Luis Mateo Díez, el hombre detrás del escritor que llega a la cumbre de las letras en español con el Cervantes

El escritor Luis Mateo Diez deposita un legado en la cámara acorazada del Instituto Cervantes en noviembre de 2023.

César Fernández

Cuando Julio Llamazares llegó a principios de los ochenta a Madrid dispuesto a hacer carrera literaria, ya había entrevistado una vez a Luis Mateo Díez en la cafetería Victoria de León para hacer un reportaje sobre la revista Claraboya en Cuadernos leoneses de poesía. Antes de consagrarse con éxitos editoriales como los de Luna de lobos y La lluvia amarilla, fue haciéndose un hueco en la capital al principio gracias a colaboraciones periodísticas como las que le llegaban de Diario 16 a través de José Luis Gutiérrez. Tiempo después se enteró de quién estaba detrás de aquellos encargos. “Luis Mateo fue quien más me ayudó. Fue generoso y lo hizo con discreción. Y me consta que esto mismo le ha pasado a más escritores leoneses y no leoneses”, cuenta Llamazares sobre el autor que este martes 23 de abril tocará el cielo de los premios literarios en español al recibir el Cervantes en Alcalá de Henares.

Las crónicas periodísticas recordarán que Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) nació en la capital lacianiega cuando su padre, Florentino Díez, ejercía allí como secretario del Ayuntamiento. Dirán que su infancia en una cuenca minera todavía entonces marcada por la oralidad alimentó una vocación literaria hasta reconocerse como un “niño escritor” que saciaba su incipiente éxito “enganchado a las bolas de anís” para dar muchos años después forma a aquellos recuerdos con los relatos de Días del desván. Contarán que pasó la adolescencia en León al trasladarse la familia cuando su padre recaló como secretario de la Diputación Provincial, otra fuente de inspiración recurrente en su obra narrativa. Y relatarán cómo llegó a la capital de España para ejercer como funcionario en el Ayuntamiento de Madrid y proyectar una carrera en la que encontró en Celama un territorio propio y que resulta tan prolífica que, apenas dos días después de recibir el Premio Cervantes, llegará a las librerías su nueva novela, El amo de la pista.

¿Pero cómo es Luis Mateo Díez? “Luis Mateo siempre ha sido igual. Su actitud y comportamiento en la vida y en la literatura siempre ha sido el mismo. Y lo digo como virtud. No se le ha subido el éxito a la cabeza”, responde Julio Llamazares, al poner al mismo nivel la “imaginación portentosa” en su obra y la “generosidad personal” en su vida. Fue en los años ochenta cuando tuvieron más contacto, de forma recurrente en aquellos viernes de tertulias en la Casa de León en Madrid que podían empezar con la presentación de un libro, seguir cenando y degustando cerezas en aguardiente de Prada a Tope y terminar con una copa en Malasaña. ¿Cómo lo recuerda en ese ámbito de trato más cercano? “Siempre con esa sonrisa sardónica y ese humor sarcástico muy de la tierra; un humor que empieza por uno mismo”, responde.

Por las tertulias de los viernes en la Casa de León en Madrid se asomaban autores como Jesús Torbado, Juan Pedro Aparicio, Antonio Pereira o José María Merino, que conoció a Luis Mateo Díez por un amigo común ya en la capital de España. “Y luego fue fraguando una amistad”, cuenta este último sobre una relación que se extendió a las familias y que se mantiene a día de hoy tras unas carreras en cierto modo paralelas (ambos son académicos y recibieron en años sucesivos -2020 Díez y 2021 Merino- el Premio Nacional de las Letras Españolas). “Él es una persona afable y cercana”, señala para remontarse a aquellos tiempos y recrear las conversaciones que se producían en un ambiente de cordialidad y camaradería: “Luis es muy despierto. Siempre decía cosas divertidas”.

Luis Mateo siempre ha sido igual. Su actitud y comportamiento en la vida y en la literatura siempre ha sido el mismo. Y lo digo como virtud. No se le ha subido el éxito a la cabeza

Julio Llamazares Escritor

Fue en un acto de la Casa de León en Madrid cuando el cineasta berciano Chema Sarmiento conoció a varios de esos escritores que han hecho de la provincia una referencia literaria en España. Sarmiento fue en 1982 a proyectar su mediometraje Los Montes y acabó trabando una relación que derivó en el largometraje El filandón. El trato fue más allá de lo profesional. “Me considero un verdadero amigo de Luis Mateo. Y él valora por encima de todo la amistad”, sentencia el realizador al repasar la elección de su cuento Los grajos del sochantre. “Me encantó ese relato. Y no sólo por su contenido, sino también por el lenguaje”, añade antes de desvelar que tenía pensado rematar la historia con el canónigo buscando el último grajo en los estercoleros de la ciudad hasta que Díez le sugirió no romper la unidad visual de la adaptación cinematográfica y cerrarla aprovechando la Catedral de León. “Y tenía toda la razón”, concluye.

Además de aportar el relato, Luis Mateo Díez fue actor en la reunión de los escritores con el santero ante San Pelayo. Sarmiento dio libertad a los autores para poner de su cosecha en las conversaciones que daban la transición entre las diferentes historias. “Hay muertos que no acaban de resignarse a su condición de tales”, dice en una de ellas el lacianiego. Con el equipo técnico de regreso a León a cada fin de rodaje, varios escritores hicieron noche en el entorno de Fasgar. El filandón pasó allí de la ficción a la realidad. “Tuvimos varias tertulias filandonescas”, cuenta José María Merino al recrear la escena de un paisano recitando romances y defendiendo a su manera una especie de derechos de autor cuando alguno le sugirió la posibilidad de aprovecharlos en una publicación literaria: “¡Cómo si no supiera yo los duros que vale esto!”.

Guiones de cine

El filandón fue el comienzo de una relación entre Luis Mateo Díez y Chema Sarmiento. “Viví en Madrid, cerca de la Plaza Mayor. Y a veces me pasaba a tomar un café con él”, apunta el cineasta, que tiene como su “novela fetiche” de Luis Mateo Díez La fuente de la edad. “Me habría encantado hacerla, pero yo entonces luchaba por otro proyecto”, cuenta Sarmiento. La adaptación corrió finalmente a cargo de Julio Sánchez Valdés. Y Julio Llamazares, que ya había hecho junto a Sánchez Valdés el guion de su novela Luna de lobos, iba a repetir la fórmula con La fuente de la edad. “Lo hice con cierta aprensión por meterme en el terreno literario de otro escritor”, admite. El resultado, tras mediar algunos contactos, fue satisfactorio: “La misma generosidad que demostraba en la vida la tuvo aquí: no puso ninguna pega”.

Él es una persona afable y cercana. Siempre dice cosas divertidas. Es uno de los grandes del siglo XX y del XXI

José María Merino Escritor y académico

Cinéfilo confeso, Luis Mateo Díez retomó recurrentemente el contacto con Chema Sarmiento. Tras plantearse llevar a la gran pantalla Las estaciones provinciales, el lacianiego aprovechó un viaje a París (donde ya vivía el cineasta) para sugerir la adaptación del libro de relatos Los males menores. Y aunque la idea de Díez pasaba por repetir el esquema de El filandón separando varias historias, finalmente triunfó la de Sarmiento de armar una unidad imbricando varias tramas. “Sé que él hizo entonces diálogos completos”, cuenta al recordar cómo echaron abajo ese proyecto con el argumento de que al público no le interesaría una película protagonizada por un adolescente poco antes de que la realidad desmontara esa premisa con el éxito de Secretos del corazón, de Montxo Armendáriz. Muchos años después, Sarmiento retomó con el acuerdo de Díez el proyecto pasando por cuestión de presupuesto a la actualidad historias ambientadas en los años cincuenta hasta estrenar en 2012 Viene una chica, un título que salió de la cabeza del escritor, que estuvo presente en el rodaje cuando se escenificó la representación de una obra de teatro.

“Él es rosselliniano; y yo soy pasoliniano”, zanja Sarmiento sobre una relación en términos cinematográficos que se quedó en el paso de llevarla a la práctica con otros proyectos conjuntos. Así sucedió con Memoria viva, guion escrito una primera vez por Chema Sarmiento y posteriormente retrabajado con Luis Mateo Díez y José María Merino, o con un proyecto colectivo denominado Milenio en torno al año 2000. El cineasta asiente al preguntarle por la “generosidad” destacada por Llamazares con su propio ejemplo: el de la colaboración en guiones que todavía no han pasado a la pantalla sin ningún rédito económico. “¡La de veces que me ha ayudado!”, expresa para resaltar de su obra tanto la “imaginación desbordante” como “la construcción sintáctica y la riqueza lexicográfica”. Y le tiene reservada una “sorpresa”: la inminente remasterización de La puerta, un antiguo cortometraje por el que le pregunta recurrentemente.

Cuando la actual concejala de Cultura del Ayuntamiento de Villablino, Mercedes Fisteus, lo llamó el pasado mes de noviembre para felicitarlo por el Premio Cervantes, el autor de Memorial de hierbas ya le había dedicado un libro. La edil era todavía una niña que salía con algún premio del Concurso Literario Luis Mateo Díez. El autor, que ya entonces era un “referente total”, le firmó un libro de Celama al que ella se acercó años después tras hacerlo con Días del desván. Cuando Fisteus se fue a Madrid a estudiar Derecho, aquellas lecturas tuvieron un valor añadido para su desarrollo personal: “Me ayudaron a reconciliarme con el pueblo cuando llegué a Madrid dispuesta a aprovechar lo que ofrece una ciudad. Al final mis raíces están en el pueblo”. Ahora convertida en concejala a la par que desarrolla su propia carrera literaria, reconoce que estaba “como un flan” cuando llamó a Díez para transmitirle la felicitación por el Cervantes: “Fue muy cercano. Nos dijo que lo tratáramos de tú y no de usted. Y que estaba muy honrado de que lo hubiésemos llamado cuando los honrados éramos nosotros”.

Cuenta con la tranquilidad que tiene la gente que no sufre complejos. Él inspira seguridad. Es una mezcla de una persona seria con un vivales

Chema Sarmiento Cineasta

“Nosotros estamos muy felices por él. No deja de ser un paisano. El Ayuntamiento tiene una deuda infinita con él, que ha seguido hablando siempre de Laciana. Y vamos a seguir homenajeándolo”, cuenta sobre una programación que también implicará a asociaciones y colectivos del valle para reconocer la figura de un escritor que, a juicio de la edil, ha dejado impresas en sus libros lecciones que van más allá de las letras: “Ha logrado revalorizar la literatura como una manera de conservar la memoria de lo que somos. Y eso es una muestra de lo que es la gran literatura”.

Luis Mateo Díez será el martes protagonista de la literatura en español con la entrega del Cervantes. “Es uno de los grandes, pero no por los premios sino por haber creado un mundo literario. Ha construido una obra muy coherente. Tiene un mundo cerrado”, considera Julio Llamazares. Se trata de un mundo que abrió ya con sus primeras publicaciones. “En Memorial de hierbas y Las estaciones provinciales ya está el espíritu de Celama”, reflexiona José María Merino sobre su capacidad para armar “un estilo propio”, crear centenares de personajes y dibujar “tramas muy divertidas” salpicadas con un “humor cervantino” hasta consolidarlo como “uno de los grandes del siglo XX y del XXI” con el valor añadido de ser tan prolífico: “Dice que tiene más libros inéditos que publicados. No para de escribir”.

Detrás del escritor vuelve a estar el hombre. “Cuenta con la tranquilidad que tiene la gente que no sufre complejos. Él inspira seguridad”, resalta Chema Sarmiento para zanjar su valoración con una definición que lo emparienta con el niño que digirió sus primeros éxitos literarios atiborrándose de bolas de anís: “Es una mezcla de una persona seria con un vivales”. Tras seguir otros caminos cuando cesaron aquellas tertulias en la Casa de León en Madrid, Julio Llamazares se lo encuentra en ocasiones: “Y al final en la conversación siempre acaba apareciendo León y la esencia cazurra”. Y José María Merino, que lo ve todos los jueves en la Real Academia Española y recurrentemente para comer, acabó trasladando aquella experiencia de la película de Sarmiento a los “filandones posmodernos” que comparte también con Juan Pedro Aparicio hasta componer un triunvirato que también está detrás de Sabino Ordás, un escritor apócrifo que nació en las páginas del diario Pueblo y al que le han dedicado hasta un congreso. Ordás será otro de los que este martes aplaudirá cuando Luis Mateo Díez suba a recibir el Cervantes. “Como hace mucho que no escribe”, dice Merino sobre Ordás, “no lo ha podido dejar por escrito. Pero él también está encantado”. 

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