Casimiro Martinferre: “En el Quijote bullen todos los universos reales y ficticios”

Casimiro Martinferre. Foto: Manuel Cuenya.

Manuel Cuenya

Verás lo que ya no existe, palparás un aire como hecho de cuarzo. Contemplarás cavernas de luz, amaneceres negros. Atravesarás peñas cual si fueran blanda niebla. Conocerás los aullidos del silencio, el avance de sombras aplastantes. Escucharás plegarias atendidas y rezos evaporándose. Al atardecer, de rodillas, suplicarás tu propio nombre. Ven, sígueme, que nada sé, pero saciarás la sed en ríos de ceniza.

Así, de este modo tan poético, se expresa Casimiro Martinferre en su 'Manuscrito de los brujos' (primera parte), que le dedica a las pinturas rupestres que yacen en los remotos valles del Bierzo, como Librán o San Pedro Mallo.

Originario de Bembibre, Casimiro Martinferre es un autor que ha explorado las montañas de su tierra como nadie, siempre en busca de sí mismo -en el fondo de sus semejantes, de sus antepasados-, porque en su opinión, para lo único provechoso, que sirve viajar, es para conocerse uno a sí mismo, “y a fin de cuentas siempre te llevarás un chasco”, matiza con cierto desencanto este narrador berciano, amante de la Naturaleza, arraigado a su terruño, aunque reconoce que su entorno sufre un gran maltrato.

Su labor -en realidad y nada más lejos de su intención-, nunca ha sido la de describir rutas de montañas, porque es consciente de que nunca ha consignado distancias en kilómetros u horas de reloj, sino más bien sentimientos. Su intención siempre fue dejar constancia de los hombres y mujeres que habitaron y habitan estas duras tierras, de sus trabajos, sus miedos, alegrías, tradiciones. “A pesar de todos mis reparos, el caso es que tengo fe en el hombre, el mismo que ha convertido las montañas y páramos leoneses en un estropajo”.

En las montañas o en cualquier otro lugar de la naturaleza, el hombre es un intruso, un indeseable que no aporta sino degradación. Ignoro el porqué de estar en este mundo, ya sea viajando o durmiendo, y mejor no preguntárselo.

De joven fue montañero –según él-, ahora sólo quiere ser 'pisaprados', porque ha visto la verdad: “en las montañas o en cualquier otro lugar de la naturaleza, el hombre es un intruso, un indeseable que no aporta sino degradación. Ignoro el porqué de estar en este mundo, ya sea viajando o durmiendo, y mejor no preguntárselo”. Contundente se muestra consigo mismo y con el ser humano en general. Y en este sentido, él, que ha recorrido varios lugares, dice que viajar mucho no garantiza escribir mucho: “el intrépido Marco Polo jamás escribió una jota. Julio Verne odiaba salir de casa”. En cualquier caso, Casimiro reivindica a grandes viajeros, tanto los que han buceado en el interior del ser humano como los que han salido fuera, a recorrer mundo de un modo físico. Y por eso siente admiración por figuras como Ulises o Don Quijote. “Es bien sabido, el viaje de todos los viajes lo realizó Ulises, y Dante, y sin duda don Quijote. En el Quijote bullen todos los universos reales y ficticios. Yo, aprendiz de correveidile, cada día les echo currículos, especialmente por si Sancho me tomase de limpiabotas”, se despecha con humor este colaborador de varios medios de prensa escrita, entre otros la 'Nueva Crónica' o 'Bembibre Digital', porque él no se siente periodista sino un simple escribano al que le gustaría crear, algo que logra con creces, sobre todo en este 'Manuscrito de los brujos', donde imprime su espíritu lírico en la búsqueda de la belleza del paisaje y el paisanaje bercianos.

A pesar de todos mis reparos, el caso es que tengo fe en el hombre, el mismo que ha convertido las montañas y páramos leoneses en un estropajo.

Considera el autor de 'Aires de Xistra' y 'Diario de un montañero', libros en los que intentó salvaguardar la personalidad de Ancares, que el periodismo es un oficio muy difícil, tienes que ceñirte a unos datos concretos, ser lo más parco posible, y además enganchar al lector. “El colaborador, en cambio, va cómodamente a su libre albedrío”.

Confiesa que, si bien su libro preferido siempre es el que tiene en la cuna, “porque has de darle la teta y cambiarle el pañal cada día”, con la primera parte del 'Manuscrito de los brujos' (la segunda parte está pendiente) sufrió mucho, pero también disfrutó lo indecible, “quizás porque la acción se desarrolla en los lugares más brutales y esquivos de la naturaleza berciana, tan afines a mi forma de ser”.

La fotografía, captación de un segundo de la vida

Aparte de narrador, Casimiro es un magnífico fotógrafo, cuya obra está expuesta en varias galerías de arte, no sólo leonesas sino también en otras, como por ejemplo la Osloart de Noruega. “Exponer en las galerías leonesas, tu propia tierra, y ya se sabe que uno nunca es profeta en su tierra por mucho que se diga, es un logro para el corazón. Ármaga y Dosmilvacas, dirigidas por las heroínas culturales Marga y Reme, merecerían un monumento a la resistencia en una época tan desoladora como la actual”. Se siente satisfecho Casimiro de que una galería de arte apueste por su obra, aunque se lamente que desde un punto de vista estadístico la relación de un artista con las galerías resulte decepcionante, desalentador, “particularmente aquí en España, donde apenas existe el coleccionismo y mucho menos el interés por la fotografía”.

Consciente de que una imagen no siempre vale mil palabras, porque dependerá, entre otras cosas, de quién y cómo es la imagen y de quién y cómo son las palabras, Casimiro apuesta por las palabras. A este respecto, asegura que “una imagen vale más que mil palabras, es una de las mayores mentiras que podrás escuchar. La fotografía sólo capta un instante, una décima de segundo de la vida: esa es su grandeza. Pero la vida se compone de infinitos instantes, y ahí es donde ganan por goleada las palabras”.

El viaje de todos los viajes lo realizó Ulises, y Dante, y sin duda don Quijote. En el Quijote bullen todos los universos reales y ficticios. Yo, aprendiz de correveidile, cada día les echo currículos, especialmente por si Sancho me tomase de limpiabotas.

En todo caso, las imágenes y las palabras pueden formar un buen tándem. Y Martinferre, aparte de sus publicaciones semanales en 'Bembibre Digital' y en la 'Nueva Crónica', donde cada domingo aparece un capítulo de 'Territorio', o sea una narración relativa a un retrato, un paisaje o una naturaleza muerta de aquellas sus primeras fotografías, está maquinando hacer una recopilación titulada 'Flores para mi funeral', “cuadernillo un tanto macabro compuesto de fotografías experimentales más texto”, sentencia.

Entrevista breve a Casimiro Martinferre

“Se entra en política para posicionarse en el trepe, sumergirse en el trinque, poner el cazo, sacar mordida”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Don Quijote de la Mancha.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Don Quijote.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

No hay ninguno. Todo creador, cuando lo es, aporta y es digno de alabanza, aunque sólo sea por el esfuerzo empleado en sacar adelante una ilusión.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Absoluta falta de diplomacia.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Es complicado elegir una virtud, ya que todas son admirables y hacen que la gente sea mejor. Lo difícil es defender un defecto. Mi favorito es la falta de honestidad, ya que cuando te pillan salta en cascada lo peor de ti; una variante de la inmoralidad particularmente infecta es lo que se llama 'Sanguijuela', muy abundante por ejemplo en los círculos feudales institucionales que rodean al arte, cuya misión principal es medrar a costa del autor, más que potenciarlo.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

La política actual nos da el grado de hasta qué punto se ha alambicado la hispana filosofía de la Picaresca. En esto España no tiene remedio, porque lo llevamos en los genes, para nuestra desgracia. Se entra en política para posicionarse en el trepe, sumergirse en el trinque, poner el cazo, sacar mordida, llevarse el mangui.

¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?

Las mujeres altas, morenas y asilvestradas.

¿Por qué escribes?

Por ahorrar en pañuelos.

¿Crees que las redes sociales, facebook o twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

De ninguna manera, si acaso al contrario. Creo que son trampas de filibusteros para hacerte adicto a la mercadotecnia, o al 'merchandising', o al 'tecnomerching', o como se diga (esto te lo dice un ignorante ciberanalfabeto que ni siquiera tiene teléfono móvil).

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Supongo que muchas, pues he leído algo. Seguramente voy robando ideas sin tener consciencia de ello, como mandan los cánones, hasta encontrar un agujero.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

No puedo permitirme el lujo de perder el tiempo en semejantes vanidades, aunque a decir verdad el único que sigo (la excepción que confirma la regla de mi absoluta carencia de diplomacia) es la Fragua Literaria del simpar Cuenya.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

La preferida de monjas y putas: vive y deja vivir.

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