“Puede haber guerras legales, pero no justas”

Fidalgo, con un ejemplar de su libro, en la biblioteca de su casa en Ponferrada.

Pablo M. Bello

El jurado del premio Tristana de Novela Fantástica 2010, convocado por el Ayuntamiento de Santander, destacó su clima de ansiedad, incertidumbre y terror, pero también resaltó su “amenidad y eficacia narrativa”. Carlos Fidalgo (Bembibre, 1973) se licenció en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja desde 1996 como redactor en la edición Bierzo de El Diario de León. Además, es autor de cuentos El país de las nieblas (2005), y figura en la Antología de escritores bercianos. Narrativa breve (1998) junto a relatos de Ramón Carnicer, Antonio Pereira o César Gavela, entre otros. Este jueves, firmará ejemplares de su nuevo libro en la Feria del Libro de León, al día siguiente en la de Ponferrada, y el domingo día 8 en la feria de Valladolid.

¿Cuál fue el embrión de tu novela?

Empezó siendo un cuento que se alargó. Podría enmarcarse en lo que se conoce como nouvelle, una novela corta. El agujero de Helmand parte de un escenario realista y actual: el Afganistán de nuestros días y la guerra entre los marines y el ejército inglés contra los talibanes, después de los atentados del 11-S. Se sitúa en el río Helmand, en la provincia de Helmand, una provincia fronteriza con Pakistán, en la que ahora mismo más combates hay y más gente está muriendo entre soldados y población civil. Lo que ocurre es que existe un eco de la contienda anterior de los soviéticos y los muyahidín, y del paso por esta zona de las tropas de Alejandro Magno, camino de la India, hace 2.500 años.

¿Desde qué punto de vista se narra la historia?

Es subjetivo. Es el punto de vista de un marine que narra en presente -en presente, lo recalco- lo que va sucediendo. Por tanto no hay un yo omnisciente. Las dudas y las incertidumbres se trasladan al lector.

La historia siempre se repite, claro.

La novela es circular. Pero no descubro nada si digo que hemos avanzado poco como civilización y siempre cometemos los mismos errores, y uno de ellos es la guerra y la violencia para resolver conflictos. Lo que digo es que después de 2.500 años no hemos aprendido nada.

¿Por qué?

Los traumas de la guerra no los heredamos; entonces, la siguiente generación vuelve a cometer esos mismos errores, a pesar de tener una referencia histórica. Y es que el horror, si no lo vives de primera mano, parece que se difumina. Tienes que vivir el trauma para darse cuenta del horror que hay detrás de una guerra.

Los traumas de la guerra no los heredamos; entonces, la siguiente generación vuelve a cometer esos mismos errores a pesar de tener una referencia histórica

Hablas de horror. Parece que resuena aquella exclamación de Marlow (“¡El horror, el horror!”) de 'El corazón de las tinieblas'.

Sí, hay mucho de esa frase. De hecho, alguien me ha dicho que la novela, sobre todo por el arranque, puede recordar a la de Conrad. Yo hablo también de un río, visto desde un helicóptero, que parece una serpiente que se retuerce entre las rocas.

A tenor de estos hechos, ¿crees que se puede hablar de guerras justas?

Puede haber guerras legales, pero no justas porque siempre hay víctimas inocentes. Eufemísticamente, ahora se dice lo de “daños colaterales”. Las bombas no preguntan, no hay guerras terapéuticas. Puede, sí, haber conflictos inevitables como la de Libia, aunque ésta se podía haber evitado antes pues Gadafi es un monstruo que hemos alimentado desde las democracias occidentales por el temor al terrorismo. En los años setenta, lo servicios de inteligencia norteamericanos, cuando intervinieron en Chile o derribaban dictaduras y ponían a otros dictadores, se decía: éste nuestro hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta“. Ésta era la filosofía de la CIA y de toda esa guerra sucia para tener controlado el patio trasero de Latinoamérica.

¿Puede considerarse la tuya una literatura de denuncia, como es en otro sentido la de Belén Gopegui?

Sí hay parte de denuncia, como podría entenderse en ese sentido. En cualquier caso, aunque es un escenario muy poderoso, la guerra no deja de ser un escenario, pero el protagonista del libro no es la guerra sino la muerte o sobre el tiempo, un tiempo circular, y por eso sería más una novela más metafísica. O sea, creo que importa más la psicología y la subjetividad del personaje que tratar de explicar el escenario en sí. La novela se presentó a un certamen de novela fantástica, por eso la parte que pueda parece moralizante no es así. No soy maniqueo: no hay buenos ni malos.

Saturno, el tiempo, vuelve a devorar a sus hijos.

No quiero adelantar el final (risas), pero el protagonista ha sido ya devorado por el tiempo, lo que pasa es que no lo sabe.

Hablas de un tiempo circular. Parece que lo fantástico, no solo en literatura sino en televisión con series como 'Lost' o con películas como 'Origen', sigue interesando, y mucho.

Creo que no se debe tanto a una moda, sino que hay ya una tradición en la literatura sobre las paradojas y los círculos temporales, una tradición que ha explotado como dices el cine.

¿A qué películas te refieres?

Ahora, acaban de estrenar una película estupenda titulada Código fuente. Te puedo hablar de Atrapado en el tiempo, una comedia de culto; te puedo hablar de 12 monos; o de El final de la cuenta atrás, una de los años ochenta, en la que un portaviones moderno aparece el día antes del ataque japonés a Pearl Harbor. Personalmente, todo este tipo de historias me han fascinado y de alguna forma mi novela se incluye en esa tradición.

Literatura y cine vuelven a darse la mano.

Insisto en que hay una deuda con Conrad, pero también con Coppola y su adaptación en Apocalypse now. También con Kipling y con su 'nouvelle' que es el 'Hombre que pudo ser rey' y con su versión cinematográfica; pero sobre todo tengo una deuda con Pedro Páramo, de Rulfo, que es una obra mayor no solo en castellano sino en cualquier otro idioma.

El lector de periódicos y de libros quiere un texto bien escrito con cierta personalidad e incluso con cierta subjetividad

En tu caso, que también ejerces el periodismo, ¿cómo incide el día a día de la profesión en tu forma de entender o narrar las cosas?

El lenguaje periodístico y el literario se influyen mutuamente, se pisan, y llegamos a géneros híbridos. En un periódico, desde una columna de opinión, hasta un reportaje, pasando por una crónica, esto da pie a abrir una ventana a la literatura... Y ello es muy necesario, porque si los periódicos tienen hoy razón de existir es porque tratan de contar la realidad desde un punto o enfoque más originales, más que la mera trascripción de noticias. El lector quiere otra cosa: hay que darle también un texto bien escrito con cierta personalidad e incluso con cierta subjetividad, pues esto también convive con los espacios más objetivos.

En cuanto a lo que se puede encontrar en las librerías. ¿Prima más la cantidad o la calidad?

Hay muchos libros que duran dos semanas y desaparecen. Se publica muchísimo y muchas veces en ediciones muy cortas. Esto es un problema porque unas novedades se pelean con otras y por eso es muy difícil que todas lleguen al lector.

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