Los preparativos del estallido en la provincia de León del conflicto civil de 1936

Aeródromo de La Virgen del Camino, en primera fila a la derecha de la imagen el alcalde Miguel Castaño y el gobernador militar Carlos Bosch y Bosch - Foto: Pepe Gracia

Jesús María López de Uribe

León, una provincia de pensamiento netamente republicano, aunque fuera de derechas, no sabía la que se le venía encima en julio de 1936, pese a que líderes sindicales y militares conspiraban contra el espíritu de 1931 de una u otra forma.

Un ejemplo entre los debates de la izquierda —que sólo había conseguido dos diputados en las elecciones de febrero frente a los siete de las derechas, pese a haber conseguido casi 73.000 votos frente a 91.000— es lo que ocurrió, según los archivos de la Banca Fernández-Llamazares, en el mes de mayo en la Agrupación Socialista de León. Los socialistas se reúnen a la vuelta de los revolucionarios anmistiados para discutir su agenda política en secreto.

“La escisión en dos bloques casi antagónicos marca la reunión. Por un lado, los socialistas burgueses o moderados son partidarios de no utilizar la violencia como fin para alcanzar el poder. Por otro lado, los socialistas revolucionarios son partidarios de los postulados de Largo Caballero, por los que los medios violentos son justificados para conseguir en España ”un Estado Bolchevique“ que acabe con el ”Estado Burgués“ que supone la Segunda República”. Esto se extrae de los documentos de este archivo leonés como postura definitoria de los radicales del PSOE. También se observa una división en la izquierda, pero ésta comenzaba a tener cada vez más claro que el régimen del 31 no se ajustaba a sus ideales y deseos inmediatos, y era un freno para la Democracia Proletaria.

La Casa del Pueblo en los años 30 estaba en el solar que hoy oupa la Delegación de Trabajo de Gran Vía de San Marcos, frente a la actual Delegación de Hacienda.

La reunión la presidió el ex diputado Alfredo Nistal (ex diputado y ex director General de Correo, un cargo similar a ministro de Telecomunicaciones), quien había sido el líder de la Revolución de octubre de 1934 en la provincia junto al pintor Modesto Sánchez Cadenas y el Secretario del Sindicato Minero Castellano, Antonio Fernández Martínez. Según los documentos del Archivo de la Banca Fernández-Llamazares, Sánchez Cadenas reprocha durísimamente a sus compañeros de partido la “traición” que supuso para él, para Nistal y para Antonio Fernández el hecho de que muchos de sus compañeros de partido no cumplieran el 5 de octubre con las órdenes de su partido, lo que supuso, en gran medida, el fracaso de la Revolución de octubre de 1934 en León.

Modesto Sánchez Cadenas y Antonio Fernández (Nistal fue procesado), hubieron de exiliarse en Bélgica tras el fallido intento revoluvionario y volvieron a España tras la amnistía del gobierno al ganar las elecciones de febrero de 1936. Los dos exigen responsabilidades dentro de su partido. En la reunión se comenta que para octubre de 1936 está prevista una nueva “revolución obrera” auspiciada por el diputado Santiago Carrillo desde Madrid y financiada “por una nación extranjera”. Es más: Modesto Sánchez Cadenas advierte de que si ellos no dan “el golpe” en muy corto espacio de tiempo, serán los militares fascistas quienes acaben con la Segunda República en España.

Los militares, del intento de asonada al Golpe de Estado

Por su parte, los militares españoles habían intentado ya nada más conocerse la victoria del Frente Popular dar una asonada copiando la Sanjurjada del 32 para intentar frenar la entrega del poder a los ganadores.

José María Gil Robles, el sobrino del escritor berciano Gil y Carrasco, había situado en los puestos clave de la cadena de mando a los generales Fanjul, Goded y Franco que en marzo quisieron dar un “golpe de fuerza”, intentando sin éxito que el presidente del gobierno en funciones Portela Valladares declarase el Estado de Guerra y anulara los comicios. Franco, que en ese momento era el jefe del Estado Mayor del Ejército, llegó a dar las órdenes pertinentes a los mandos militares para que lo declarasen, pero fue desautorizado por el jefe de gobierno y por el ministro de la Guerra. La Guardia Civil y la Policía tampoco apoyaron aquello. Franco se echó para atrás y su castigo fue ser enviado a Canarias como Gobernador Militar; lo más lejos posible.

Los socialistas leoneses comentan en una reunión secreta en mayoque en octubre habrá una nueva revolución obrera

Pero inmediatamente en marzo, una decena de generales se reunieron en casa de un amigo de Gil Robles para preparar una reunión a la que asistieron Franco, Mola, Orgaz Yoldi, Fanjul, Saliquet, Ponte, Villegas entre otros mandos con intención de preparar un “alzamiento militar que derribara al Gobierno del Frente Popular y restableciera el orden en el interior y el prestigio internacional de España, en el caso de amenaza grave a la unidad de la patria o quiebra límite en el Orden Público”. Fuera como fuera, los generales ya preparaban el camino para lo que llegaría en julio. Y contaban con el general Sanjurjo, exiliado en Portugal. El general de los Carabineros, Queipo de Llano (compañero africanista de Franco) que estaba organizando otra conspiración golpista por su cuenta, se unió en abril al grupo.

Sin embargo, el general Rodríguez del Barrio abortó un levantamiento en Madrid para el 19 de abril y entonces el general Emilio Mola tomó el mando y adoptó el nombre en clave de 'el Director'. A partir de ahí el golpe sería en toda España, y sus directrices implacables.

Mola, desde su puesto como Gobernador Militar de Pamplona al mando de la 12.ª Brigada de Infantería comienza a planificarlo todo a base de 'Instrucciones Reservadas'. En León varios militares como el entonces coronel Vicente Lafuente Baleztena (el General Lafuente, aún con calle en la actualidad), y el mismo Gobernador Militar, Carlos Bosch y Bosch, entre otros muchos se sumaron a la conspiración.

Todo terminó estallando con los calores de julio.

Los asesinatos del teniente Castillo y Calvo Sotelo

La tensión que se vivía en el ambiente terminó por desbocarse con dos asesinatos el 12 y el 13 de julio. El primero, el del teniente de la Guardia de Asalto, José del Castillo. El segundo, la contrarréplica, por parte de compañeros policías al cargo del Gobierno, del de uno de los líderes de la oposición derechista, José Calvo Sotelo. La situación en aquellos momentos se podría comparar a un atentado contra un mando de la Policía Nacional y que ésta asesinara al día siguiente a Pablo Iglesias o Pedro Sánchez (aunque la figura de Calvo Sotelo coincidiera más con la de Albert Rivera).

El general Mola, tomó el mando y adoptó el nombre en clave de 'el Director'. A partir de ahí el golpe sería en toda España, y sus directrices implacables.

Y la cosa comenzó a acelerarse. El Gobierno del Frente Popular, intentando controlar la situación, suspendió las sesiones del Congreso durante 8 días, prohibió que los periódicos calificasen de “asesinato la muerte de Calvo Sotelo” e intentó que se equiparara al del teniente Castillo. El PCE (17 diputados de 473 en el Congreso tras las elecciones de febrero y marzo de 1936, mucho menos que los 99 del PSOE o los 88 de la CEDA de Gil Robles) clamó contra éste por ser tan tibio y exigió la disolución “de carácter reaccionario o fascista” y le instó a encarcelar sin fianza a sus miembros y “a confiscar la prensa reaccionaria”.

El líder de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), el conocido en León como sobrino del escritor Gil y Carrasco, José María Gil Robles protesta ante la Diputación Permantente de un Congreso sin sesiones ante el trato que se le da a la muerte de su correligionario Calvo Sotelo y afirmó que entre el 16 de junio y el 13 de julio se habían cometido 61 muertes más por causa de la violencia política y llegó a decirle al Gobierno de Casares Quiroga: “Estáis fraguando la violencia y seréis las primeras víctimas de ella”.

Inauguración de la Gota de Leche en León en 1934; en la imagen se ve a Miguel Castaño segundo a la izquierda, detrás de él a Vicente Lafuente, y al general Bosch al frente; los dos militares se sumaron a la sublevación en julio del 36. Véase a la pequeña que les observa en la parte inferior inzquierda. / Foto Pepe Gracia

El día 15 el periódico 'Claridad' publica unas declaraciones del líder socialista Francisco Largo Caballero que no eran precisamente tranquilas: “¿No quieren este Gobierno? Pues que se sustituya por un Gobierno dictatorial de izquierdas. ¿No quieren Estado de Alarma? Pues que haya guerra civil a fondo”. Ese mismo día se detuvieron a 185 jefes locales y provinciales de Falange en toda España y el 16 se cerraron todas las sedes de partidos derechistas en Barcelona.

Y mientras tanto, en León, con una falta notable de información (el Diario de León no salía a la calle por una huelga obrera) y con la tensión creciendo cada vez más, los militares esperaban lo que ya tenían planificado hacía tiempo. Poco importaban las muertes de Castillo o Calvo Sotelo, la cuestión de sublevarse había sido decidida hacía tiempo. Tenían que esperar a lo que ocurriera en África.

Y el 17 de julio sólo los conspiradores de Mola, entre ellos el gobernador Militar de la Provincia, Carlos Bosch y Bosch, supieron que todo se había iniciado. Tenían que ser cautos. Sólo tendrían una oportunidad. Y los acontecimientos de los dos días siguientes les hicieron mantener el 'paripé' con las autoridades mientras se aprestaban a controlar la situación.

El primer rayo de la tormenta lo habían visto los sublevados, mientras que el resto de los protagonistas de aquellos 7 días de julio no habían oído aún ni siquiera el trueno.

[Continuará]

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