Hablemos ahora de hombres famosos

05052024 Rodera 5 de mayo 2024 ILEÓN

¿Vale uno lo mismo que su necrológica? Supongo que no. Eso sería admitir que la gente a la que no publican una no vale nada. ¿Merece uno su necrológica? O, más bien ¿se parecen las necrológicas al difunto? Como zona indultada por piedad de bulos o patrañas… ¿valdrían como moneda en la boca para el otro mundo? ¿Puede un notable escapar del infierno o de similar establecimiento enseñando la viñeta alcanzando el cielo con nubecitas que dibujan invariablemente los cursis? Antes de la revelación sobre la penúltima borbónica impostura, murió don Juan de Borbón, padre de Eméritez y sinvergüenza sin oficio reconocido. Salió un montón de literatura más o menos analfabeta y más o menos –bueno, más– de derechas en la que alababan su amor por España y por el mar. En ese orden. Ambos afectos consistieron, según se podía colegir con atenta lectura, en no trabajar ni un solo día de su vida y emborracharse a bordo del yate. Esculapio me libre de arrojar sombra sobre tales actividades –o sobre su ausencia–, pero cuando este género periodístico abunda en detalles gastro/costumbristas, malo. En este caso real –nunca mejor dicho– faltaba material ditirámbico, pero la desgana de un necroautor puede llegar a inhumar asimismo famas después de vidas. Si únicamente se puede destacar de alguien cómo de amigo era de algunas personas –amigas–, la manera de revolucionar su disciplina dejándola como estaba y su afición a alargar las sobremesas es que, en efecto, resultaba así de tedioso y sus logros de una vida se pueden condensar en un párrafo. Moraleja: en caso de sospechar que, con la trivial excusa de haberle dado usted la patada al cubo, alguien le va a propinar un panegírico insuficiente o estúpido… adelántese y asesine al apologeta –así se llaman–. Y firme y afirme y encomie antes que él cuánto le gustaban las gambas a la gabardina y dormir hasta el mediodía. Tranquilo; nadie se ha revuelto en su tumba. Los muertos adoptan ese sensato hábito que nunca se pondera en las crónicas funerarias: suelen estarse quietos. Y callados.

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