La aventura de ser artesanos en León en la era de la inmediatez

María Elucricia Fraile Martín, Alberto Hernández Fernández, Marisa Sánchez y Arturo Bruzo.

Nuria V. Martín

En un mundo dominado por la producción en masa y la tecnología, el valor de lo hecho a mano cobra una relevancia especial. En la era digital, donde todo parece efímero y reemplazable, estos artesanos nos recuerdan la importancia de la calidad, la dedicación y el amor por el oficio. Sea cual sea su modalidad, se trata de labores de siglos en las que no ha cambiado casi nada de su principal esencia: que se elaboren con las propias manos. Y en la provincia de León son numerosos los ejemplos.

En un mundo que avanza a ritmo vertiginoso, hay quienes desde diferentes rincones de León recuerdan con su tranbajo diario la importancia de detenerse, observar y valorar lo que se hace con tradición, amor y dedicación. En cada pieza artesanal hay una historia, un pedazo de León, esperando ser descubierto y apreciado. Es buen día para celebrar la tradición y el talento de los artesanos leoneses, verdaderas joyas de la cultura de nuestra tierra.

Alberto Hernández Fernández

En el taller de Alberto, ‘Juan Joyero’ ubicado en la Calle de Las Fuentes, se respira un aire cargado de historia y creatividad. Nuestro protagonista empezó con su padre de aprendiz con tan sólo 18 años, así que lleva trabajando 26 años. “La tienda lleva también 26 años, pero mi padre estuvo desde los 14 años de aprendiz y desde los 23 años hasta los 65 de autónomo joyero hasta que se jubiló”, recuerda el artesano los pasos de su mentor.

Las piezas artesanales no son sólo complementos: son piezas de arte e historias congeladas. La fabricación es un proceso que requiere precisión y paciencia. Cada corte, cada soldadura, cada engarce se realiza a mano, asegurando que cada pieza sea única. Alberto aprendió de su padre terminando al cargo de este negocio familiar, sin embargo, él no tiene relevo generacional. “Los oficios se están dejando perder y es una pena. Pero, además, hay muy poca unión que hay en León en el pequeño comercio y entre compañeros de profesión. Si estuviéramos más unidos se lograrían más cosas”, lamenta. 

El proceso de trabajo es muy variado. “Yo hago reparaciones que me pueden llevar 15 minutos hasta piezas hecha totalmente a mano que pueden llegar a varios días”, porque la artesanía no es una ciencia exacta. Y hay tantas obras como peticiones de los clientes: “Muchos me traen dibujos o diseños hechos por ellos y yo se los hago en oro o plata. Es lo bonito de este trabajo siempre haces cosas nuevas”, menciona el artista el aspecto más positivo de su vocación. A pesar del reto de su profesión, reconoce que los leoneses no reconocen su oficio todo lo que le gustaría. “Eso sí, cada día hay más clientes que lo valoran tanto el trabajo artesanal como el trato personal al cliente”, agradece.

María Elucricia Fraile Martín

María Elucricia Fraile Martín, residente en Matalavilla, regenta Artesanía de Matalavilla. “Trabajé cinco años en una fábrica textil en Béjar, Salamanca, como canillera y más tarde urdidora cogiendo maestría en cómo se tejía. Al dejar la fábrica hice un curso de cómo se tejía en un telar manual de bajo lizo y alto lizo, con esa técnica realizo tapices, cojines, alfombras ect.. Con los años hice un curso de como fieltrar la lana, una técnica que realizo con más frecuencia, con la cual hago animales, bolsos, tapices...”, recuerda el origen de su proyecto. Con esa formación y con las ganas de dar rienda suelta a la imaginación, Elu realiza cada vez más obras de arte, las cuales vende en mercados locales y eventos.

Cada técnica que emplea Elu tiene su tiempos y procesos. Por un lado, tejer en telar de bajo y alto lizo, se basa en hacer un tejido donde se entrecruzan los hilos de lana, o de otra fibra vegetal o animal, partiendo de tener unos hilos que son la urdimbre y otros la trama. Se consigue un tejido más consistente o vaporoso, dependiendo del uso que se le vaya a dar.

Mientras que el fieltro se parte de la lana (después de lavada, escarpizada y cardada), se ordenan en capas en diferentes sentidos unas de otras, se mojan con agua caliente y jabón en escamas o rallado, se masajea con una intensidad de suave a enérgica progresivamente, el artesano se puede ayudar con rodillos y otros útiles para que se abatane. “El tiempo varía dependiendo del tamaño de lo que estés haciendo y del grosor de las capas que le tengas que poner”, indica la artista.

“Hay leoneses que lo valoran y aprecia el acabado, pero a la mayoría no se fijan en estas cosas, pasan de largo”, se lamenta, pero afirma que las mujeres suele ser su cliente más recurrente, que encargan bolsos, gorros, cojines… Ya que su experiencia le dicta que ellas se interesan más por esta artesanía.

En su caso, por desgracia, no tendrá relevo generacional porque sus dos hijos se han formado en otras profesiones. “Lo hacen en algún momento por entretenimiento, pero no como una forma de vida”, puntualiza. A pesar de que su proyecto convive con la incertidumbre, y debe compaginarlo con otros trabajos para poder vivir, Elu se queda con la libertad de poder crear cualquier cosa que se pueda imaginar y poder superarse cada día. 

Arturo Bruzo y Marisa Sánchez

Artesanos de Luneza, un proyecto conformado por Arturo Bruzo y Marisa Sánchez, está ubicado la localidad de Leoneza en el Páramo del Sil, en la comarca de El Bierzo. “Es un proyecto que nace de sueños, decisiones meditadas y cambios de vida”, explican el comienzo de su vocación. Por un lado, Arturo Bruzos es escultor y artesano de la forja, la madera y la piedra. Durante más de 35 años en la profesión apostó siempre por su oficio y su entorno, tuvo claro que el medio era su recurso y su forma de vida. El escultor, cuya obra fundamentalmente es para particulares, tiene varias obras expuestas en su Toreno, pueblo natal, y en Páramo del sil.

Por otro lado, Maris Sánchez es administrativa y trabajadora social, pero como amante de la naturaleza, las plantas y el mundo natural dejó Ponferrada y su trabajo fijo de más de 18 años para emprender. “Una oportunidad para convertir mi afición en la profesión: la elaboración del jabón”, expone de cómo pasó de hablar del mundo rural a vivirlo.

Con ellos dos a la cabeza surge este proyecto en una zona despoblada, sin ninguna ayuda más allá que su propio trabajo. Leoneza, abandonada hace más de 60 años, carece de agua, electricidad y servicios, no tiene caminos de acceso porque todo son zarzas, lo que revitalizarlo supone mucho trabajo. “El proyecto siempre va dirigido al mundo de las artes y los oficios. Poner en valor lo tradicional, el aprovechamiento de los recursos y la importancia del saber popular. Una sociedad donde tiende a eliminar una cosa por otra, donde se pierde el sentido de dónde vienen. El contactar con el mundo natural, la raíz y la sensibilidad de las esencias que nunca se deben perder”, intentan explicar este plan que va más allá de la artesanía, ya que para ellos es una forma de vida.

Once años, partiendo casi de la nada

Partieron comprando la casa, rehabilitaron todo lo que rodea a la misma creando un jardín aromático silvestre para el uso y conocimiento de las plantas, habilitaron los accesos y realizaron el acondicionamiento básico para hacer posible la vida en el lugar. “A medida que íbamos solventado esta parte fuimos construyendo las zonas de trabajo, siempre manteniendo la esencia del lugar”, ponen en valor.

“Son once años de mucho trabajo, donde no siempre ha sido fácil y sigue sin serlo. Los recursos son la lucha diaria de hacer ver y entender que la artesanía es una forma de empresa y que donde vives no es una zona de recreo, es tu trabajo”, enfatizan. Ofrecen un lugar donde las artes y los oficios conviven con una vida tradicional, donde la esencia del lugar y la naturaleza son la base principal del entorno y la transmisión del conocimiento.

El taller tiene una fragua para Arturo como herrero y un hórreo para la elaboración de los jabones de Marisa. Y aun están dando forma a una palloza para disponer de un espacio común de usos múltiples. “Actualmente los dos talleres están en funcionamiento, a la vez que en la parte superior de nuestra casa creamos un pequeño espacio de exposición y venta de nuestros productos, un lugar donde las personas se pueden acercar a realizar sus encargos, visitar la zona con una visita guiada y conocernos”, enumeran los sus servicios.

Sus recursos vienen de muchas formas: escultura, forja tradicional, pequeñas artesanías de venta directa o encargos para eventos particulares, detalles de empresas, ferias artesanales o talleres. Su oficio es tan variable en cuestión de ventas que intentan hacer otras actividades que les permitan obtener los recursos suficientes para seguir adelante, ya que todo lo que ganan lo invierten en el mantenimiento de Leoneza.

Su proceso de trabajo abarca muchas disciplinas. Desde el mantenimiento del entorno, cuidado de huertas y praderías, atención del pequeño gallinero, elaboración de los productos, organización de talleres y visitas… “El Autónomo siempre sus tiempos de trabajo y es complicado compaginarlos en el espacio donde vives y trabajar”, aseguran que en una empresa pequeña como la suya eres de todo y aprender de todo. Con tanto que hacer su jornada empieza a las cinco de la mañana para organizar el día, las labores de casa y cuidar el jardín cuando el tiempo lo permite. “La ventaja de ser autónomo es que decides como marcar tus tiempos y como organizarlos en función de tu estado de ánimo y fuerzas. Si me veo muy saturada dedico el tiempo al jardín, pero si me siento productiva me meto en el taller”, explica Marisa su día a día.

Su arte está pensando para una amplia variedad de clientela, ya que son muchos formatos y productos donde expresan su creatividad, pero, por lo general son personas que valoran lo artesanal y lo natural, que, además, disfrutan del entorno y buscan algo más cercano y sencillo, como es vivir la experiencia de trabajar con las manos. “El arte se valora, aunque de alguna manera se está perdiendo el sentido de lo artesanal. En muchas ocasiones se ve como una segunda actividad y esto te lleva a pensar que no se toma en serio. Partimos de la base que todo lo artesanal tiene menos producción y sus procesos son totalmente diferentes.  Además, la forma de organizar mercados artesanales también ayuda a crear más confusión.”, critican. 

Dos visiones

A pesar de los inconvenientes consideran que lo mejor de su trabajo es despertarse en plena naturaleza, organizar el tiempo en función de las estaciones, cuidar y mimar lo que tienen a su alrededor. “En mi caso, que lleva consigo un cambio de vida, lo mejor es todo. No es un camino de rosas y hay muchos altibajos, pero es gratificante saber que lo que haces lo disfrutas y tienes la oportunidad de compartirlo. Trabajar con las manos, sentir los materiales es una conexión sencillamente ancestral”, expone Marisa. “Lo mejor de mi trabajo siempre hace referencia a la creatividad, la parte de descubrir la esencia de los materiales, darles forma y contar historias”, resalta Arturo.  

Una pieza artesanal esconde detrás muchas historias y muchas sensaciones, en un producto te llevas un pedacito de quien le da forma. “Nuestro trabajo no es sólo vender arte o artesanía, tiene la pequeña pretensión de mostrar lo que hay detrás y lo que significa. La importancia de que los conocimientos no pueden quedar en uno, hay que transmitirlos para que tengan sentido. Hay que fomentar la colaboración y  el respeto por lo que nos rodea, que somos simples aves de paso y que el que viene detrás importa”, finalizan.

Etiquetas
stats