Las amapolas pintan de rojo los campos

Rubén Cacho / ICAL Campo de amapolas en Castilla y León

Ical

A pocas personas les habrá pasado desapercibido que los campos de Castilla y Léon se han teñido de un intenso color rojo desde hace unos días, un fenómeno que está resultando especialmente llamativo este año por la abundancia en el número de amapolas. Sin embargo, los expertos reconocen que no es algo fuera de lo común, sino que se trata de un comportamiento que estas flores “llevan haciendo desde hace mucho”, si bien este año está siendo especialmente vistoso por la confluencia de una serie de factores.

Las amapolas son unas plantas “normales” en muchos terrenos, pero en especial entre los cereales, donde crecen “de forma natural”, explica a Ical el catedrático de Botánica de la Universidad de León (ULE), Félix Llamas. “El hombre quiere que que la tierra produzca trigo o cereal, pero cuando no se siembra, se deja todo el espacio para las amapolas”, apostilla. Ya lo cantaba Manolo Escobar cuando decía que “el trigo entre todas las flores ha escogido a la amapola”.

Pero este fenómeno no ha surgido de la noche a la mañana. Las semillas de las amapolas, pequeños puntitos negros que se esparcen con mucha facilidad con el movimiento provocado por el viento, estaban ocultas en el terreno, esperando a que se dieran las condiciones más favorables para su crecimiento. Con una campaña agrícola muy seca hasta casi la entrada de la primavera, el campo estaba sin tocar, lo que favoreció la germinación de las semillas de amapola. Además, las lluvias de mayo impidieron el desarrollo de los tratamientos con herbicidas, un ingrediente adicional que ha favorecido el crecimiento, de forma explosiva, de esas semillas hasta teñir de rojo muchos campos.

Las semillas que ya estaban en la tierra el año pasado, y que en muchos casos no pudieron germinar por la presencia de cereal, han salido en esta ocasión “a lo tonto”. Se trata, en la mayoría de los casos, de superficies “irregulares” porque son flores que buscan “los sitios donde tienen espacio”. “Ese es el único misterio que tienen las amapolas y el por qué de las grandes cantidades que vemos estos días”, aclaró Llamas.

“El año pasado ocupaban un 25 por ciento y este año un 60 por ciento”, cifró aproximadamente Llamas, porque “donde primero se abandonó el cultivo de cereales es donde salieron las amapolas en los dos o tres años siguientes, y luego ya se han desplazado

Pero no solo los campos de cereales son los favoritos de estas flores, sino que también se fijan en otros cultivos. La característica común de estos terrenos para su crecimiento es que estén poco abonados y tengan componentes de nitrógeno. Las condiciones climatológicas no son demasiado determinantes, porque las amapolas son flores que pueden salir “con poca lluvia o con mucha lluvia” ya que se adaptan “muy bien” a cualquier circunstancia. “En los sitios donde pueden crecer no les afecta, porque pueden resistirlo todo”, eso sí, siempre que las condiciones del suelo tengan bastantes componentes nitrogenados.

El periodo que requieren las amapolas para desarrollarse como especie, no como individuos, se prolonga durante cinco o seis años, por lo que es previsible que este fenómeno pueda repetirse en los próximos años. Sin embargo, “cuando se quiten de ahí, se pondrán en otro lado, no suele haber problemas, y nada más tendremos que mirar a la finca de al lado”, aclaró Llamas.

Este colorido en los campos de Castilla y León es previsible que no se prolongue más allá de las dos próximas semanas. Aunque se considera de forma popular que es una planta débil, nada más lejos de la realidad. Se estima que sus semillas empezaron a germinar a mediados del mes pasado y en este último mes es cuando han salido las flores, generando este estallido tan llamativo. Llamas estimó que en dos semanas más los frutos de las amapolas estarán maduros, soltarán las semillas y será entonces cuando la planta desaparezca. “El ciclo entero dura unos dos meses como mucho”, por lo que el fenómeno en los campos teñidos de rojo es algo que se prolonga por “un periodo corto”.

Semillas pequeñas

Las semillas de las amapolas se encuentran esparcidas por el campo a la espera de su oportunidad para crecer y dar colorido. Son semillar “muy pequeñitas” que están en el interior de un fruto que es “una especie de bola” con poros gruesos en su parte superior por donde salen las semillas con el movimiento provocado por el viento. “Se mueve la planta y salen las semillas como cuando un cura esparce el agua bendita con el hisopo”, ejemplificó Llamas.

Ya esparcidas en la tierra, las semillas de las amapolas permanecen ahí “durante el tiempo que sea” a la espera de las mejores condiciones ambientales. “No necesitan germinar al año siguiente y pueden estar dos o tres años, cuando les viene bien”, pero este año ha sido “favorable” para las amapolas en aquellos sitios en los que no se ha cultivado porque “había muchas semillas en el suelo, y salen”.

Flor decorativa

La amapola no tiene demasiados usos más allá de su carácter decorativo y que estos días está llamando la atención en el paisaje castellano y leonés, aunque no por ello es una flor mala, como se tiene en la creencia popular. Sin embargo, sus pequeñas semillas sí se emplean para el pan de amapola, procedente de Hungría y que cada vez se encuentra más extendido. A él le aportan un sabor “muy pequeño” porque es la única parte de la flor que no tiene compuestos nocivos. También se le atribuyen algunos efectos nocivos, un poco tóxicos e incluso alucinógenos, capaces de adormecer a las personas. Pero más allá de eso no generan más que placer para la vista.

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