De la forma y las formas

José Antonio Alonso Santocildes durante la creación de la escultura del cristo.

Por Alexandra Santocildes

Hace unos años un vecino del pueblo le regaló a mi padre unos cuantos troncos de manzano que había tenido que quitar como consecuencia de la concentración parcelaria. Sin duda no se me ocurre mejor destinatario para esos troncos ya que él siempre ha mirado a los árboles de forma especial. Si yo tuviera que definir su trabajo como artista diría que lo que él hace es una prolongación de la naturaleza. De entre todos los troncos eligió uno para hacer una reinterpretación de un Cristo románico procedente del antiguo monasterio de monjas cistercienses, Santa María de Carrizo situado en nuestro pueblo, Carrizo de la Ribera. La pieza original es una talla de 33 cm en marfil procedente del taller de eboraria San Isidoro de León. Es una escultura fascinante y poderosa. Actualmente se puede admirar en el Museo de León.

Todo comenzó en 2003 cuando uno de aquellos manzanos colonizó el pequeño estudio de mi padre. Un tronco erguido al revés, con las raíces hacia arriba y las ramas hacia abajo empezaba a tomar forma. Sus 2,5 m de altura y sus 150 kg de peso no dejaban a nadie indiferente.

Recuerdo ver a mi padre trabajarlo motosierra en mano, sacar las escalas, golpearlo con sus gubias... En aquel pequeño habitáculo se podía sentir la conexión del artista con su obra y a su vez con la pieza original. Era como un dialogo a tres bandas. Hubo un momento del proceso en el que decidió reposar la obra. Ese periodo duró casi un año. Afortunadamente la visita del escritor y periodista Eduardo Aguirre funcionó como resorte al alentar a mi padre a que finalizara la obra ya que a su parecer tenía un relevante valor artístico. Dicho y hecho. En el año 2006 en el marco de una exposición se presentó la pieza en el Palacio Don Gutierre en León. Las hermanas del monasterio cisterciense del que procedía la pieza original visitaron la muestra con el fin de ver la talla. Ese mismo año la obra hecha por mi padre pasó a ocupar un lugar privilegiado dentro del monasterio. Su nueva ubicación debajo de un arco, a la izquierda del retablo, era un absoluto honor para nosotros.

Hace unos días nos llamaron desde el monasterio para comunicarnos la retirada de la pieza. Después de 13 años de cordialidad y buen trato con la orden asistimos ahora al repentino desahucio de la talla sin ningún tipo de explicación.

Es normal que las obras habiten en diferentes espacios y transiten a lo largo de su historia de unos a otros. Desde museos , salones, centros culturales, desvanes, dormitorios, almacenes, iglesias... las obras de arte están más que acostumbradas a agarrar las maletas y seguir con sus vidas errantes pero no debemos olvidarnos de una cosa; todos esos lugares habitados forman también parte del concepto y de la identidad de esas obras.

Así que guste o no, la pieza firmada por mi padre vivió 13 años debajo de un arco, a la izquierda del retablo del monasterio cisterciense de Santa María de Carrizo y eso formará para siempre parte de su esencia.

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