El relojero Losada y el reloj de la Puerta del Sol: dos símbolos para España

El relojero Losada.

Luis Alonso Luengo

Losada y el reloj por él construido y regalado para la Puerta del Sol madrileña, constituyen dos símbolos del vivir español del siglo XIX y del de todos los tiempos.

Un símbolo la persona de José Rodríguez Losada, arquetípica del siglo XIX español; liberal, conspirador -hasta el punto de ser 'puesta a precio su cabeza' por el absolutismo fernandino- y que, huído a Londres, se centra -sin dimitir de sus ideales- en el ordenado vivir británico Victoriano, que le crea una obsesión, la de que España encauce, en un orden lógico, las enormes energías latentes en su pueblo y que, bien conducidas, pudieran ser capaces de llegar a la consecución de las más insospechadas metas constructivas de progreso y libertad.

Y otro símbolo el reloj, como medida del tiempo, esa invención humana elevada casi a lo divino, para Losada con signo de mágicas supersticiones que sería la estampa, o el sueño, del instrumento dinámico y conductor, que diera cauce y orden a aquellas dispersas energías españolas.

Losada había sentido lo destructivo de estas energías, y la posibilidad de su enfoque constructivo, no sólo en sus días de conspirador español, sino en esos otros de 'visitante británico' a España, cuando en 1859 presenció la enorme manifestación en la Puerta del Sol (recién restaurada) con motivo de la toma de Tetuán -en la epopeya de África- y el heroísmo de su amigo Prim en Castillejos. Fue entonces cuando aquellas borracheras de vino y alegría de la multitud; aquel abrazarse, entre vítores, de las gentes que poco antes se acometían a trabucazos y que pronto lo volverían a hacer, cuando Losada contemplando, sobre el tumulto desorbitado de la plaza, el viejo reloj destartalado que -sin exactitud para la posible hora que España necesitaba- se alzaba en el edificio del 'Ministerio de Gobernación', concibió construir y regalar para aquella torre -punto neurálgico de España- un reloj novísimo que diera las horas sin variar un minuto del momento y que, sentido y oído, por todos los españoles ¡presentimiento profético! -así comprendieran que su existir debía de acomodarse a su tiempo y la fabulosa energía de España acoplarse al orden cronológico (para el moral) del Reloj.

Símbolos todos los de Losada que resultan ser proféticos, porque desde el año 1916 -si las crónicas no mienten- los madrileños primero y los españoles todos después -como algo que les empuja inconscientes- se reúnen, unos en la propia Puerta del Sol bajo el reloj de Losada, otros -hoy- en torno a los receptores de Radio y Televisión de todo el país, para hacerse -al menos por un momento- eco del sueño del relojero famoso comiendo, al compás de las doce campanas del reloj, en la hora final de cada año, las 'doce uvas de la suerte' para desear a España, en el año que comienza, las mejores dichas de su destino.

Este fue el hombre -José Rodríguez Losada- y éste fue su mejor deseo. Este el reloj que, para expresarlo, construyó; y éste el eco mítico que, en el minuto final de cada año, tiene su afán para todos los españoles.

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