Nunca es tarde para la música

VIOLÍN

Nuria V. Martín

Marina, Ana, Carlos, Andrea e Isaías sólo tienen en común a su profesora de música. Olga, a la que por ileón.com ya se conoce bien, les da clases de violín, viola, piano y lenguaje musical. Su exigencia en la técnica para conseguir los mejores resultados, combinada con su paciencia y empatía, ha hecho de estos alumnos tan diferentes amantes de un idioma universal, la música. Ya no sólo por la alegría que supone interpretar canciones que les gustan, sino porque el hecho de aprender a tocar el violín desarrolla el oído hasta el punto de facilitarles dominar otro instrumento. Entre muchos beneficios que les aporta esta afición.

Las artistas de la casa

Marina y Ana Gutiérrez, de 12 y 11 años, son dos hermanas extraordinarias que ya con cuatro años empezaron con la música en general y el violín en particular, motivadas por sus padres. “No ha sido fácil” reconoce su padre Eleodoro “pero una vez que se escuchan bien se dan cuenta que ha valido la pena tantas horas de ensayos. Ahora mismo están en ese punto en el ya no es una obligación y disfrutan tocando”. El progreso en ambas ha sido sorprendente, tanto en la técnica de Marina como en la destreza de la pequeña Ana. Progresos que no sólo se aprecian a la hora de tocar sino en el nivel intelectual, como es el caso de Ana que es campeona de ajedrez porque la música tiene mucha relación con el cálculo mental. Además de ser un hábito de trabajo que han seguido durante años y las ha hecho muy constantes y disciplinadas para otras tereas, teniendo en cuenta que además del colegio y el violín van a clases de inglés, ajedrez, una a ballet y otra a gimnasia rítmica y los fines de semana sacan tiempo para esquiar.

Van a clases separadas con Olga y en casa practicas también por separado, pero a veces se atreven a hacer dúos. Una afición que pocos niños de su entorno valoran, siendo en su colegio de las pocas que tienen la capacidad de escuchar una canción imaginándose la partitura. “Destreza musical que muchos envidiamos y con el tiempo sabrán aprovechar” nos asegura su padre.

Seguir de manera profesional es una decisión de cada una. A Ana se le ilumina la cara imaginándose como su ídolo Vanesa Mae, un modelo diferente de la este tipo de música que ayuda a acercar estos instrumentos a las generaciones más jóvenes, y Marina aunque se ha atrevido con el arpa y el piano además del violín de momento quiere disfrutar de ello como una afición. Sea como sea al menos podrán apreciar la música siempre que la escuchen porque ya tienen esa base.

Una afición para sus hijas

Carlos Fernández trabaja desde 2005 como técnico en el Auditorio de León y el hecho de rodearse de música le motivo para querer aprender a tocar un instrumento. Se atrevió con el violín movido por un sueño, “cuando tenga hijos quiero que toquen el violín como su padre” y va a tener que cumplir su promesa porque está esperando gemelas. Fue hace medio año cuando compró un violín y progresó mucho, pero cuando preguntó en la tienda de León Musical por un profesor y le remitieron a Olga, ella le recomendó que por sus actitudes y condiciones físicas cambiara a la viola y poco a poco se está adaptando a ese instrumento, pero nos confiesa que le gusta mucho más el sonido del violín.

Para ser profesional es harto complicado, por eso su objetivo es disfrutar de los sentimientos que le evoca este hobby. Pero reconoce que él es muy exigente con su técnica y estilo y cree que necesitaría una década practicando de manera constante para ser un experto, con dos o tres clases a la semana y una hora de ensayo diario. A pesar de sus esfuerzos, de momento, a largo plazo se plantea como mucho tocar con alguien amateur. Hasta que le veamos encima del escenario del Auditorio como músico aprovecha la tranquilidad que le proporciona tocar la viola.

La niña que dibujaba violines

Andrea Vidales tiene catorce años y según palabras textuales “me gusta la música más que cualquier otra cosa”, y cuando le preguntamos por su música favorita nos nombra a Mozar, Bach y hasta a André Rieu. Su pasión viene desde pequeña cuando le pedían que dibujara un instrumento siempre pintaba un violín porque le gustaba como era y años después, viendo “El lago de los cisnes de Barbie” le encantó su sonido. Les pidió a sus padres un violín y fue en la tienda de León Musical, donde tienen muchas tarjetas de diferentes profesores de música, les pusieron en contacto con la que ya lleva dos años, Olga. “Cada vez me gusta más el sonido que hace y todo lo que he conseguido en este tiempo. La postura la cambio bien, toco afinado y sé nuevas técnicas” y nos confiesa que disfruta más tocando canciones a dúo con su profesora que haciendo ejercicios. Aunque, además de las clases, practica una media hora diaria sin desatender sus deberes del colegio, donde tiene amigas que muestran curiosidad por su afición.

De momento no se atreve a tocar en público y tampoco se plantea ir al conservatorio. Está muy cómoda con Olga y el nivel que está alcanzando en sus clases. Además, reconoce que también le gusta el sonido del clarinete, pero antes de atreverse con un instrumento de viento preferiría probar con el piano. Pero hoy por hoy quiere que su hobby sea el violín, por lo que sus padres, Andrés y Margaret, nos muestran su satisfacción gracias la cultura musical que le aporta esta actividad, además de que notan que la ayuda a relajarse. Así que consideran que, aunque es un instrumento caro, ha sido una buena inversión que ayuda a Andrea a estar más centrada. Concentración que se muestra en sus estudios, en especial en sus buenas notas que saca inglés, para llegar a ser una chica muy bien formada y con una habilidad con entonación propia.

La banda sonora de su vida

Isaías García, licenciado en ingeniería industrial, es profesor en la Universidad de León y nos reconoce que él no tiene una larga historia con la música “toqué la flauta como todo el mundo en 5º de EGB en una asignatura que no me motivo por como la impartían”. Su afición por este arte está relacionada con la pintura, que también le gusta, ya que al ver series de Anime o películas le llamaba mucho la atención la banda sonora. Como las de Mark Knopfler al que descubrió con treinta ocho años y poco después se compró un violín para aprender, pero lo tuvo seis años guardado en el desván por lo mal que le sonaba.

Fue su pareja la que, al descubrir sus pasiones ocultas, le buscó clases de pintura y violín y al ser Olga la primera en responder la llamada fue por lo que Isaías maneja un arco en vez de un pincel. Como le ocurrió a Carlos, Olga le sugirió que probara con la viola, pero él se ha mantenido en sus trece y sigue aferrado a su violín. A pesar de desoír los consejos de su maestra los progresos que ha hecho en año y medio, teniendo en cuenta sus escasos conocimientos musicales previos, han sido muy llamativos gracias a las clases y a la práctica diaria.

“En cuanto cojo el violín necesito la máxima concentración. Es una técnica que consigue que te olvides hasta de donde estás.” A pesar de lo desestresante que nos remarca Isaías que es tocar, reconoce que los violinistas profesionales deben ser seres de otro planeta porque es muy complicado ser excelente, por ello él se conforma con seguir tocando como aficionado, “la música es potente, transmite mucho, sensaciones indescriptibles, y quiero aprender a tocar bien para disfrutar de ella como se merece”.

La nota beneficiosa

La música ayuda a los niños a leer, escribir y hablar bien; mejora su atención en clase; ejercita la memoria, la lógica y los movimientos coordinados; desarrolla la capacidad matemática; aumenta la concentración en el aula; potencia su creatividad; aprenden a trabajar de manera independiente en sus tareas con el resultado más óptimo; les aporta una sensibilidad que les hace comprender sus sentimientos y los de los demás; además de que puede llegar a ser más que un hobby y convertirse en una profesión. Y en los adultos ayuda a relajarse, desarrolla el oído y la memoria musical, además de comprenden la música y su historia. Pero sin duda el mayor beneficio de la música es disfrutar de ella.

Etiquetas
stats