“No ha habido ni una sola medida para que la crisis no vuelva a producirse”

Jesús Maraña, en la Plaza Mayor de Sahagún, después de la entrevista con ileon.com.

Isabel Rodríguez

Director de Tiempo, de Interviú y ahora de Público, proyecto en el que se sumergió con ilusión desde su nacimiento, Jesús Maraña (Sahagún, 1961) salió de León con 16 años para hacer COU en Madrid y desde entonces ha desarrollado una intensa carrera profesional fuera de su tierra. Pero ni con esas se ha olvidado de los paseos junto al río, ni de Villalón de Campos donde estudio el Bachillerato, ni de muchos otros rincones que siempre ha considerado un poco suyos. “La adolescencia te marca mucho y yo guardo recuerdos muy sólidos de aquí, así que intento venir mucho y transmitírselo a mis hijas”, comenta. Sahagún sigue siendo el lugar de encuentro de hermanos. En una de esas reuniones aprovechamos para quedar con él. Nos espera en una cafetería junto a un montón de periódicos. Durante la conversación habla tranquilamente, distendido, una charla solo interrumpida en ocasiones por los saludos de los vecinos. “Yo no suelo hablar tanto, se nota que aquí estoy relajado”, confiesa.

¿Es una casualidad que haya tantos periodistas leoneses en puestos destacados de los medios de comunicación?

No sé si tendrá que ver alguna figura periodística en determinadas generaciones o que la tierra inspira. En mi caso, mi hermano Felipe (Sahagún) es periodista pero eso no influyó en absoluto porque la única vez que le pregunté me dijo que ni se me ocurriera estudiar la carrera, lo mismo que le digo yo a mis sobrinos, a mis hijas y a cualquier joven que me pregunta. Tiene mucho atractivo, pero es muy sacrificado, tiene que ser muy vocacional y lo tienes que vivir con mucha pasión.

¿Y entonces cuándo empieza a sentir esa vocación?

Durante el bachillerato en Villalón de Campos. Por una parte yo era un desastre para las matemáticas porque no les encontraba sentido y, además tuve la suerte de tener muy buenos profesores de Lengua, Historia y Literatura. En el instituto de Villalón a finales del franquismo había un profesorado muy de izquierdas y abierto y allí comencé a descubrir todas las letras y las músicas latinoamericanas como Víctor Jara o Violeta Parra. Para esto también hay que ser muy cotilla y yo vengo de una familia numerosa (el pequeño de siete hermanos) en la que la casa siempre estaba llena de gente, todos sabían de todos y donde se discutía mucho.

La mayoría de medios está empezando a faltar al respeto.

Cuando comienza en Público en el año 2007 como subdirector, ya tenía una sólida trayectoria profesional. ¿qué le hace aventurarse en un medio nuevo?

Yo estaba dirigiendo la revista Tiempo cuando me ofrecieron entrar en Público de subdirector. Entonces tenía la sensación de que los semanarios vivían una especie de agonía porque las empresas no apostaban por ellos. Me pareció atractivo que alguien montara un periódico de papel de inspiración progresista. Pero a la vez era un proyecto que ya desde su nacimiento descansaba en gente que tenía la mentalidad de los nuevos medios, como Ignacio Escolar o Manuel Rico, así que era como ver pasar el último tren teniendo un pie en lo que más o menos yo podía dominar y aprendiendo mucho al sumarme al nuevo periodismo que hay que hacer.

¿Qué recuerda de los orígenes del periódico?

Los orígenes fueron apasionantes a la vez que una locura. Cuando yo llegué lo primero que hice fue pedir que retrasaran la salida porque pensaba que íbamos a hacer el ridículo. Todavía la gente no dominaba los programas, no funcionaba el sistema y no estaban claras las funciones de cada uno, pero todos los nacimientos son caóticos y se cometen errores de los que hemos ido aprendiendo. Ahora tenemos un muy buen equipo, con gente joven pero muy madura profesionalmente.

¿Cómo consiguieron ganar credibilidad?

Eso fue lo más duro. El diseño del periódico es muy moderno y fresco, pero también es muy arriesgado por el modelo que tenemos de de portada, así que durante los primeros meses dimos bastantes bandazos. Es difícil coger el punto exacto en el que estar, pero hay que arriesgar de vez en cuando, tanto en la selección del tema como en la forma de presentarlo, y sobre todo conjugar esto con el rigor -mi obsesión- y con la transparencia con nuestra posición editorial.

El País me ha decepcionado en muchas cosas

¿En qué consiste esa transparencia?

Si queda un rol reservado a la prensa escrita es de posición editorial, interpretación, análisis, de dar argumentos a la gente para tener una posición ante la vida. Para eso tienes que ser transparente. Público no nació para ser un periódico neutral ni equidistante, es un periódico de izquierdas, de eso no hay ninguna duda. Lo que pasa es que al poco de salir nos colgaron el sambenito de que éramos zapateristas, pero nunca nos hemos caracterizado por tener grandes exclusivas del entorno Zapatero y con las medidas que han tomado en la crisis, el periódico ha sido bastante crítico. Pero sí, aquello perjudicó nuestra credibilidad porque nadie quiere leer un periódico de un Gobierno, algo que no somos en absoluto.

¿Cómo fue recibido Público por la competencia?

Mal. El espacio progresista de este país está muy mal acostumbrado, sólo había un grupo y una cabecera. Al principio, cuando firmas que escribían en El País escribían en Público, en Prisa se enfadaban, como si hubiera que elegir entre papá o mamá. Eso se ha ido diluyendo y siempre ha habido respeto mutuo. Yo soy lector y comprador de El País desde que nació, me parece que tiene una calidad fuera de toda duda, pero también me ha decepcionado en muchas cosas, y creo que hace falta y es sano e higiénico que haya otros medios.

Visto con perspectiva, ¿Cuáles fueron los principales errores que cometieron al principio?

Uno de ellos fue, teniendo muy poca potencia, pretender marcar nuestra propia agenda. Por muy interesante que fuera el tema que sacábamos, estábamos solos, no funcionaba. Lo que quería la gente es que tratáramos los mismo temas que el resto pero con nuestro propio enfoque. Así que, aunque seguimos manteniendo los temas que están en los principios editoriales, como temas sociales, de inmigración y de mujer, intentamos acompasarnos más con el resto de medios.

Luego también te das cuenta de que se han perdido algunas reglas en la profesión que nosotros, de una manera ingenua, mantenemos. El hecho de que los medios, si no son ellos los que producen una noticia, la desprecien, me parece un error y una falta de respeto. Nosotros, si alguien saca un scoop, los seguimos y citamos al medio que lo ha publicado, pero la mayoría de medios está empezando a faltar al respeto. Y eso afecta a los medios más pequeños, a los nuevos.

Ya me gustaría a mí tener problemas con la publicidad.

En esta misma serie, algunos periodistas han manifestado que su trabajo había empezado a perder calidad por la presión de la publicidad. ¿Cómo se sienten estas presiones desde la óptica del director?

Una de las malas suertes de Público fue que tras su nacimiento llegó de lleno la crisis, así que ya me gustaría tener a mí problemas con la publicidad. Echo de menos más publicidad igual que el resto de directores y tengo claro que esto ya no va a volver a los tiempos que hemos vivido. Lo que sí ocurre es que las empresas ya no quieren la publicidad tradicional porque ha perdido eficacia, quieren formatos más impactantes y que pueden afectar a la información. Nosotros tendemos a la resistencia y, sobre todo, a la separación, con formatos más creativos pero sin contaminar la información. Es una negociación permanente.

@jesusmarana también está en Twitter. ¿Hasta qué punto es conveniente que un director de periódico vuelque sus opiniones en una red social?

Son herramientas tan potentes, tan directas y tan nuevas que creo que todos estamos aprendiendo a la vez que lo usamos. Yo he entrado en Twitter porque hay que estar, me parece una herramienta absolutamente innovadora, que te permite pulsar los ecos de las cosas que dices, piensas y haces y eso creo que es sano fundamentalmente para el periódico.

Otra cosa es cómo lo usas y yo ahí tengo mis diferencias con otros colegas que en algunos casos creo que abusan, con un uso casi publicitario. De todas formas creo que es una revolución en marcha y alguna vez ya he tenido la sensación de que me había precipitado al volcar una opinión.

Comentaba que le resultó atractivo que se creara un periódico en papel, pero ha sido ampliamente superado por su propia página web.

El éxito de la web de Público -más de cuatro millones de usuarios únicos- es desproporcional respecto al éxito del papel (90.000 ventas según OJD). Yo no sé qué va a pasar con el papel, pero me resulta sospechosa la pesadez de los que ponen fecha a su muerte. Y ya no te digo los escalofríos que me produce escuchar a algún director de un medio de papel grande que va a desaparecer. Si lo tiene tan claro, lo que tiene que hacer es apartarse y hacer un periódico en los móviles.

Yo no creo que esté muriendo, está claro que el quiosco va a menos, que no sobrevivirán todas las cabeceras y que ya nadie puede aspirar a unas ventas como las que teníamos hace 10 años, pero a mí más que la muerte del papel me preocupa la salud del periodismo. Cuanto menos sea posible hacer periodismo de verdad, la salud democrática será peor. Esto debería ser un debate ciudadano.

¿Considera que la democracia se resiente en Europa?

La situación me parece preocupante. En Europa hay una regresión en los derechos, hay una ola de populismo ideológico que se va asentando incluso en países, como los nórdicos, en los que hace no mucho tiempo era inimaginable que calaran estos mensajes. Todo esto responde a la incertidumbre generalizada y al miedo de no saber qué va a pasar con nuestras vidas y con las de nuestros hijos, y el miedo ha sido siempre una salsa perfecta para que hiervan las ideologías más simples, pero más eficaces en los mensajes: el populismo.

El miedo es una salsa perfecta para que en ella hierva el populismo.

¿Y esto tiene freno?

Desgraciadamente, esto irá a más mientras no haya alternativas claras en el otro lado. Estamos pendientes de que la izquierda deje de estar en la melancolía y tenga un discurso coherente con lo que se ha defendido durante décadas, pero adaptado a lo que es el siglo XXI. No soy catastrofista, siempre ha ocurrido que la izquierda ha funcionado con menos medios y con el debate permanente, eso lo hace todo más lento. Pero mientras tanto, te comen la tostada y lo reaccionario va a más. Las tensiones migratorias también influyen mucho.

¿Las de los países árabes?

Lo de los países árabes debería ser un motivo de alegría para todos, sobre todo si profundizara más y se instalara la democracia, pero no por vender democracia por el mundo como si fuera crecepelo sino porque esa gente tiene que conseguir una calidad de vida que les haga ser felices en sus lugares de origen, eso nos interesa a todos hasta egoístamente.

De todos modos, la crisis global que vivimos no terminará de resolverse de una manera justa si no se abordan -que están lo suficientemente estudiados, pero absolutamente nada tratados- los motivos de la crisis. No ha habido ni una sola medida de gobernanza global contra la desregulación o contra la especulación financiera masiva. Al final la culpa la tienen los otros, los ciudadanos que han vivido por encima de sus posibilidades. Pero, ¿qué se ha hecho para que no vuelva a producirse? Ni una sola medida, y ya han pasado dos años y medio. Esa mezcla de incertidumbre, miedo y mensajes eficaces y simples están bloqueando una reacción colectiva. No digo que vayamos a las barricadas, pero que no nos tomen el pelo.

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