“León es una ciudad perfecta para los jubilados... que consigan llegar a jubilarse”

Alfonso Xen Rabanal. Foto: Santos Perandones

Manuel Cuenya

Autor de 'El tiempo del hombre muerto' (un libro esencial, revelador, cuyo título evoca en cierto modo 'El tiempo de los asesinos', de Henry Miller), miembro fundador, junto a su amigo Vicente Álvarez Muñoz, de la revista Vinalia Trippers y ganador de un accésit en el Concurso de Relatos Universidad de León en 1993, Alfonso Xen Rabanal recuerda que, con el dinero de aquel concurso –“el único que he ganado con la literatura”-, pudo hacerle un regalo a su madre. Y con lo que le sobró, se corrió una juerga a su salud. Al respecto de los certámenes literarios, se muestra descreído porque hoy en día, según él, la gran mayoría marcan una línea blanca, casi imperceptible pero real, que es un abismo entre el arte y la mercadotecnia. En esta misma línea, Xen Rabanal, que reconoce que León lo hizo tranquilo, paciente, observador y parco en las palabras, cree que en este país quien queda segundo, en los premios literarios, es el que realmente gana. “Puede ser un bulo, pero así parece ser en los grandes premios literarios: no importa si el producto es de calidad sí vende. Prima el nombre. La marca. Todo se olvida al momento. No está de moda leer más allá de unos cuantos caracteres impuestos”.

En este este país quien queda segundo, en los premios literarios, es el que realmente gana. Puede ser un bulo, pero así parece ser en los grandes premios literarios: no importa si el producto es de calidad sí vende. Prima el nombre. La marca. Todo se olvida al momento. No está de moda leer más allá de unos cuantos caracteres impuestos.

Recuerda que creció en un taller artesano de joyería, y que el oro físico marcó su infancia. En aquel taller descubrió que nadie cogería del suelo un trozo de oro ennegrecido por el fuego. “Pero si ese trozo de metal era pulido, la gente mataría por él. Intuí que lo mismo pasaba con las personas y así me lo confirmó Jung, quien me descubrió la verdadera Alquimia, la transmutación interna”. En este sentido, es consciente de que a la sociedad consumista no le interesa que refulja el oro auténtico, “lo ennegrecen con el fuego de la dualidad, los miedos, las envidias... Sólo le interesa la apariencia, el brillo que engaña y es caduco: el que te venden. Hemos delegado en engendros vacíos que no lucen por sí mismos, y ese problema es nuestro. Si sólo brilla la mentira, la manipulación, la corrupción ya sin ningún tapujo, el problema está dentro de nosotros. Nosotros creamos nuestra realidad. Todo lo tenemos dentro, pero no buscamos el oro que poseemos, es el camino difícil. El fácil es el que estamos siguiendo, resaltando en nosotros la envidia, el odio, el egoísmo que nos hará desaparecer como seres humanos”.

Xen es uno de los muchos escritores leoneses que ha emigrado fuera de la provincia en busca de otros horizontes, porque, aunque se siente orgulloso de haber nacido en una tierra en la que prevalece -aún en estos tiempos de infamia-, la mirada limpia: “León es silencio, también administrativo. Falta audacia, sobran los votantes acomodaticios, y los políticos que quieren hacer carrera y olvidan la tierra que les vio nacer o les adoptó y arropó”. Y es quizá este silencio, esta soledad, esta inacción, seguro, los que acaban generando un desgarro interno que, a algunos, les impele a gritar e intentar expresarse. En esta provincia no reivindicamos nuestras virtudes, según Xen, y parece que vamos por la vida pidiendo perdón, exportando buenas ideas y mejor gente. Y así, los de siempre, prosiguen con su endogamia sin altibajos. “Existió un día en que los caminos partían de estas tierras. Más tarde fuimos un cruce de caminos necesarios. Hoy nos hemos dejado robar todos los caminos hacia el futuro. Las nuevas generaciones, si llegan y se quedan, acusarán nuestra cobardía”. En el fondo, “León parece haber sido diseñada para ser una ciudad perfecta para jubilados... los que consigan llegar a jubilarse”. Asimismo, “existe un León rentista que tiene un miedo innato a todo que signifique movimiento. Y ese miedo, proyectado sobre el pueblo, ha sido aprovechado desde siempre por los que gobiernan para perpetuar el caciquismo”.

En cualquier caso, Xen reconoce que León cuenta con un bagaje literario muy importante, pero puede llegar a ser una impedimenta si no se renueva, porque toda etiqueta acota y mediatiza. “Soy partidario de que cada uno huelle su propio camino, sin aprovecharse de otros nombres ni rendir fingida pleitesía, tan común en estos tiempos de buscadores de atajos, los que quieren forjar el hierro sin pasar por la fragua”.

Hace un tiempo se fue a trabajar a una mina en Asturias. Una experiencia iniciática que dejó una profunda huella en su vida y por ende en su modo de encarar la literatura. Allí estuvo durante dos años, “entre niebla cerrada, a diez kilómetros de nadie, escuchando la respiración de la tierra, la mía. Allí no había escape, en la mina no brillaba ninguna estrella. Todo iba hacia adentro. Era la única salida: rebuscar entre las venas de la tierra. Abrir las llagas y adentrarse en uno mismo, escuchar los ecos del vacío. No quedaba otra, la niebla era un espejo que sólo reflejaba monstruos, los internos. Había que lidiar con ellos, con todas las sombras. Allí nació mi mundo literario. La Niebla es un cruce de caminos entre la luz y la oscuridad. Ella te lleva a un estado alterado de conciencia, es una especie de cronovisor de las sombras y, si aprendes de ellas, te enseña la luz aparente de los tiempos que vivimos. Allí me senté a cantar un Blues. Allí pacté conmigo”.

Falta audacia, sobran los votantes acomodaticios, y los políticos que quieren hacer carrera y olvidan la tierra que les vio nacer o les adoptó y arropó.

La niebla, el vacío, la muerte

El autor de 'La cámara de niebla' –la esencia del vacío, un viaje hacia lo más recóndito de su creador. Sin tapujos y sin máscaras- es un estudioso de las psicopatías, “que caminan por las calles”, pues a cada paso percibe un aroma de miedos, resentimientos, miradas apagadas, comportamientos egotistas propios de la infancia. “Seres frustrados que mienten y se mienten para seguir en el silencio de su servilismo. Que saben perfectamente que las cosas así no van a ningún sitio, pero que ante esa disonancia cognitiva, escogen el camino que les marcan, aunque vaya en contra de sus principios y se auto engañen. Acallan su conciencia con pastillas y farlopa”. El análisis que realiza este detective privado y notario de la realidad, que es Xen, resulta esclarecedor: “El mañana no existe para los psicópatas, son expertos en imponer como norma social excusas psicológicas que se propagan como un virus. Y ese virus hoy en día es: 'Yo ya he sufrido bastante, ahora que sufran los demás'. Y eso nos lleva a justificar que no podemos cambiar nada, que es mejor silenciar los restos de conciencia y adaptarse al odio. Vivimos tiempos demasiado similares a otros que provocaron millones de muertes. Para unos pocos son muertes necesarias para la revitalización del capitalismo corporativista. Así lo ven. Y mientras, nos engañamos y negamos el pasado, desconocemos ya su trama, y eso nos lleva a una dolorosa repetición de los mismos errores. Así perpetúan su mandato sobre los borregos. Y nosotros nos hemos nominado como borregos por exclusión de nosotros mismos. El problema, siempre, está en nosotros. Su solución, intuyo, también”. Así de contundente se expresa Xen, que ahonda en los entresijos de nuestro yo (y también de nuestra sociedad) en su obra, 'El tiempo del hombre muerto', porque “todos somos zombis ávidos de consumo inmediato y patológico. Nos da igual que el de al lado caiga si podemos seguir siendo adictos. No queremos reconocer que todos dependemos de todos. Y puede que muy pronto caigamos, todos, hasta los traidores que nos han vendido”. Un retrato demoledor de nuestra España, “peón prescindible en su tablero. Para gran parte de nuestro mundo somos cerdos (piigs) y, como tales, aptos para sacrificio y disección inmediata. Nos hemos hecho esclavos sin decisión. Nos da igual que despidan a miles de trabajadores que sostienen nuestra economía real, no la que se inventan en las estadísticas manipuladas. Seguimos consumiendo sus productos fabricados en otra parte con menores costes sociales. El problema está en nosotros y corremos por no querer verlo, pero la sombra nos acompaña y nos sume. Todo se vacía y se aleja de la esencia. El trabajo silencioso y comunitario se ha denostado, no da un rédito inmediato, la cohesión que sustenta todo el entramado se está destruyendo. Es tiempo del hombre muerto”.

Deudor de escritores como el ya mencionado Henry Miller, Céline (al que dedica, junto a otros escritores, un homenaje en 'El descrédito'), Musil, Lydia Lunch, Fante, Bukowski, Kerouac, Valle, Meyrink o Mareva Mayo, entre otros, Xen Rabanal -que lucha para que cada uno adquiera su propio punto de vista y lo exponga sin tener que bajarse al pilón y para quien el Arte ha de estar vivo, en continua ebullición, aprendiendo unos de otros, porque nadie posee la verdad absoluta-, reivindica al escritor Vicente Álvarez Muñoz, con quien ha llevado adelante Vinalia Trippers, que empezó a tejer esa red en la que hoy existe una comunicación constante entre autores. “Nació como la alternativa a un tipo de cultura enmohecida. Nuestra mayor virtud es el estar siempre buscando nuevas voces que nos impiden estancarnos, adocenarnos y ser rentistas. Seguimos evolucionando, no somos cerriles ni endogámicos... Algún día cercano, cuando alguien investigue a la mejor generación de escritores y artistas que ha dado este país, no le será difícil advertir que, en cada nudo de la red, Vicente ha dejado, al menos, una huella”.

Existió un día en que los caminos partían de estas tierras. Más tarde fuimos un cruce de caminos necesarios. Hoy nos hemos dejado robar todos los caminos hacia el futuro. Las nuevas generaciones, si llegan y se quedan, acusarán nuestra cobardía.

En la actualidad, Xen Rabanal, que no reniega de nada de lo que he hecho en su vida, está con 'Limpieza de bajos', una obra que cerrará la trilogía de la Niebla en este año.

Entrevista breve a Alfonso Xen Rabanal

“La política es un simple reflejo de una sociedad, especulo que deforme”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Todos aquellos que me han ensañado algo. Muchos.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida)

Cada ser humano, por muchos miedos que nos inculquen, es imprescindible.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable)

Ser norteamericanos de Gertrude Stein... y lo he intentado en alguna ocasión. Aunque reconozco que fue pionera en la mezcla de géneros y tiene mi respeto. Seguramente no ha llegado el momento de releerla. Lo volveré a intentar.

Un rasgo que defina tu personalidad

Portada libro: El tiempo del hombre muerto

La búsqueda de la esencia.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Que sea ella misma. No una marioneta vacía, de culo abierto y receptiva a las manipulaciones.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Una caterva de zombis psicópatas y, como tales, mediocres. En todo existe una interrelación, lo que es arriba es abajo, la política es un simple reflejo de una sociedad, especulo que deforme.

¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?

Crecer junto a quien amo.

¿Por qué escribes?

Porque disiento, primero de mí mismo.

¿Crees que las redes sociales, facebook o twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Actualmente no las utilizo. Demasiados egos reclamando una atención.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Las grietas por donde se escurre Occidente.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

El blog es una herramienta imprescindible para mí. En él se han gestado mis libros. La tendencia de abandonar los blogs, no mostrar los escritos en público por miedo a ser copiados o fagocitados, dice muy poco de la autoconfianza de cada uno. Considero que coexisten perfectamente con el papel, siempre y cuando seas original, tengas voz propia... brilles por ti mismo.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo

“No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma” (Jiddu Krishnamurti).

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