'Pérez Millán, sabio y entrañable persona'

Juan Antonio Pérez Millán

Manuel Cuenya

Me entero a través del amigo Antonio Morán, gran devoto del cine, que ha fallecido Juan Antonio Pérez Millán. Y me apena que una persona como él, aún joven, pues no llegaba a los setenta, y sobre todo sabio y entrañable, se haya muerto. “Un genio de la palabra... un orador único”, señala Morán a propósito de Pérez Millán, que llegó a estar en el Festival de Cine de Ponferrada hace unos años, de la mano precisamente de sus organizadores Antonio Morán y Antonio Donís.

A Juan Antonio Pérez Millán lo llegué a conocer durante mi etapa en la ex Escuela de Cine de Ponferrada, donde él llegara a impartir clases. No obstante, yo sabía de su existencia ya en el 1991, fecha en la que se creara la Filmoteca de Castilla y León, con sede en Salamanca. Y a él lo nombraran Director de la misma. Por aquel tiempo uno cursaba estudios de Doctorado en la Universidad de Salamanca y era muy aficionado al cine, de modo que fueron muchas mis visitas a esta Filmoteca para visionar películas varias hasta que me fuera con una Erasmus a la Universidad de la Borgoña, en la ciudad francesa de Dijon.

Transcurridos los años, tuve la ocasión de invitarlo a las Tardes de Cine que coordinara, otrora, en el Ayuntamiento de Bembibre, a través de la Concejalía de Cultura. Qué tiempos aquellos. Todo un lujo haber contado con este invitado de honor, con este gran teórico del cine y experto en publicidad, al que recuerdo con afecto, con aquel su verbo poderoso y su capacidad de análisis de la realidad a través del lenguaje audiovisual.

Quienes hemos tenido la ocasión de asistir a algunas de sus clases, ponencias o charlas, sabemos que Juan Antonio Pérez Millán era alguien con pensamiento preclaro, buen manejo del lenguaje y habilidad para enganchar, porque, además de conocer su materia, sabía explicarla. No en vano, fue profesor de cine en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca, ciudad en la que residía y donde ha fallecido, espacio al que me unen algunos lazos afectivos.

Que alguien sepa explicar algo, aun siendo docente, no resulta fácil ni frecuente, porque es evidente que el fracaso escolar no sólo tiene que ver con el alumnado sino con los profesores, con la sociedad en general, sobre todo en estos tiempos tecnificados, donde el personal ha perdido el arte de la palabra en aras de la técnica de apretar botones y darle al powerpoint y así, en este plan florista y colorista. No es que uno esté contra de la tecnología, sea punta o puntera, ni nada por estilo, pero ahora resulta difícil encontrarse con filósofos y oradores de la talla de Sócrates y Platón, capaces de poner en práctica el arte de la mayéutica y la dialéctica. Y Pérez Millán, por fortuna, pertenecía a esa república de investigadores del pensamiento fuerte. No olvidemos que vivimos en una sociedad unidimensional, como ya nos anunciara el filósofo Marcuse hace más de medio siglo, donde el individuo ha perdido su sentido crítico, porque cada día, a resultas del bienestar consumista, nos sentimos más adaptados e integrados al sistema, ese ente antropófago o Gran Hermano que nos vigila día y noche, aun en los lugares más recónditos e insospechados, que examina y controla nuestro pensamiento.

En esta sociedad unidimensional, que “integra en sí toda auténtica oposición y absorbe en su seno cualquier alternativa”, en esta sociedad del todo vale y el pensamiento único, incluso plano y ramplón, mediatizada hasta la médula, uno se siente cómodamente esclavizado a una democrática no libertad y a un capitalismo salvaje que manipula nuestros deseos y determina nuestras necesidades. Todos uniformados y prestos para el desfile globalizado, mientras la publicidad, como imperio de la comunicación masiva, está destinada a conducirnos, de un modo más o menos sutil, hacia lo inalcanzable. De todo esto, y mucho más, sabía muchísimo el gran Juan Antonio Pérez Millán, a quien siento como a un auténtico maestro. Gracias, Juan Antonio, por ayudarnos a pensar un poco más y mejor. Qué en paz descanses.

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