Emilio Gancedo: “Me eché a la carretera para rescatar y exponer existencias veteranas”

Emilio Gancedo detalle

Marta Cuervo

No ha vivido la guerra, ni ha pasado el hambre que consumió a España en los años posteriores al 36, pero el entusiasmo de sus ojos al compartir las vivencias de quienes sí que lo hicieron, le hacen partícipe de aquellos episodios, y así consigue trasladarte a los mismos escenarios, tan miserables como excepcionales. Relatos increíbles, fantásticos y a la vez tan reales como la inquebrantable memoria de nuestros ancianos, de los paisanos de los pueblos, de los que ya quedan pocos. Emilio Gancedo ha compartido su humor y sus desgracias, ha escuchado sus milagros, ha bebido su vino y probado sus guisos, y se ha convertido en uno de ellos. Él, como los abuelos, es capaz de contarte una historia a cada pregunta; con cada detalle las enlaza sin empeño, con la naturalidad de quien se ha ganado el respeto de la Historia, la Historia no conocida, la que han tejido manos con arrugas de más de 90 años. Un respeto que él devuelve con la mayor de las admiraciones.

De repente, cogió su maleta y se echó a la carretera con un objetivo primordial: “rescatar y exponer existencias veteranas”. Y así nació 'Palabras Mayores', un libro de viajes raro, no al uso. “Tiene etnografía - hablo de costumbres-, periodismo -con entrevistas a personas-, pero también un lenguaje literario. Al inicio se presenta al personaje con alguna anécdota que me haya contado él, pero recreándola de manera literaria. A veces son historias tan cercanas a la ficción que en sí mismas son literatura”, expresa el periodista leonés, que recuerda la de un soldado de Navarra, que prácticamente se encontraba en una trampa, en lo alto de un otero con los contrarios llegando por todos los costados. El sargento en ese momento se despide de todos los soldados, porque todos saben que van a morir. Pero justo cae una niebla densa, de golpe, que los salva. Este hombre, don Tomás, todos los años la víspera de la Inmaculada, que fue cuando ocurrió, como buen navarro, subía al balcón de su casa lanzaba un chupinazo e invitaba a comer a todo el pueblo, para celebrar que había vuelto a nacer, y lo hizo toda la vida. “Mi necesidad era contar y dejar constancia de estas vidas, siempre relacionadas con el mundo rural, de esa generación en concreto, que hablan siempre contando historias, que acompañan ante cualquier mínimo dato”.

Que no desaparezcan los pueblos

Hoy en día tenemos un gran bienestar, pero también tenemos muchos problemas porque hemos olvidado completamente el mundo rural, que está deshecho

“Tuve mucha relación con los abuelos, con el medio rural. Para mí, un chaval de piso, esa gente era fascinante. Me contaban historias tan raras, tan alejadas de la realidad de nuestro día a día, que me conquistaban. La generación que hoy tiene más de 90 años, lo pasó tan mal, con la guerra, la posguerra, carencias, necesidades, sin medicinas... que yo me pregunto cómo sobrevivían”, confiesa Emilio. Y bajo ese espíritu curioso, el escritor de etnografías, y apasionado de la variedad cultural de León, quiso ampliar el foco a toda España, y transmitir el legado con una selección de 25 historias que, a pesar de las penurias sufridas, conservan en la voz de sus protagonistas un halo de nostalgia por aquella época. “No hablan enfadados, al contrario lo hacen con mucho humor. Les queda un regusto positivo de todo aquello. La señora de Cantabria lo dice: 'Ni aquello fue todo lo malo, ni lo de hoy es todo lo bueno'. Corremos el riesgo de idealizar aquella época como algo bucólico, porque vivían en armonía con el medio natural, pero se vivía muy mal, las pasaron muy putas. Hoy en día tenemos un gran bienestar, pero también tenemos muchos problemas porque hemos olvidado completamente el mundo rural, que hoy está deshecho”, sentencia el periodista. Emilio también refleja en sus palabras que la única manera de sobrevivir por aquel entonces, con tantos problemas y con tanta inseguridad, era ayudarse los unos a los otros. “Si se incendiaba una casa acudía todo el pueblo, cuando había que construirla, también. Los trabajos se hacían en común, era una vida mucho más intensa en ese aspecto. Pasaba lo mismo con los momentos buenos, como las dos o tres fiestas que se celebraban a lo largo del año. Y lo recuerdan como una maravilla. La sencillez, la humanidad, esa intensa vida social, el humor... lo hemos perdido porque estamos quejosos y a carreras”, comenta.

“-¿Cómo era aquella casa, Progreso?; -Era una casa mu grande, mu grande, mu grande; mira si era grande que mi hermano, mi padre y yo, dormíamos juntos en la misma cama, y mi hermana en la otra. -¿Teníais luz en aquella casa, Progreso?; -Sí, había luz... cuando era de día se veía estupendamente; -¿Y había escuela, Progreso?; -Escuela sí había, pa los niños... pa los niños que iban a ella (...)”, reza uno de los fragmentos más divertidos del libro.

La necesidad perdida de ver los problemas con perspectiva para superarlos

Y Emilio ha querido dejar constancia de todo esto con su libro 'Palabras Mayores', para que pueda servir de ayuda en la actualidad, para que los lectores consigan ver sus problemas con perspectiva, de otra manera. Bajo el deseo de que toda España estuviera presente, a pesar de las diferencias que caracterizan cada rincón, y con la ayuda de intermediarios que le ponían en contacto con cada personaje imprescindible en el libro y que al escritor le gusta llamar 'los sherpas' de su aventura -etnógrafos, periodistas, directores de museos-, durante seis meses el periodista se empapó de recuerdos con nombre propio. Una de las que más le gustó se narró en los Pirineos, en Huesca, cómo fue desapareciendo un pueblo, cómo se va yendo la gente, y como cuenta uno de los protagonistas, la escena de una familia que se marcha, donde no había ni carros. “Andando con las mulas, toda la familia, en fila india, y comandando la comitiva la abuela, enarbolando la cacha, la estoy viendo, 'ya os dije yo que nos teníamos que haber ido el año de la pedregada', escenifica Emilio. En Cataluña, 'Palabras Mayores' recrea el mundo del mar y el mundo del interior, y en León, el protagonista es un maragato, ”serio, derecho, con el sentido del honor heredado de la arriería“. Todas las comunidades están representadas, con personas muy representativas de cada sitio, que encarnan cada lugar determinado.

Valen más los ratos con amigos que todos los intereses del mundo

La mayoría son historias anónimas, pero una de ellas sobresale de la tónica general del libro, la del gallego, de Castroverde, Baldomero Pestana. “Un hombre que sale de la nada, de madre soltera, que se marchó a Buenos Aires, pudo estudiar y que si se hubiera quedado no se habría librado de la Guerra”. Se hizo fotógrafo, y con Emilio compartió instantáneas realizadas a Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Vargas Llosa, entre otros ilustres de las letras, y también de Gabriel García Márquez, mientras oía en la radio todo el tema de la Primavera de Praga. “Me sentiría satisfecho si la gente se acercase a los momentos que yo he vivido con ellos, y que fueron extraordinarios. Gente que no te conoce de nada te recibe en su casa, te da de comer, y pasas una tarde maravillosa, y a los que en muchas ocasiones se van uniendo otras voces del pueblo, a la conversación, a la tertulia”. Emilio Gancedo es capaz de transmitir esta camaradería, un legado que pertenece a nuestros antepasados y del que podemos aprender para mejorar la situación.

Me sentiría satisfecho si la gente se acercase a los momentos que yo he vivido con ellos, y que fueron extraordinarios

Emilio consigue resumir 'Palabras Mayores' en una frase, que “lo refleja todo”, de don Tomás, el soldado de Navarra. “Cuando acabamos la entrevista, tras haber pasado toda la tarde en su casa me despedí diciéndole que ya le había robado mucho tiempo, y me contestó: 'Valen más estos ratos, que todos los intereses del mundo'. Qué razón, es el culmen de mi libro”, confiesa.

Ahora crisis; antes 'súpercrisis'

Además de hablar del pasado de sus vidas, Emilio Gancedo ha tenido la oportunidad de comentar con los protagonistas de su libro la situación actual. Política, corrupción, paro, crisis... esta última palabra les hace saltar. “Ahora le llamarán crisis, pero lo de antes, dice el de Murcia, era súper crisis'. 16 años sin pan a venta libre, con cartillas de racionamiento. Valoran como tal la crisis de ahora, pero quieren que se recuerde aquello, que no se olvide, una crisis tal que según ellos no tenía ni nombre. 'Era sobrevivir', me contaba otro. El maragato, pastor con 5 años, dormía al raso, sólo con un mastín. Pero también son muy reivindicativos socialmente, son sorprendentes. La mujer de Cantabria, es una mujer progresista, muy abierta de mente: 'Tú no tienes nada más que tu cuerpo, sólo, pues que cada uno lo utilice como quiera', me dijo, y con 90 años”, recuerda Emilio. El de Zaragoza, según declara el periodista de la sección de Cultura del Diario de León, decía que esta es una crisis preparada, 'orquestada, por los mismos poderes de siempre, ¡los mismos!'. 'La desgracia de un país no es la incapacidad de sus gobernantes, sino la pasividad de sus ciudadanos', añadía el paisano de Zaragoza. Es gente muy contradictoria, muy libre“.

Uno de mis objetivos es impedir que desaparezcan los pueblos, que se entierre toda la riqueza cultural que ellos han amasado con los años

Otro de los objetivos del libro es impedir que desaparezcan los pueblos, que se entierre toda la riqueza cultural que ellos han amasado con los años. El protagonista de Cuenca, lanza un órdago a los políticos: “Estos gobiernos lo único que quieren es que nos muramos del asco. Que se dieran una vuelta por estos pueblos, pero sin coche oficial, andando, andando”, reproduce Emilio en boca del conquense.

Emilio se conoce todas las historias al dedillo, de todos y cada uno, que han rebosado con entusiasmo sus expectativas. “He satisfecho mi curiosidad. Me ha aportado ver la increíble variedad de lenguas, que no debemos ver como algo negativo, ni motivo de tensiones, sino un motivo de orgullo, es nuestro tesoro vivo”.

25 historias, nacidas de una conversación, una entrevista o una pequeña tertulia en rincones perdidos de España. “Me hablaron, en una tertulia de lobos de mar en Cataluña, del Simbad el marino catalán, que marchó en su barco y volvió al cabo de los meses con tal cantidad de peces, que si echaban un jurel más se hubiera ido a pique”. Durante muchos años muchos marineros salieron a buscar el banco de peces del pere Manel, cuenta Emilio Gancedo. “Un extremeño me hablaba de haber visto ovnis, y un humanoide. Hay historias tan extraordinarias que no te da ninguna novela”.

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