El acordeonista del 15M

Isabel Rodríguez

El 15M pilló por sorpresa a la mitad de la población. Muchos opinaban que el murmullo previo a la gran manifestación del 15 de mayo que se oía en redes sociales tendría poca repercusión. Otros ni siquiera habían escuchado hablar sobre el tema, así que no esperaban nada. En este segundo grupo estaba Carlos Huerta –llamémosle Solito Trovador, su nombre artístico-, que andaba entonces por París pensando ya en su vuelta a España, ajeno a lo que empezaba a cocerse en su país natal.

Sabía algo por lo que había leído en internet, otro poco por lo que le contaban sus amigos, pero nada le hacía sospechar la magnitud de las concentraciones. Y mucho menos que se toparía de frente con el movimiento y pondría banda sonora a buena parte de las acampadas.

Después de unos meses trabajando como camarero en la capital francesa, un tiempo que había supuesto un antes y un después en su vida como refleja en el libro de poesía que allí escribió, 'Par(entes)is', no quería volver de golpe. Primero cogió un tren a Hendaya y desde allí comenzó a caminar. Algo de ropa en la mochila, un saco de dormir y, por supuesto, su inseparable compañero de fatigas: el acordeón.

Sin prisa por llegar, fue deteniéndose en diferentes ciudades en las que tocaba su instrumento. “Recuerdo que estaba en Irún tocando y me llamó un amigo que estaba acampado en Botines para preguntarme si sabía lo que estaba pasando en España. Me llamó mucho la atención que algo así estuviera pasando en León”, comenta Huerta.

Su primer encuentro con los indignados fue en San Sebastián. Tres jóvenes se le acercaron al verle tocar y le invitaron a acercarse hasta donde estaba el resto del grupo. “Fue mi primer contacto con todo lo del 15M, eran muy pocos, los bares les ayudaban ofreciéndoles comida... Allí estuve tocando con otro que tenía un instrumento muy raro y pasé la noche con ellos”.

A partir de ahí, fue recorriendo otras acampadas, amenizándolas con su música y conociendo desde dentro el movimiento 15M con sus diferencias según donde se desarrollaba. “En Bilbao era muy activo, había muchos talleres, teatro de calle y a todos se les veía muy implicados”, relata.

Durante el camino, le iba relatando a los peregrinos extranjeros en qué consistía el 15M, pues habían visto en los periódicos de su país algo sobre el tema

“En Castro Urdiales solo había tres o cuatro personas, por eso me impresionó mucho que aun siendo tan pocos siguieran allí”, recuerda. “En Santander se me acercaron ellos y les estuve contando mi experiencia con otros indignados. Estaban muy interesados en saber qué pasaba en otros sitios, fue donde los vi más reflexivos”, comenta. “Y en Mieres, donde también eran muy pocos, se notaba mucho el espíritu minero”.

Después de días de recorrido, tenía más información que cualquiera que hubiese visto nacer la manifestación del 15M y ya podía ir explicándoselo a los peregrinos extranjeros con los que en ocasiones compartía camino y que se mostraban curiosos ante un acontecimiento que estaba también presente en los periódicos de sus países.

Entonces solo le daba pena no poder compartir el momento con sus compañeros de París, donde había vivido las revoluciones árabes que tuvieron su réplica en Francia, o con los de León, porque quería ver cómo había prendido la mecha en esta ciudad.

Sensaciones, opiniones, debates... Habían sido muchas experiencias, así que comenzó a mascar la idea de escribir otro libro de poemas, en el que recogiera su experiencia a través de todos estos lugares. Una obra que tiene intención de titular 'El sofá existencial', en referencia a los días que pasó descansando en casa de unos amigos en Pola de Lena y Turón después de tanto viaje.

Lo que unía a todas las acampadas era la ilusión. Esto es un tallo y el mundo se ha dado cuenta de que algún día saldrá la flor

Su llegada a León no fue menos simbólica, pues al salir de Villamanín comenzó a dejar atrás la niebla y a ver el sol. “Me hizo pensar en la Puerta del Sol”. Lo primero que hizo al aterrizar en la ciudad fue aparecer en Botines para ver la que se había montado allí. “Fue el primer sitio en el que vi tiendas de campaña, estaba muy bien montado”, comenta. Y una vez aquí, comenzó a colaborar con el movimiento y participó en la manifestación del 19 de junio.

“Lo que unía a todas las acampadas era la ilusión y yo me alegraba de que por fin respondíamos a todos los que llevaban tiempo diciendo que los jóvenes no hacemos nada”. Sobre el futuro, se muestra optimista. “Veo todo esto como un tallo, se ha sembrado una conciencia, el mundo se da cuenta de que algún día saldrá la flor, por lo que hay que seguir viviéndolo”.

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