En los leoneses prima la reflexión

La Corporación Municipal del Ayuntamiento de León, en Las Cabezadas. // Campillo / ICAL

David Díez Llamas

👉 Viene de la segunda parte

Podríamos decir que otro de los rasgos que caracterizan la personalidad leonesa es el de ser personas mucho más reflexivas que impulsivas. En ese sentido podemos decir que el leonés se mueve más en el terreno de la palabra que en el de la acción.

El leonés tiende a dar vueltas y vueltas a las cosas, a analizar “sus pros y sus contras”. Quiere llegar a conclusiones basadas en el razonamiento. En ese sentido también podemos decir que es más racional que intuitivo.

El riesgo de todo ello es que se quede muchas veces en territorio de la palabra y tenga dificultades para transformar en acciones lo que pudiera ser su forma de pensar y el fruto de sus reflexiones. Diríamos que este rasgo se contrapone, por ejemplo al que tiene la personalidad vasca. Pondremos un ejemplo, en el que yo mismo he sido protagonista como leonés. Ante la dificultad de encontrar el camino correcto en una carretera, en una ciudad... el leonés tenderá a mirar su mapa, buscara en él una salida, indagará si ese puede ser el camino más corto... El vasco simplemente dará vueltas a la ciudad hasta que encuentra una salida. En ese ejemplo es fácil que el vasco salga y encuentre la salida antes que el leonés. Se contrapone el 'divagar' con el 'hacer'.

Ese carácter reflexivo de los leoneses lo podríamos asociar a un marco geográfico que tiende a distinguirse por sus bajas temperaturas. El frío invita a la reflexión. En esas largas noches de invierno propiciaban la introspección interior así como el debate y los comentarios entre las personas que se reunían alrededor del fuego. Es el recogimiento que invita a pensar y también a compartir esos pensamientos con las personas que tenemos cerca. Igual ello también significaba que aquello de que se pensaba o se hablaba quedaba en el interior de las casas y no trascendía de modo suficiente a la acción exterior.

El que encontremos a muchos leoneses en el ámbito de la literatura, en el dominio del reino de la palabra, podríamos decir que también tiene bastante que ver con ese carácter dado a la reflexión del que hablamos en este artículo. Nos expresamos más a través de la palabra escrita. La expresión del modo de pensar reflexivo hace que podamos encontrar muchos escritores (Julio Llamazares, Aparicio, Merino, Luis Mateo Díez, Mestre, Rogelio Blanco...). No se quiere decir que entre los leoneses no se encuentren personas de acción, pero podríamos decir que son más la excepción que la regla. En un caso prima la reflexión al plasmar en un libro los pensamientos, las historias que se quieren recrear.

El leonés, más “de hacer leyes”

Hay otros caracteres en los que es especialmente importante la improvisación y la acción en un momento dado. Por decirlo de algún modo James Bond no encajaría demasiado en el prototipo de leonés. También podríamos decir que nuestro carácter es más propio de personas reflexivas que de intuitivas.

El riesgo importante es que el Reino de León sea también el reino de los debates eternos que no llevan a ningún lado. Podríamos decir que ello también lo podemos ver en nuestras tradiciones culturales y antropológicas. Son los eternos debates sobre el foro u oferta en el que los leoneses nos deleitamos. Hablamos, discutimos pero no llegamos a una acción que tenga esa capacidad trasformadora. Somos muy capaces de argumentar y tal vez menos “de hacer”. A veces el Reino de León podríamos decir que es el Reino del bla, bla, bla...

Esa caracterización reflexiva hace que los leoneses no tendamos a caracterizarnos por ser violentos. En nuestra historia prima más el ejercicio de la palabra que el de la acción. Tendemos a expresar la oposición a través de la crítica pero no a través de una acción violenta. En nuestra historia hemos sido bastante más “de hacer leyes” que “de héroes de guerra”.

👉 Sigue en la cuarta parte: 'El súper ego leonés

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