Sara Velasco: “Llevo el polvo de carbón tatuado en mi subsuelo celular”

Sara Velasco

Manuel Cuenya

“1971

Tengo la certeza de que no somos pompas de jabón. El motivo de vivir no puede ser pasarlo bien. Ha de ser dejar huella.

Mi madre se ha quedado muy delgada, viste de negro por completo. Tampoco habla apenas, pero una tarde le cuento mis sospechas de que la contaminación de la Térmica –la carbonilla de la combustión del carbón y las ondas electromagnéticas del parque de transformación- haya tenido que ver con nuestras muertes. Mi madre parece haberlo pensado también y, tras un prolongado silencio mirando hacia el suelo, creo que revisa su vida pasada, dice:

-Fuimos muy felices allí, en la Térmica, pero a ellos dos les costó la vida“.

(Sara Velasco, 'Carbón')

Autora de 'Carbón' (Papeles Mínimos, 2018), entre otros libros, Sara Velasco es “médica desde hace 42 años. Eso no se cura nunca. Y psicoanalista desde hace 24 años. Tampoco se cura nunca”, afirma ella.

'Carbón' es en esencia una autobiografía novelada, o una novela autografiada, contada en primera persona, en presente, con un lenguaje sencillo y certero, invitándonos a reflexionar acerca de la vida, del despertar a la vida, con el rostro infame de la crueldad, en el contexto del desarrollismo franquista de los años 60 y comienzos de los 70. Con una Ponferrada grisácea y contaminada. “La vida camina de puntillas sobre un campo minado”. Esta es una de las citas con las que introduce su libro.

Recordemos lo que dijera el gran escritor Julio Llamazares al inicio de sus 'Escenas de cine mudo', donde aborda el tema de la minería en Olleros de Sabero, “toda novela es autobiográfica y toda autobiografía es ficción”.

Cuenta Sara Velasco que lloró mucho al escribir 'Carbón', porque sin duda le ha removido tantas y tantas vivencias de su etapa infantil. Con la muerte de su hermana y su padre a resultas de un mismo cáncer, a buen seguro relacionado con la contaminación que produjera la central térmica. “No lo releo porque lloro más... Críticos que no conozco han dicho cosas muy hermosas sobre 'Carbón', además de que levanta cierta polémica”, señala. “Sigo estando comprometida con el fin del carbón y de que los oligopolios sigan envenenando el aire con el consentimiento de todos”, añade.

Se trata, en palabras del escritor y periodista Valentín Carrera, de un libro “demoledor y conmovedor, escrito en prosa tersa, límpida, bellísima, sin artificios”. Que ha despertado el interés y la atención en personas como Tatiana Nuño, responsable de cambio climático y energía de Greenpeace, que le llevó a realizar el documental 'El lado oscuro del Carbón', en el que participa Sara Velasco.

“Fue muy importante para mí ver las reacciones más bien intensas que provocaba lo que decía cuando fui con Greenpeace a presentar el documental a los territorios mineros. Estuve en León y en Zaragoza. Causa efectos, sí”, apunta Sara, que se siente satisfecha con la edición que ha hecho Imanol Bértolo a través de la editorial Papeles Mínimos.

“Es un diseño dramático, tan bueno, original, con sobrecubierta... me gusta mucho. Ha interpretado el libro de una forma tan bonita...”, matiza Sara, quien se define como 'termicana' porque nació al pie de la central térmica de carbón, Compostilla I, en Ponferrada. “Llevo el polvo de carbón tatuado en mi subsuelo celular. Desde pequeñas, mi hermana y yo decíamos que éramos termicanas. Ser termicana es el hilo de unión con mi padre y con mi hermana”.

En realidad, Sara Velasco es ponferradina aunque también medio gallega y medio manchega. “Me da la sensación de tener sangre celta y árabe mezclada. Siempre me ha parecido que así no era tan corriente”.

Se fue de la térmica y de Ponferrada siendo muy chiquita, lo que le ha predispuesto a marcharse de cualquier sitio donde estuviera viviendo. “Yo no soy de aquí”, es algo que le sigue rondando. Pues en la actualidad vive en la sierra de Madrid (desde hace un año y unos meses). Pero pronto se irá a vivir a otro sitio. “No lo hago a propósito. Sale así. Irme de un sitio a otro”.

Lo que pretendo del que me lee, me tiene que pasar a mí cuando escribo. Por ejemplo, si estoy escribiendo algo y me aburro, eso lo elimino. Si me aburro yo, más se aburrirá el lector, incluso la lectora

Recientemente, regresó a Ponferrada para presentar su libro 'Carbón', después de tantos años, y se dio cuenta de que El Bierzo es una tierra distinta al resto. Que le gustaría volver a vivir en la comarca berciana. “Es el único sitio de donde sí soy. Pero casi seguro que no podré volver. Mi vida de allí, ya no está. Sólo está en mis libros. Mi Ponferrada ya está sólo en mis libros. Yo padezco lo que Valentín Carrera ha llamado 'mal de ausencias'. Ha sido siempre doloroso pensar en El Bierzo, por las cosas de la vida, lo cual me ha mantenido a cierta distancia. Soy una ausente forzosa”, aclara esta 'médica de las letras', que usa las palabras no sólo con fines narrativos sino como instrumento terapéutico.

Las palabras como instrumento terapéutico

“Por eso caí en el psicoanálisis, tratando de entender lo que les pasaba a mis pacientes. Me daba cuenta de que la mayor parte de los sufrimientos no proceden del cuerpo biológico sino del espacio psíquico. Y no sabía cómo entrarle. Sabía entrar escuchando lo que decían, pero luego no sabía qué hacer con lo que se desplegaba en la consulta. Con el psicoanálisis encontré qué hacer y cómo. Como médica se cura a algún paciente, alguna vez. La mayoría se curan solos, las enfermedades más frecuentes son autolimitadas. Pero con el psicoanálisis, se cura por completo, se llega al origen de la fogata que arde en el fondo, con leña de miles de escenas vividas, y allí se apaga el fuego, se cura. Cura por la palabra. Médico de letras. Y esto es lo que me he empeñado durante muchos años en transmitir a otros médicos, docencia, le llaman. Transmitir con la palabra (clases), cómo curar a los pacientes (clínica de la palabra). Médico de letras”, se expresa con claridad Sara Velasco, que desde 1992 hasta 2009 ha venido escribiendo ensayos médicos con el psicoanálisis de fondo, “emboscado, con la guía de lo que me parecía que mi alumnado necesitaba saber, ampliar más sobre tales o cuales asuntos, transmitiendo lo que aprendía de mis alumnos y de mis pacientes. Médico de letras”.

Su vocación por la literatura surgió en cuarto de bachillerato, según le contara su madre hace poco, porque su profesora de literatura se empeñó en que estudiara letras y no ciencias. Aunque al final hiciera Medicina. Escribir comenzó siendo para ella una idea romántica. Hasta que un buen día dio un salto cualitativo. Y se adueñó de un saber.

“Todos sabemos muchas cosas, pero, sobre todo a las mujeres, nos falta dar el paso de creernos dueñas de lo que sabemos. Eso me ocurrió gracias al psicoanálisis. Gracias a mi psicoanalista. Y empecé a escribir ensayos lo más sesudos que podía. Sin embargo, en el Ministerio de Sanidad o el Instituto de la Mujer, que me encargaban algunos trabajos, les incordiaba porque decían que mis libros eran 'de autor', es decir que no podían firmarlos como Ministerio. Algo había ya. Me decía una persona del Instituto: 'no uses esas palabras (palabras líricas) ¡ponte docta!'”.

Recuerda que, cuando terminó el último ensayo en 2009 (ha publicado cinco ensayos), acabó ingresada en un hospital por el exceso de esfuerzo. Tuvo una crisis vital. Y fue entonces cuando decidió ponerse a escribir narrativa: “escribir sólo lo que saliera de mi cabeza; ya no rodeada de libros abiertos y marcados, como hay que hacer en los ensayos, que hay que ver todo lo que han dicho otros antes sobre el tema, para escribir sólo si tienes algo más que aportar. No vale repetir lo que ya está dicho por otros”.

Sostiene Sara Velasco que en narrativa se pone en juego la experiencia vivida, la imaginación, la lírica, la búsqueda de la belleza. “Hay que devanarse los sesos para encontrar en el fondo de los ventrículos cerebrales la palabra justa que exprese una sensación, o que describa una situación. Hacer del escribir una experiencia vital completa, aunque estés paralizada sentada delante del ordenador. No tiene nada que ver con escribir ensayos”.

Escribe porque no puede evitarlo. Y para causar efectos en quien lee. Y por supuesto en sí misma. “Lo que pretendo del que me lee, me tiene que pasar a mí cuando escribo. Por ejemplo, si estoy escribiendo algo y me aburro, eso lo elimino. Si me aburro yo, más se aburrirá el lector, incluso la lectora. Eso es una guía. Si estoy arrebatada por lo que escribo y tengo que salir a caminar un rato porque si no exploto, a meditar lo que estoy encontrando, entonces voy bien, me está causando efectos. Para mí escribir se trata de una experiencia vital. Aunque me desordene cada vez más”.

Escribe “novelas basadas en hechos reales ¿hiperrealismo lírico, podría llamarse?”, según ella. Y no escribe para entretener ni para informar. Ni pretende que el lector se emocione o reflexione, y menos que se entretenga, no quiere hacer perder el tiempo a nadie. “Eso sería ofrecer un libro para consumir. Ahora las emociones también son materia para consumir”.

Aunque le cueste y a veces lo pase mal, las sensaciones más intensas y hondas las tiene mientras está con el proceso de creación. “Cambia mi ánimo según lo que está pasando en la historia que escribo. Y como soy bastante trágica, a veces el ánimo se me cae por los suelos. Otras veces estoy eufórica. Depende de lo que esté escribiendo”.

Para ella, la escritura no es terapéutica, la auténtica terapia, en su caso, es el psicoanálisis. “Me psicoanalicé durante 11 años. Eso es terapia. Eso puso en orden lo que se podía ordenar”.

Ensayos aparte, la primera obra narrativa que publicó fue 'El arco de la histeria. Medicina rural en La Palma, 1978' (2015), acerca de su primer año de ejercicio como médica rural, “con un equipo que trabajábamos y vivíamos en comuna en Tijarafe, isla de la Palma... Los palmeros son muy buena gente, son muy agradecidos y leales, gente poco común...”.

A través de su libro 'Carbón' ha podido conocer a autores como Ildefonso Rodríguez, que le parece un aventurero lírico. O a Valentín Carrera, “un dulce guerrero berciano, que termina sus artículos con un '¡Arriba las armas!' lo que demuestra que algo preocupante pasa en León”.

Le resulta interesante, en todo caso, que escriba mucha gente como ella, que vive fuera, exiliada, sobre la provincia leonesa, indicativo de que en la literatura leonesa también debe estar ocurriendo algo.

Confiesa haber leído a autores como Julio Llamazares, cuyos libros le duelen, porque, en su opinión, siente dolores de León en ellos. Y también ha leído a otros escritores leoneses sin ni siquiera saber que eran de León: Josefina Aldecoa, los Panero, César Gavela... “Siempre he tenido la impresión de que demasiados ponferradinos nos fuimos en un éxodo. No estamos allí. Así que me los he encontrado siempre fuera”.

Además de autores y autoras de la provincia de León, ha leído, durante más de veinte años, sólo a escritoras, tanto novelas como ensayos. “No era fundamentalista, es que lo que escribían los hombres me aburría. Se desenvolvían en un plano de la realidad que no me interesaba nada, no me captaba. Os pido perdón a todos, lo siento”.

Asimismo, nos recuerda lo que dijera Grace Paley: “Las mujeres siempre hemos leído a los autores hombres y ellos no nos han devuelto la cortesía”. No obstante, a ella le resulta muy grato comprobar que sus dos libros publicados de narrativa ¡los leen los hombres! También las mujeres. “Pero las más ardorosas buenas críticas, han sido de hombres. Esto me ha llamado la atención y me ha gustado mucho. ¡Que me lean por fin hombres, además de mujeres!”.

Entre las autoras que le han dejado huella indeleble, la han abstraído por completo, le han causado efectos y le han enseñado a escribir están Simone de Beauvoir, Carmen Martín Gaite, Josefina Aldecoa, Ursula K Le Guin y Doris Lessing (“hace años leí todas sus novelas, todas”).

Todos sabemos muchas cosas, pero, sobre todo a las mujeres, nos falta dar el paso de creernos dueñas de lo que sabemos. Eso me ocurrió gracias al psicoanálisis

“Por orden de aparición en mi vida: Clarice Lispector, anduve volada con ella una temporada larga; Harper Lee, increíble de buena su única y larga novela; y cuando empecé a escribir narrativa empecé a devorar autoras alucinando de lo bien que escriben, se multiplican mis admiradas: Mary Shelley, Carson McCullers, Margaret Atwood; Edith Warthon, Dorothy Parker; Natalia Ginzburg, Marta Sanz, Susana Fortes, Sara Mesa, Auður Ava Ólafsdóttir... Ah, y Cynthia Ozick y Agota Kristof me parecen escritoras portentosas. Varias de ellas merecen el premio Nobel. A ver si ahora, cuando dejen de dárselo a cantantes y tal, se lo dan a algunas de ellas, eternas candidatas, antes de que se mueran. Me interesan mucho sus vidas, cómo se las apañaron para escribir en medio de vidas trágicas. He leído muchas biografías de mujeres escritoras, artistas, científicas... buscando el secreto de cómo vivir, que es bastante difícil”.

Ahora, que reconoce leer a escritores, le gusta Herman Koch (“por fin uno en quien se ve cómo piensan los hombres en realidad”), y Henning Mankell. Y les ha cogido cierto gusto a clásicos como Kafka, Bertrand Russell, Julio Verne, Thomas Mann (“con él estoy ahora, con 'La montaña mágica'”). Asimismo, le gusta mucho el particular modo de escribir de Alfons Cervera, “escritor de la memoria histórica española”, y Rafael Chirbes, “es también un maestro. Cada uno de los libros que leo ahora, los que me gustan, me dejan marcada, bien marcada... Leo todo lo que pillo de teoría literaria, buscando el secreto para escribir y leo y releo a Rafael Chirbes, Dorothea Brande; Amos Oz, hasta he leído 'Mientras escribo' de Stephen King. ¡Me estoy curando!”, apostilla con sentido del humor.

En estos momentos, tiene ya tres manuscritos terminados, a la espera de tener el empuje de moverlos para publicar. “¡Eso es una empresa temible!”, pues “escribir es un proceso y publicar es otro bien distinto”. Y ahora está acabando otra novela, “también muy lírica”, en la que lleva más de un año “con el ánimo como una montaña rusa debido a ella”.

Entrevista breve a Sara Velasco

“Me consterna la sociedad que les hemos dejado a la siguiente generación, mucho peor que la que tuvimos”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Novela, 'El libro de los placeres' de Clarice Lispector. Y ensayos sobre literatura, 'El novelista perplejo' de Rafael Chirbes y 'Para ser escritor' de Dorothea Brande.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

¿Personajes? Ahora pienso que el sufriente doctor Frankenstein y su pobre monstruo malquerido. En otro momento, quizá otro.

Persona imprescindible en la vida siempre, mi hijo.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

No sé. Cuando un libro me resulta insoportable lo dejo y no me queda en la memoria.

Un rasgo que defina tu personalidad.

No lo sé. Tengo lesionado el carácter.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Bondad y valentía. Juntas, por favor.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

¿Opinión política? Si me encargan un libro sobre ello... quizá no pierda el tiempo escribiéndolo.

Y la sociedad, me siento fatal con todo lo que luchamos para crear una sociedad mejor. Me consterna la sociedad que les hemos dejado a la siguiente generación, mucho peor que la que tuvimos.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Estar con mi hijo, escribir y mirar los trajines de los pájaros.

¿Por qué escribes?

Por eso. Y porque le da sentido a mi vida.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

¡No, por dios! Pero, seguramente hago mal.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Todo lo que he leído y la vida que he vivido.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

No. Lo siento, no estoy en línea con los tiempos que corren.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

He llegado a entender algunas cosas en distancias cortas sobre cómo funcionamos las personas, por el inconsciente, gracias al psicoanálisis y a la medicina; pero el mundo, así a lo grande, no lo entiendo. Sigo de sorpresa en sorpresa.

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