Alejandro Álvarez: “Mi ligazón afectiva con Fornela me ha empujado a escribir sobre aspectos de este territorio”

Alejandro Álvarez López

Manuel Cuenya

“...La maestra ya conocía la trayectoria del médico de Peranzanes y, aunque sólo habían coincidido dos veces, sabía que contaba con su simpatía, por lo que le parecía normal aquella confidencia. Luego él le preguntó por el hermano, al que le había traído de Oviedo, por consejo médico, para curarse de una tuberculosis en aquel clima más seco que le asturiano, y ella le dijo que estaba bastante débil, la mayor parte del día en casa, con sus libros de poemas...

...Lodario, que siempre había disfrutado de la poesía, terminó conectando bien con aquel joven poeta que, como él, se deleitaba con los versos de Machado. Pero tuvo que vencer cierta distancia con el joven, pues Ángel tenía con Lodario algunas reticencias debido a que el médico se trataba afablemente, según había observado en alguna ocasión, con el jefe de estación, un individuo al que el joven tenía ojeriza por el trato que les había dispensado a él y a su madre el día lluvioso que llegaron a Páramo...“.

(Alejandro Álvarez López, 'El médico que no quería morir')

Autor del reciente libro 'El médico que no quería morir' (KRK ediciones, 2017), Alejandro Álvarez López es oriundo de Fornela, tierra a la que se siente unido, porque allí se crio y allí están sus raíces. “Vuelvo a ella muy frecuentemente”, señala este profesor, ya jubilado, de Lengua y Literatura, cuya vida académica y profesional se ha desarrollado en la fronteriza Asturias, donde vive en la actualidad desde hace años.

“Mi ligazón afectiva con Fornela me ha empujado a escribir sobre aspectos de este territorio (lingüísticos, antropológicos, históricos) para que no cayeran en el olvido, ahora que las nuevas generaciones viven situaciones muy distintas a las que vivíamos cuando yo era niño. La voluntad de que nos veamos como el fruto de una continuidad histórica ha guiado mis pasos al abordar el estudio de algunos aspectos de la vida de esa tierra que conozco y aprecio”, rememora Alejandro, que rescata del olvido el vocabulario que usaban los vendedores y albarderos ambulantes en su tierra natal. Se trata de 'el burón', “ese código secreto, nacido con voluntad críptica, ligado íntimamente a la profesión que ellos desempeñaban en situaciones en las que les convenía 'esconder' el mensaje para sus intercambios comerciales”, aclara.

Aunque 'El burón' o habla de Fornela sea una modalidad lingüística con identidad propia, presenta, según Alejandro Álvarez, rasgos en general coincidentes con la lengua del área occidental asturiana, y también posee algunos otros que la emparentan con el gallego.

Lástima que en época actual haya “desaparecido prácticamente como habla de uso debido a las influencias castellanizadoras de la escuela, los medios de comunicación, y, de forma ya definitiva, por el abandono de las actividades tradicionales y la emigración a diversas zonas”.

Por eso, estamos ante un estudio realmente interesante, sobre todo para quienes deseen conocer y adentrarse en el ensoñador y remoto valle de Fornela o 'Forniella' (en el Bierzo), que limita al norte con los municipios astures de Ibias y Degaña, al oeste con los Ancares leoneses y casi lucenses, al sur con el Ayuntamiento de Fabero, y al este y sudeste con el de Páramo del Sil, como su propio autor nos cuenta en 'El burón: la jerga de los vendedores y albarderos ambulantes de Fornela', una obra editada por el Instituto de Estudios Bercianos (IEB) en 2005.

“Esa jerga mantiene una relación directa con la profesión de sus usuarios, no solo léxica sino, lo que es muy importante, en los usos, en las situaciones de comunicación en las que era usada –apostilla–, lo cual me permitía presentar la forma de vida de los ambulantes fornelos. La relación entre la jerga del 'burón' y la forma de vida de las personas que la usaban es, posiblemente, lo más interesante de ese libro”.

El médico que no quería morir

Fornela es sin duda su fuente de inspiración, el escenario en que se desarrolla gran parte de su obra 'El médico que no quería morir' sobre la figura de Lodario Gavela Yáñez, que, aunque nacido en Bembibre, ejerciera como médico en Fornela.

“Quizás pueda ser también de interés para los lectores el marco en el que desarrolla su actividad profesional... pues ese marco es también el ámbito de un conflicto entre los empeños de una mente culta, formada en la racionalidad, frente a un medio ahormado por las tradiciones y los mitos. Ese choque, como no podía ser de otra forma, genera disgustos al personaje porque sus empeños colisionan con la realidad en la que vive. Pero su voluntad de no dejarse vencer lo hace aún más interesante como personaje novelesco”, especifica. Un personaje que despierta la curiosidad en sus lectores/as, que llegan a sentir empatía por el mismo.

Indagar en su historia personal me exigió muchas entrevistas con gente que lo conoció bien personalmente, que fueron sus enfermos, sus vecinos, que supieron de sus encuentros con los 'fugaos', que disfrutaron de sus iniciativas o de sus dádivas, que conocieron sus relaciones con los guardias y los falangistas de la zona...

Lo más destacable de este libro es, en palabras de su creador, el propio personaje, como ejemplo de unos valores y actitudes, que nos pueden servir de guía en estos tiempos torvos de individualismo, derrotismo, consumismo y falta de compromiso.

“Pero también creo que son interesantes las 'circunstancias' históricas y vitales del personaje en los diversos ámbitos de socialización de los que participa (familia, centros educativos, ciudad, país) y que lo van formando. La relación dialéctica con esas circunstancias es lo que explica el 'ser' del personaje y las decisiones que va tomando. Sin ellas es imposible entender la personalidad de Lodario, sus opciones y, a la postre, el sentido de su vida y las causas de su asesinato”, precisa Alejandro.

En este sentido, creyó necesario dar cuenta de las circunstancias históricas que había vivido y estaba viviendo su protagonista “porque fueron ellas las que forjaron, primero, su conciencia del mundo (durante su etapa de formación a lo largo de los cinco años de la República en Valladolid), las que después le llevaron a tomar posición ante lo que estaba sucediendo (en su etapa en la Guerra Civil) y las que, a la postre (los años de plomo del franquismo) causaron su muerte, sin que nada punible lo justificase, salvo la intolerancia de una dictadura que exigía adhesión inquebrantable y no toleraba los 'desafectos', más aún si estos eran líderes carismáticos que manifestaban su desafección y se negaban a asumir los postulados del régimen dictatorial”.

Para escribir este libro –y poder presentar con rigor histórico todas esas circunstancias– le supuso un gran esfuerzo de estudio y documentación.

“Indagar en su historia personal me exigió muchas entrevistas con gente que lo conoció bien personalmente, que fueron sus enfermos, sus vecinos, que supieron de sus encuentros con los 'fugaos', que disfrutaron de sus iniciativas o de sus dádivas, que conocieron sus relaciones con los guardias y los falangistas de la zona... –matiza–. Por último, para completar el marco existencial del personaje, decidí incluir aspectos de la vida de los pueblos, casi de carácter antropológico, para dejar claro el ambiente cultural en el que vivía y con el que, en ocasiones, se confrontaba”.

El objetivo inicial de Alejandro era escribir la historia de Lodario para que no se enterrara en el olvido el crimen execrable de este médico por parte de las fuerzas represivas del franquismo. Pero en el proceso de investigación y documentación fueron surgiendo nuevos objetivos al darse cuenta de que el personaje tenía unos valores positivos que podían servir de ejemplo para las generaciones presentes y futuras: “la solidaridad con los más desfavorecidos, la defensa de la dignidad y la libertad, la conciencia que le lleva a no someterse a la dictadura franquista a pesar de los riesgos que ello suponía, su sentido de la responsabilidad con sus pacientes, su implicación como ciudadano en diversos aspectos de interés social (educación, el desarrollo de esos pueblos, la higiene, la preocupación por sacar a las niñas del destino que el régimen les tenía preparado,...), el papel de la iglesia y su compromiso sociopolítico, que, a la postre, lo llevó a la muerte sin que hubiera hecho nada malo”.

Reconoce Alejandro que siempre le ha interesado, sobre todo en los últimos años, más la literatura concebida como un proceso de búsqueda, como método para comprender el mundo -desvelando sus embustes, sacando a la luz lo que está escondido o se pretende esconder-, que la ideada como el fruto de un arranque de inspiración, a la manera platónica o romántica.

“Esa literatura que da cuenta de la vida o de la historia no se puede hacer sin una documentación o investigación rigurosa, sin conocer la realidad de la que se escribe –puntualiza–-. Ser 'responsable' con el lector es una exigencia que lleva aparejada la necesidad de conocer bien el 'asunto' que se le presenta”. Y añade: “Frente al relato dominante que falsea la realidad o la esconde en el olvido es necesario documentarse con rigor para construir relatos asentados en la verdad histórica o social, presentarla como es o como ha sido, aunque sea con forma literaria; cuando narramos sobre cualquier personaje es imprescindible investigar sobre cómo vive, cómo piensa, qué relaciones tiene, en qué trabaja, etc.; construir un relato de la verdad exige estudio, documentación, rigor. Más aún en los históricos, en los que se debe exigir al autor 'responsabilidad con los lectores'”.

Es consciente de que falsear la historia, dulcificarla o idealizarla no es honesto con los destinatarios del relato. “Por eso me ha llevado tanto tiempo la investigación para escribir este libro”, comenta.

En cualquier caso, Alejandro ha tratado de responder a la exigencia de 'verdad', al respeto al lector, “que tiene derecho a que lo que se le cuenta, sobre todo cuando estamos hablando de un personaje y de unos hechos históricos, tenga soporte real, ya sea sacado de la Memoria o la Historia. Y cuando hay invención, que también la hay, debe estar al servicio de los hechos reales, una invención al servicio de la verdad y no independiente o ajena a ella”.

Confiesa que escogió la forma novelesca no para “esconder, dulcificar o enmascarar” los hechos del personaje y de la historia que vive, sino porque el formato novelesco le permitía acercar mejor a sus lectores esos hechos, hacérselos más cercanos, de modo que estos puedan vivirlos en directo, “no como una crónica del pasado sino como hechos que se están viviendo, lo cual facilita que el lector establezca un lazo más estrecho con el personaje, al mover los lazos afectivos con él”, glosa Alejandro, que dice ser “un aprendiz de narrador” que se impuso la labor de 'contar' la historia de Lodario Gavela porque quería saber. “El narrador quiere saber y por eso narra”, dice al tiempo que cita a Belén Gopegui.

Y en ese su afán por saber, por descubrir, se adentró en la narrativa, que ha supuesto para él un proceso de aprendizaje del 'oficio' de narrador a la vez que iba narrando, corrigiendo, puliendo. “Y hubiera seguido haciéndolo si ciertas circunstancias no me hubieran aconsejado enviar ya a impresión el libro”.

Frente al relato dominante que falsea la realidad o la esconde en el olvido es necesario documentarse con rigor para construir relatos asentados en la verdad histórica o social, presentarla como es o como ha sido, aunque sea con forma literaria; cuando narramos sobre cualquier personaje es imprescindible investigar sobre cómo vive, cómo piensa, qué relaciones tiene, en qué trabaja, etc.; construir un relato de la verdad exige estudio, documentación, rigor'

Asimismo, su labor como profesor, al construir relatos breves o pequeñas obras de teatro con sus estudiantes, le ha servido para aventurarse a contar una historia larga. “El salto de 'explicar' narrativa a 'narrar' supone un aprendizaje muy útil para un profesor que se empeña en que los alumnos y alumnas 'creen' relatos y vean la literatura no como coto cerrado, exclusivo o propio de 'algunos sabios' –expone–, sino al alcance de todos. Yo diría que 'crear' enriquece mucho el conocimiento para poder 'explicar' y ayudar a que los alumnos escriban”.

A lo largo de las páginas de este volumen descubrimos cómo Lodario Gavela llegó incluso a entablar relación con otro gran personaje, el poeta astur Ángel González, que en los años 40 decidió establecerse en Páramo del Sil con su hermana maestra Maruja, para curarse de una tuberculosis.

Cuenta Alejandro que la relación de Lodario con el autor de 'Nada grave' fue casual y esporádica. “A la hermana del poeta le habían prohibido desempeñar su profesión en Asturias, por sus antecedentes republicanos, y tuvo que desplazarse a Páramo, donde ejerció algún tiempo. Allí se desplazó Ángel González, por consejo médico, para curarse de una afección pulmonar y allí, en la botica de doña Ninfa, conoció a Maruja, la maestra, y a su hermano Ángel. Lo reseñable es la coincidencia del joven poeta y el médico en gustos poéticos. Aquel combinaba sus estudios con el cultivo de la poesía y Lodario, según nos cuenta Luis García Montero en la biografía sobre el poeta, hablaba con Ángel sobre poesía, pues también él gustaba de leer a Machado o Juan Ramón. E incluso hizo sus pinitos de poeta, como cuentan las niñas y niños (hoy ancianos) que tuvieron la suerte de participar con él en inauguraciones de las escuelas que promovió en Fornela, según se cuenta en el libro sobre su vida”.

'Mañana no será lo que Dios quiera' es el título del libro que García Montero le dedica al poeta Ángel González, que es a su vez un verso de este gran creador de la Generación del 50. Asimismo, el escritor Julio Llamazares publicó un relato, 'A Primout no vuelve nadie', recogido en su libro 'Tanta pasión para nada', en el que evoca la estancia del Premio Príncipe de Asturias de Las Letras como maestro en la aldea berciana de Primout, enclavada en la Sierra de Gistredo.

Asturias, mapa afectivo

Su otro espacio o mapa afectivo se sitúa en Asturias, donde ha podido desarrollarse y enriquecerse cultural y vitalmente, participando en las luchas sindicales, políticas, sociales. “Todo ello ha sido fundamental en mi vida y, sobre todo, en mi visión del mundo y de la sociedad, en el sistema de valores que guían mi existencia y en las relaciones humanas que dan soporte a mi vida”.

Su ligazón afectiva con Asturias viene de niño pues, aparte de la conexión de Fornela con las comarcas asturianas de Ibias o Degaña, con las existe el nexo común de la lengua y cultura, “los albarderos y comerciantes ambulantes fornelos, y sobremanera los de Trascastro, comerciaban en Asturias desde hace muchos años, por lo que esta región estaba siempre presente en nuestras vidas desde pequeños, pues Asturias era para muchos fornelos el espacio del comercio, mientras Fornela era el de las raíces y los afectos”, sostiene Alejandro, a quien le gusta la 'relectura' de algunos clásicos, “desde Cervantes a Saramago”, aunque también reconoce que han sido esenciales, en su formación como narrador, las lecturas de autores contemporáneos como Isaac Rosa, Belén Gopegui, Chirbes, Llamazares, Trapiello, Gamoneda o Alfons Cervera, entre otros, que le han aportado mucho, a su juicio, sobre la concepción de la literatura como forma de conocimiento, instrumento que puede 'desvelar', quitar el velo, a aspectos escondidos de la realidad para sacarlos a la luz, hacerlos presentes. “Y también, la responsabilidad al narrar, al trasladar al lector un asunto, una historia como la que presento en 'El médico que no quería morir'”.

A este respecto, considera que somos el producto de miles de experiencias, miles de charlas, miles de discusiones, miles de lecturas... Y, en su caso, la lectura de ensayo y narrativa forma parte de su vida cotidiana. A lo largo de los últimos años, dice poner en práctica la 'lectura y relectura' que hace bastantes años aconsejaba en un artículo su admirado Juan Goytisolo.

Asturias ha sido fundamental en mi vida y, sobre todo, en mi visión del mundo y de la sociedad.

En estos momentos, además de promocionar su novela sobre Lodario Gavela, tiene tres proyectos sobre los que prefiere no hablar por el momento, “pues cada uno de ellos exige un largo proceso de documentación y elaboración y no son para llevar a cabo en un tiempo corto. Me los planteo sin prisa”, concluye.

Entrevista breve a Alejandro Álvarez López

“Hay dos rasgos que me preocupan de la sociedad actual: el miedo que nos atenaza y la falta de perspectivas o el conformismo”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

He leído por segunda vez, o más, unos cuantos, y seguiré haciéndolo. De vez en cuando vuelvo al Quijote o a García Márquez o a Saramago. Y otros.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Creo que “padezco” de cierto idealismo quijotesco, mezclado con una dosis de realismo en continuo conflicto dialéctico.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Por deformación profesional, siempre trato de acabar los libros que empiezo pero me resultó imposible hacerlo con “La noche de los tiempos”, de Muñoz Molina.

Un rasgo que defina tu personalidad.

El deseo de hacer las cosas bien, lo cual de ninguna manera quiere decir que lo consiga.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Que sea responsable, solidaria, crítica y desprendida.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

En un sentido amplio, la política actual tiene la horrible faz del poder, en cuanto tiende de forma muy evidente a defender los intereses de los poderosos, olvidando y engañando a los más débiles. En un sentido más concreto, resulta patético contemplar el bajo nivel de la mayoría (no todos) de los políticos, afanados en repetir latiguillos, frases hechas y recetas gastadas, apelando al sentido común, pero demostrando una falta de empatía con los excluidos absolutamente detestable.

Hay dos rasgos que me preocupan de la sociedad actual: el miedo que nos atenaza (las leyes laborales y/o sociales lo alimentan) y la falta de perspectivas o el conformismo (“nada se puede hacer”). Ambos factores, entre otros, retrasan, en mi opinión, la necesaria respuesta a la situación de injusticia creciente que estamos viviendo.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Posiblemente las 'juergas' (charlas, discusiones, fiestas,...) con los amigos, aunque también paso buenos ratos con mi familia y con los libros.

¿Por qué escribes?

He empezado a escribir porque quería conocer y contar a otros una historia que me parecía digna de ser contada, conocida. Y porque pensaba que podría aportar con ella a los lectores algo valioso sobre el conocimiento del pasado y provechoso para el futuro. Si sigo escribiendo, lo cual es posible, será bajo las mismas premisas.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

No tengo Twitter y hace muy poco que tengo Facebook (después de escrito el libro) por lo que estas redes no han tenido ni la más mínima influencia en mi estilo literario.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

He bebido en tantas fuentes que me resulta imposible discernir cuáles con las que más me han influido. De todas formas, es posible que esos autores que cultivan una literatura centrada en “iluminar” la realidad hayan tenido más influencia en mí que otros.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Hasta el momento no sigo ningún blog.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Un individuo no es nada sin la sociedad en la que vive, de ella depende un porcentaje elevadísimo de lo que es y de lo que consigue.

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