Treinta años después, Rosario Sosa ejerce nuevamente como cantautora en 'su' Hula Hula

Rosario Sosa

L. Castellanos

El vagabundeo es cosa propia de la genética del músico. Siempre de aquí para allí, con un nuevo escenario por llegar, con muchas carreteras ya surcadas y otras aún por explorar, con anhelos de nuevo aplausos. Siempre aventurero.

El cuerpo de Rosario Sosa (de ilustre apellido) tenía en la guitarra una prolongación habitual. No iba a ningún sitio sin ella. Pertenece a esa generación de cantautores latinoamericanos que, durante las décadas de los setenta y los ochenta, hicieron su petate y se implicaron en lo desconocido animados por la necesidad íntima de compartir su propio universo creativo con los demás y de dar satisfacción a su devoción musical. Y así, esta uruguaya estrechó fronteras y culminó su aspiración de siempre de hacer llegar su arte con la cultura española. “Por aquellos años cantar era mi vida”, dice Rosario. Dejé mi tierra para realizar mi sueño, viajar por toda España cantando folklore rioplatense con mi inseparable guitarra“. Y así, como que no quiere la cosa, acabó en el Hula Hula, un rincón insospechado que guardaba la ciudad de León. Allí el amor le cayó como un rayo y se puso a su servicio. Conoció a Ernesto, inseparable desde que en 1985 el destino les ofreció un futuro en común, y en el Hula Hula se quedó. Y ahí sigue. Abandonó entonces la canción y su vida trashumante.

Pero el músico siempre es músico. Pase lo que pase. Lo lleva muy dentro y al final acaba aflorando. Hay vocaciones que son eternas y que se manifiestan cuando menos lo esperas. Retornan a la superficie, sin dar más explicaciones. Ni falta que le hacen. Ella dice que fueron sus amigos, que también, pero ella sabe que fue ese cosquilleo que no hacía más que hurgarle la entraña y que le pedía salida el que la devuelve hoy a los escenarios. “A pesar de que me ha costado decidirme por el paso de los años, aquí estoy, porque cuando has cantado, el rescoldo siempre queda. He llegado a la conclusión de que es la mejor forma que tengo de mostrar mis más profundos sentimientos”. Ha habido gente en este tiempo que ha disfrutado con exclusividad de su voz, de las muchas emociones que se citan en ella. Eran, sin duda alguna, unos auténticos privilegiados, aunque desde hoy dejarán de serlo porque ella regresa al escenario, el del Hula Hula por supuesto, para, haciendo frente a un repertorio fundamentalmente rioplatense y con todo el honor con que se reviste la ocasión, resucitar esa cascada de sensibilidad que aguarda siempre una nueva oportunidad para asomar. Rosario tiene más años y ha ganado en madurez. El sedimento que ha ido acumulando la beneficia como persona y como artista. Y se va a notar esta noche en el Hula Hula, cuando se ponga frente al público y se deje arrastrar por esa sensación que sólo es reconocible para el que se aúpa al escenario. “Ahora mi repertorio no solo ha cobrado vigencia, sino que lo siento de manera diferente”, dice la cantautora, quien masticará esta noche las canciones con aroma a Rafael Amor, Ruth Vigliem, Horacio Guarany, Mario Benedetti o Astor Piazzola, entre otros, con encendido entusiasmo y complicidad. “Son algunos de los autores que mejor estimulan mis sentimientos y deseo compartirlos con todo el mundo en el lugar que me recibió y se convirtió en mi vida, en el Hula Hula”.

La actuación de Rosario Sosa será el mejor prólogo para una nueva temporada de música en directo en el Hula Hula. Nuevamente el Swinging León, de tanto éxito el año pasado, volverá a latir en su escenario de la calle Bernardo del Carpio a partir de las próximas semanas.

Lugar: Hula Hula (calle Bernardo del Carpio, 24). A las 21 horas

Día: 21 de septiembre de 2014

Entradas: 3 euros

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