Silvia Abad Montoliú: “A veces las cosas que pasan son más poéticas que la poesía”

Silvia Abad Montoliú

Manuel Cuenya

En el hogar de todo lo vivo,

el hombre descubre la ausencia;

los tobillos envueltos en algas.

Una niña entierra las manos

en la arena caliente, Hogar

es allí donde se lame la úlcera.

El día que aprendí la despedida

La abuela inventa la muerte.

(Silvia Abad, 'La noche que dejó de ser un animal')

Aunque nacida en Valencia, la joven poeta Silvia Abad Montoliú lleva viviendo en León desde hace años, y esta ciudad, recuerda ella, es el lugar donde le han pasado las cosas más importantes de su vida, donde ha conocido a las personas que más le han marcado. “A Valencia siempre estoy volviendo, y también en parte me reconozco en ella, pero he crecido en León, así que siempre la consideraré mi casa”, aclara Silvia, para quien León es una mina de buenos artistas, tierra en la que existen muchísimos narradores y poetas de calidad, una ciudad con un increíble movimiento cultural: siempre hay mil eventos culturales a los que merece la pena ir, tanto en la ciudad como en los pueblos y municipios de la provincia, según ella. “A veces hay tantos eventos que incluso te ves obligado a elegir; en León es un poco imposible estar en todo porque siempre hay alguien haciendo arte, pero creo que mucha gente, tanto de León como de fuera de León, ni siquiera sabe que se hacen tantas cosas aquí”.

Apadrinada por el poeta gallego Gonzalo Hermo (Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía de 2015) y por el polifacético Víctor M. Díez, Silvia acaba de publicar su ópera prima, 'La noche que dejó de ser un animal', un curioso título, una frase que puede tener muchas lecturas diferentes, según su creadora, “no podría darle solo una. Que cada uno le de su propia interpretación”, señala esta poeta, que entiende la poesía como una forma de expresión más, una cualidad del lenguaje, en el sentido de que “a veces las cosas que pasan son más poéticas que la poesía”. En todo caso, la poesía, en palabras de Gonzalo Hermo, prologuista de este poemario, es un resorte que puede acercarnos a lo bello, y también puede seguir siendo un espacio para la verdad.

La poesía en la vida

“No creo que tenga que haber una relación entre que un autor nos guste y que ese mismo autor influya en la propia obra. Quiero decir: podemos estar influidos por cosas que no nos gustan o que incluso ya hemos olvidado, y pueden haber sido incluso más relevantes para uno que aquello que sí que nos gusta, aunque no nos demos cuenta”.

Tanto Gonzalo Hermo como el poeta leonés Víctor M. Díez, que hizo el epílogo, son dos personas a las que Silvia Abad admira y aprecia muchísimo, tanto por su faceta como artistas como por las personas que son. “Es una sensación increíble abrir el libro y verles a los dos allí”, agrega esta estudiante de Educación Social en la Universidad de León, a quien le resulta muy difícil saber qué le ha influido y qué no le ha influido a la hora de escribir de un modo creativo, no sólo en el aspecto literario, especifica, sino en todos los demás aspectos. “No creo que tenga que haber una relación entre que un autor nos guste y que ese mismo autor influya en la propia obra. Quiero decir: podemos estar influidos por cosas que no nos gustan o que incluso ya hemos olvidado, y pueden haber sido incluso más relevantes para uno que aquello que sí que nos gusta, aunque no nos demos cuenta. Y también podemos haber sido influidos por nuestros autores favoritos, claro. No sé, considero que las influencias que recibe una persona son una cosa muy amplia, casi imposible de concretar”.

DIME, ¿me verás distinta

cuando volvamos a encontrarnos?

Tendré los zapatos llenos de nieve sucia.

¿Seremos siempre los mismos,

tan suicidas y huidizos

como anguilas eléctricas en agua dulce?

¿Seremos entonces otra cosa

que hombres tristes que esperan?

No contestes, la tarde está roja

y las hojas todavía caen

en el otoño de mi primer beso.

(Silvia Abad, 'La noche que dejó de ser un animal')

Cuenta el profesor y poeta Eloy Carro Rubio, a propósito de 'La noche que dejó de ser animal', que es una joya de la mística; breve, pero intensísimo. “Cada cosa, cada palabra, cada fonema funciona en él como una mónada leibnitziana, siendo 'composible' con todas las demás, cada cosa cuenta (con) todas las otras... Hay que decir que todos los poemas hacen un único poema, un único enunciado”. Y nos recomienda leerlo dos veces. En cualquier caso, los poemas de Silvia contienen poderosas imágenes: “la memoria es un puño cerrado/ frente al ojo”, o bien cuando escribe que “crece un cadáver azul en mis entrañas;/ suicidas y amantes, lo nombramos tristeza”. En ocasiones se revela/rebela transgresora: “Quiere sangre el hijo, volver/ al cuerpo anestesiado de la madre,/ romperle en azul los órganos./ Se enuncia el hombre en el hijo,/ eyacula el hijo en la madre,/ eyacula el hijo sobre todas las cosas” en estos versos desgarradores, con reminiscencias al gurú Jim Morrison (Mother, I want to...“/ Fuck you!), que toma a su vez de la tragedia griega de Sófocles, 'Edipo Rey', en los que se palpa la muerte, las ausencias, las heridas, los gritos. Por cierto, el líder de The Doors también era un apasionado, como Silvia Abad, de Kerouac.

“Supongo que la literatura es un poco no tener ningún proyecto entre manos y a la vez tener muchos”

Editado por el sello Mr. Griffin, con la participación de Tam Tam Press y Producciones Infame, Silvia se siente agradecida porque han confiado en ella y en lo que hace, “por todo el esfuerzo, ilusión y ganas que han puesto en esto”.

Silvia, que también ha formado parte del Teatro Mayal o el Laboratorio Poético, así como en algunos proyectos y eventos de carácter literario, continúa escribiendo. Y el próximo curso se irá, con una beca Erasmus, a la Universidad de Estrasburgo. “Supongo que la literatura es un poco no tener ningún proyecto entre manos y a la vez tener muchos, así que, aunque uno se vea obligado a hacer pausas en ello, porque es imposible forzarlo, siempre se está trabajando en algo”, sintetiza.

Entrevista breve a Silvia Abad Montoliú

“Hay muchas cosas que nos gustan que no siempre son divertidas”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

'Los subterráneos', de Jack Kerouac.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

El Demian de Hesse y el absurdo y la gente justa de Camus.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

'La noche que dejó de ser un animal' y su autora.

Un rasgo que defina tu personalidad.

La curiosidad.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La empatía.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Yo he venido aquí a hablar de mi libro.

¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?

Eso es muy relativo..., creo que las cosas son 'divertidas' por las personas con quienes estamos, más que por la actividad en sí misma. Y además hay muchas cosas que nos gustan que no siempre son divertidas.

¿Por qué escribes?

Creo que leemos y escribimos poesía porque por naturaleza necesitamos comunicar y sentirnos comprendidos; la escritura lo consigue, sin dejar de ser un acto de incomunicación.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

No creo que las redes sociales ejerciten mi estilo literario, no de forma directa, al menos; sin embargo, gracias a las redes sociales he conocido la obra de muchísimos artistas, contemporáneos y no tan contemporáneos, gracias a lo que los demás comparten en sus muros o lo que te recomiendan, y eso siempre influye en cierto modo en uno mismo.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Cualquiera menos Comic Sans.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

De vez en cuando leo algún blog que encuentro por Internet o que alguien comparte en las redes sociales, pero no sigo ningún blog de forma asidua; no porque no me guste, sino porque siempre hay mil cosas que hacer y no suelo tener demasiado tiempo libre.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

“Es absolutamente imposible encarar problema humano alguno con una mente carente de prejucios”, de Simone de Beauvoir.

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