Valle del Langtang, un viaje al pasado (I)

Katmandú, capital de Nepal. Foto: V. Costo

V. Costo

Una vez más, nos encontramos los cuatro (Julio, Goyo, Julio y Valentín) en el avión que nos llevará a Katmandú. Un avión de Qatar Airways, que siempre nos sorprende por sus comidas y sobre todo, por sus azafatas...

La primera vez que se llega a la capital de Nepal, el choque es brutal. A ojos de unos occidentales, es una locura de ciudad. Impresiona el olor a humo y a quemado nada mas bajar del avión y es que muy cerca del aeropuerto es donde incineran a los muertos. A la orilla del río les ponen en la pira y después las cenizas las echan al río...Hasta el año 1929, existía una ley por la cual cuando se moría el marido, la mujer iba directamente a la pira con él...

El tráfico en esta ciudad es impresionante y todavía no entiendo cómo no hay mil accidentes cada día, pero sorprendentemente nadie se roza siquiera. Todo va fluyendo y a veces pienso si no será este mejor método que el de nuestras ciudades...

En 1934 hubo un gran terremoto en Katmandú, si este se repitiera hoy sería una catástrofe de gravísimas consecuencias, porque se ha construido sin orden ninguno, y con casas que parece que están a punto de caerse incluso sin terremoto.

Katmandú es una ciudad que cuando estás en ella, tienes ganas de irte, pero cuando no estás, deseas volver. Un sitio especial.

En Katmandú. Foto: V. Costo.

En el aeropuerto nos están esperando y nos llevan al hotel desde el cual partiremos al día siguiente al valle del Langtang, en el cual iniciaremos un treking de una semana aproximadamente como proceso de aclimatación a la altura para nuestra ascensión al Mera Peak, que es la meta que nos ha traído a estas tierras tan lejanas.

Con los porteadores y el guía subimos en un todo terreno que nos llevará a través de unas “carreteras” durante unos 60 Kms. que tardaremos casi 3 horas en recorrer hasta el inicio de nuestro trekking. Atravesamos puertos por pistas de barro y torrenteras que me río yo del Angliru o de los lagos de Covadonga. Estos valles están bastante poblados y la montaña está aterrazada para cultivar arroz sobre todo.

El coche nos dejó en un pueblo que se llama Melamchipul y allí empezamos a andar. Por estas tierras bajas hacía bastante calor como contraste con lo que nos esperaba días más tarde en la montaña.

El lugar era precioso con valles profundos, bosques enormes y las terrazas para los cultivos. Atravesamos el río Melamchi Khola y empezamos a subir por caminos que nos llevaban a aldeas de cuento. Los lugareños estaban con los trabajos para recoger el arroz y yo aprovechaba todo lo que podía para filmar todo esto ya que ellos no me pusieron nunca pegas para grabarles. La luz del atardecer en esta región del Helambu era muy bonita, con mil tonos de verdes y dorados en los campos, y así subiendo durante unas 6 horas llegamos a Kakani, a una altura de 2.000 m., nos acomodamos en un albergue que tiene luz eléctrica (todo un lujo) y así pasó nuestro primer día por estas tierras.

El día siguiente amaneció espléndido. Muy buena temperatura y empezamos a caminar entre bosques. Se veían grandes montañas a lo lejos...y atravesamos una especie de cementerio muy interesante con monumentos de piedra fantasmagóricos.

Sermanthang, camino del valle del Langtang. Foto: V. Costo

Andábamos entre bosques y a lo lejos empezamos a escuchar una especie de música típica de los monjes budistas y siguiendo este sonido llegamos a una aldea que se llama Sermathang. En la plaza del pueblo había mucha gente reunida, parece ser que estaban celebrando un funeral y en un pequeño monasterio estaban los monjes rezando y tocando la música propia de estos sitios. Preguntamos si podíamos filmar y nos dijeron que sin problema, Yo me harté de grabarles con la cámara de video. El sitio, la música, los olores, los colores...fue algo impresionante, tienes la sensación de estar en un sitio especial. En el monasterio nos invitaron a té tibetano, con leche de yak y sal. Yo solo lo probé. No me gustó.

Continuamos camino, cada vez más bonito, entre grandes árboles y atravesando cascadas que bajan de la montaña, y prácticamente de noche llegamos a Tarkeghyang a unos 2.600 m. de altura. El albergue era bastante bueno y cenamos al calor del fuego en la cocina comedor. Había 6 alemanes y el ambiente era muy bueno.

Goyo se tomó una cerveza marca Everest por la cual le cobraron 480rupias (unos 4 euros)...los vicios se pagan...sobre todo si no hay carreteras para subirlos.

Los días se van sucediendo siguiendo siempre una rutina parecida: salir del saco (cuesta porque por la mañana las temperaturas bajan mucho), recoger las cosas, desayunar, preparar los petates para que los lleven los porteadores (los verdaderos protagonistas de estas expediciones) y ponerse en marcha.

Este día empezamos bajando, lo cual no nos hizo mucha gracia porque sabíamos que nuestra meta de hoy estaba a más de 3.700 m. de altura. Bajamos hasta el fondo del valle por hermosos bosques, aldeas y monasterios budistas. Siempre vemos a la gente trabajando en el campo y artesanos haciendo sus trabajos, como siempre se han hecho. Aquí el tiempo parece que se hubiera detenido. La gente sale a saludarnos, e incluso algunos padres llaman a sus hijos pequeños para que nos vean y con las manos juntas delante de su cara, nos dicen el saludo tradicional: NAMASTÉ !! y nosotros amablemente lo devolvemos. No deben pasar muchos turistas por aquí...

Cruzamos el río por un vertiginoso puente colgante y como no podía ser de otra manera, empezamos a subir. Este día solo recuerdo...subir...subir...subimos un desnivel positivo de 2.003 m. según nuestro GPS y bajamos un desnivel de 1000. Todo esto para una sola jornada nos pareció “un poco cansado” pero mereció la pena, porque atravesamos bosques increíbles con pinos de montaña gigantescos y otros de rododendros, entre cascadas y brumas. Parecía irreal.

Llegamos a un pueblo acomodado en una llanura en la ladera de la montaña, en el cual comimos, pero lo curioso de este pueblo, era su nombre: Melanchingao, con lo cual se podrá observar el cachondeo que tuvimos...me imagino la cara de los lugareños cuando llegan españoles (aunque no creo que lleguen muchos), pensaran que nos estamos siempre riendo...

Por fin llegamos casi de noche a Tharepati, un refugio en un collado donde pasamos la noche. En la habitación había 7ºC.

En el pueblo de Melanchingao, tocando la Tungna. Foto: V. Costo

Hoy es día de descanso, bueno, descanso relativo porque para aclimatar hicimos unas pequeñas subidas hasta llegar casi a los 4.000 m., por la tarde subimos otras pequeñas montañas. La niebla nos cubrió por completo y sentados en una peña, nos pusimos a “filosofar” sobre lo lejos que estábamos, allí en mitad de Asia y cómo habíamos hecho de nuestra afición a la montaña, una forma de ver la vida diferente, casi una filosofía de vida, un poco budista, pensamos...cosas de la altura. El frío nos devolvió al refugio y allí pasamos la tarde al calor de una estufa de leña. Julio estuvo dando unas clases de español a un porteador, si están dos días más con nosotros, acaban hablando nuestro idioma con soltura...y nosotros no somos capaces de aprender inglés...tiene bemoles la cosa!!!

Amanece el 24 de octubre. Continuamos nuestro trekking. Cada vez nos encontramos mejor de forma física. Hoy caminamos entre bosques de bambúes y rododendros. Nos cruzamos con algún otro extranjero y una expedición que llevaban un montón de mulas. Es increíble por el sitio que subían estos animales (me refiero a las mulas, no a los extranjeros).

Después se nos metió la niebla y ya no vimos nada más. Llegamos a Phedí y la rutina de siempre. Aquí también había una estufa y allí estuvimos hasta que anocheció. En este refugio compré una especie de instrumento musical de cuerdas que allí llaman Tungna, es como una pequeña bandurria tallada de madera de una sola pieza que me pareció espectacular. El precio fueron 4.000 rupias, unos 35 euros. Lo malo fue que tuve que cargar con ella durante todo el resto del trekking y procurar que llegara entera.

El día siguiente era un día clave para nuestra aclimatación. Teníamos que atravesar el collado de Lauribina Pass a 4.650 m. de altura. Nos levantamos a las 5 de la mañana y comenzamos a subir. El tiempo era bueno, aunque se notaba el frío a medida que íbamos subiendo. Al llegar al collado, empezamos a pisar nieve y el paisaje que apareció ante nuestra vista fue espectacular. Divisábamos las montañas que hacen frontera con el Tibet, El Manaslu de 8.156 m. de altura y muy cerca el imponente Lnantagn Lirun de más de 7.300 m. También había innumerables lagos (Los lagos de Gosaikunda), cubetas glaciares propias de estas montañas.

Comenzamos la bajada hacia el Valle del Langtang. La nieve fue desapareciendo. Pasamos por un monasterio hinduista al lado de un gran lago el cual presidía una estatua de Shiva. El sitio espectacular. El tiempo iba cambiando poco a poco, se metieron las nieblas, después empezó a granizar y cuando llegábamos al refugio empezó a nevar y así estuvo toda la tarde y parte de la noche. Dentro se estaba caliente gracias a la estufa y había buen ambiente. Hoy es una fiesta importante en el calendario hindú y el vino de arroz corría por todas partes. Algún porteador bebió un poco más de la cuenta, pero sin problema. Este día subimos un desnivel de 1.353 m. y bajamos 1.435m.

Cocina nepalí en Ghopte, camino del Lauribina Pass. Foto: V. Costo.

En la habitación de al lado, sonaba una música cansina y a bastante volumen, e incluso en nuestra habitación se colaba el olor de la marihuana que estaban fumando. Guando Goyo se hartó, los porrazos y las voces que dio hicieron su efecto...ya no se oyó nada más.

Continuará...

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