidos”, opina el investigador, del CSIC, dibujando un continente lleno de cazadores de ojos azules y piel oscura. “La mutación de la piel clara pudo entrar en Europa procedente de Próximo Oriente más tarde, en el Neolítico”, hipotetiza.

Los autores del estudio, que se publica hoy en la revista Nature, creen que, pese a la enorme distancia, aquel cazador de ojos azules tenía un ancestro común con los pobladores de Mal'ta, un yacimiento cercano al lago Baikal, en Siberia, en el que se han encontrado estatuillas talladas en marfil de mamut hace más de 20.000 años.

Un científico que se pierde en su edificio

Esqueleto de La Braña 1, tal como fue hallado en 2006 / J.M. Vidal Encina

Lalueza-Fox ha dirigido el estudio junto a Eske Willerslev, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca). En su reciente libro Palabras en el tiempo (editorial Crítica), el investigador español contaba hilarantes anécdotas de su trabajo con Willerslev, que nada tienen que ver con la asepsia científica de, por ejemplo, el nombre de La Braña 1. “Eske es un científico joven. Es, también, apasionado y desordenado en extremo (durante bastante tiempo solía perderse en su propio edificio y necesitaba salir a la calle para volver a entrar por la puerta principal y de esta manera encontrar su despacho). Eske es incapaz de recordar en qué piso de un hotel se aloja, el número de la habitación, la calle donde se encuentra el hotel y el nombre mismo de éste”, arranca Lalueza-Fox sobre el investigador danés, autor de una veintena de publicaciones en las revistas científicas Science y Nature.

“Además, Eske desafía todos los convencionalismos académicos; es capaz de escuchar un seminario en la universidad tumbado en el suelo, pasarse una noche en vela trabajando en el laboratorio para terminar un experimento o beber una copa de más en la cena más formal de su departamento. Y como su mujer no le permite trabajar los fines de semana, no es raro que llame a sus colaboradores los domingos, escondido en el lavabo de su casa”, continúa el científico español en Palabras en el tiempo, un libro sobre las peripecias de los investigadores que participaron en la recuperación del genoma de los neandertales.

Willerslev, cuenta Lalueza-Fox, vive en un piso “plagado de escopetas de gran calibre”, recuerdo de sus expediciones a Siberia, Alaska y Groenlandia en busca de mamuts. En uno de esos viajes, uno de sus colaboradores “vio a Eske llegar corriendo al campamento seguido de cerca por un enorme oso pardo lanzado al galope”. En otro viaje a Siberia, “estuvo a punto de morir congelado, incapaz de encontrar el campamento al caer la noche”.

Referencia.

'Derived immune and ancestral pigmentation alleles in a 7,000-year-old Mesolithic European' DOI: 10.1038/nature12960.

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