Tres décadas de São Martinho

Miriam Chacón / ICAL Aula de portugués en el CEIP Menéndez Pidal de Bembibre.

Juan López / Ical

Reza la leyenda que durante un lluvioso día de otoño, un soldado romano llamado Martinho, montado a caballo, se encontró con dos mendigos desnudos. El generoso centurión se quitó la capa, la cortó a la mitad con su espada y les cubrió con las dos partes. Sin su prenda, continuó el viaje cuando, de repente, por milagro, el cielo se abrió y los rayos del sol y el buen tiempo se prolongaron tres días. Desde entonces, sobre el 11 de noviembre, Portugal, y también España, reciben el 'Verão de S. Martinho'. Como prolongación de aquella fábula, el joven soldado sigue desde hace tres décadas con su aventura por las provincias del oeste de Castilla y León, ayudando a los escolares de esta Comunidad a aprender su idioma, el portugués. Ahora, su cuento sirve a los docentes para enseñar esta lengua, con lecturas y canciones que resuenan entre las paredes de 11 centros públicos.

Un total de 659 alumnos de 11 centros de León, Zamora y Salamanca recibe clases en la actualidad, 290 de ellos en el marco del Programa de Lengua y Cultura del país luso, que cumple 30 años. El proyecto empezó en 1987 por la necesidad de dar una respuesta a la importante inmigración de lusos y caboverdianos llegados, principalmente, al Bierzo a trabajar en la mina.

Desde entonces, el programa ha ido en decadencia. Ha pasado de contar con miles de alumnos a los 659, entre los que se incluyen también 336 de ESO y 33 de Bachillerato que la eligieron de forma optativa como segunda lengua extranjera. A esta cantidad se suma otro medio millar de las escuelas oficiales de Idiomas de estas tres provincias y de Valladolid, según datos de la Consejería de Educación.

El desarrollo de este programa será con seguridad uno de los puntos que tratará la Cumbre Hispano-Portuguesa que se desarrollará el próximo 21 de noviembre en el Palacio Real de Valladolid. El protocolo suscrito entre ambos países en los años 80 tiene luces y sombras, como la peculiar relación de dos estados hermanos, que hasta hace bien poco han vivido de espaldas. La lengua es una evidencia de ello.

El Centro de Educación Primaria Menéndez Pidal de Bembibre (León) fue uno de los primeros hace 30 años en impartir clases de portugués, gracias a los docentes que el Ejecutivo luso enviaba, y que aún envía, a Castilla y León en el marco de este programa de Lengua y Cultura, en colaboración con el Instituto Camoes.

Siguiendo el ejemplo del escritor luso Virgilio Ferreira, este colegio cree en la integración del portugués entre sus alumnos, si bien solo la reciben aquellos que lo solicitan. Ferreira decía que “una lengua es un lugar desde donde se ve el mundo y en que se traza los límites de nuestro pensar y sentir. De mi lengua se ve el mar. De mi lengua se oye su rumor, como de la de otros se oirá el del bosque o el silencio del desierto. Por eso la voz del mar fue la de nuestra inquietud”.

Esa inquietud la tuvieron en los inicios profesores como Fernando, que procede del norte de Portugal, y que durante toda la hora que dura la clase con la decena de niños que tiene a su cargo en el centro berciano solo habla y responde en el idioma del país vecino. “La mejor forma de iniciarse es la comprensión. Si ellos entienden lo que escuchan serán capaces de mantener una conversación”, destaca.

El aula cuenta con diferentes rincones que recuerdan al típico ambiente luso, a las calles con empinadas cuestas de Lisboa, al vino de Oporto, a la costa escarpada del Atlántico, a las costas paradisíacas del Algarve, al interior más desconocido y al patrimonio y la cultura portuguesa. “El propio programa lo lleva en el nombre. Aprendizaje y cultura. Eso es lo que se pretende”, explica.

Aprender cerca de la mina

Todo empezó en la década de los 80. Grandes grupos de portugueses y caboverdianos llegaron al Bierzo, principalmente a la zona de Bembibre, a trabajar en la mina. Era necesario formar a esos niños. “El Gobierno envío en el marco de este programa profesores de materias instrumentales, como Lengua, Matemáticas, que se impartían en portugués. Era un trabajo de compensatoria, de inmersión lingüística por una necesidad que surgió por la inmigración”, relata Fernando.

De este modo, se consiguió que estos chicos alcanzaran el éxito educativo, porque los países estaban “obligados a permitir y dar las condiciones para preservar su lengua y cultura de origen”. Los propios alumnos aprendían a la vez español. La bola de nieve se acrecentó y el Gobierno luso llegó a enviar hasta 30 docentes porque los padres de los alumnos del Bierzo “querían que sus hijos aprendieran también este idioma”. “Hubo una época en que todos los alumnos en preescolar recibían portugués. Era un programa integral”, relata.

A partir de ahí el proyecto se quedó pequeño, con lo que se generaron las “sinergias necesarias entre los dos países”. Tal fue el éxito que la lengua portuguesa llegó a 25 centros en la provincia de León gracias a este programa experimental, que pasó a tener reconocimiento oficial a partir de 1996, cuando también se institucionalizó en Secundaria, pero como segundo idioma optativo. Y se extendió a otras comunidades autónomas.

Tras 16 años en El Bierzo, Fernando ensalza el “componente cultural e identitario” que posee el portugués en España. No solo se habla del país vecino, sino de los otros siete estados de habla lusa: Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Angola, Mozambique, Sao Tomé y Príncipe y Timor Leste. Prefiere mantenerse en un cierto anonimato pero no le importa autodefinirse como un “poco soñador” y dejar huella en una comarca “que un día fue un pequeño mundo de la lusofonía”. El Bierzo, con numerosos colegios cerrados en el medio rural, esconde en estos simbólicos y románticos edificios horas de libros, dibujos, cartelería, etc, que recuerda el pasado portugués entre sus paredes. Fernando trata desde hace un tiempo de recuperar toda esta bibliografía, alguna de ella en precario estado, para convertir el Menéndez Pidal en una peculiar biblioteca sobre la cultura lusa.

Por ello, al igual que el generoso Martinho, convertido más tarde en santo, espera de la Cumbre Hispano-Portuguesa “una etapa más de un recorrido que ambos países deben hacer juntos”. Y concluye aludiendo a la sorprendente “balsa de piedra” de José Saramago y su perspectiva de la Península Ibérica: “que no existan fronteras que dificulten nuestra relación”.

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