Los cinco continentes se dan cita en Valdehuesa

Peio García / ICAL Visitantes en el interior del Museo

Miriam Badiola/ ICAL

Más de 20.000 especies entre aves, insectos y mamíferos, de las que más de 500 son mamíferos de grandes dimensiones repartidos en 3.000 metros cuadrados. Casi 300 bronces y 7.000 metros de pinturas. 25 hectáreas de parque zoológico con centenares de animales. Y 650.000 visitantes a lo largo de toda su historia. Estos son los datos del Museo de la Fauna Salvaje de Valdehuesa (León), inaugurado en el mes de abril de 2004, que ahora cumple tres lustros de vida en pleno funcionamiento.

El padre de todo ello es el doctor Eduardo Romero, que hace más de 18 años decidió establecer en la localidad de la montaña oriental leonesa un espacio donde exponer todas las piezas él mismo había ido cazando de manera legal a lo largo del mundo, animales que considera de interés “cultural o científico”, a los que con el tiempo se fueron sumando donaciones de diferentes centros.

Todos ellos son animales naturalizados, es decir, esculturas recubiertas de piel, que proceden o bien de la caza legal en todo el mundo en un diez por ciento o de donaciones mediante convenios de zoos o parques naturales “para tener todos los animales del mundo”, a los que se incorporan constantemente piezas nuevas “aunque ya están prácticamente todos”.

El Museo se estructura en salas en las que se representan los cinco continentes, cada uno con sus animales autóctonos. Así, en Europa, Romero ensalza escenas de berrea de ciervos del Caúcaso Ruso, el jabalí de Croacia, el chacal dorado de Macedonia, el oso de antigua Yugoslavia, bisontes, corzos con problemas melánicos, como jabalí albino “que se dan uno por cada millón”, gamos o cabras hispánicas, entre otros, como una escena que él mismo vivió en Boñar y mandó reproducir, con una manada de lobos cazando un jabalí.

En Asia, por ejemplo, elefantes de la India, “como una que murió en un circo en Almería” y después se adquirió a la Fundación Romero, un león asiático “que solo lo hay en otro museo más del mundo”, tigre de bengala, rinoceronte asiático, la bavilusa de Indonesia, el oso panda, el búfalo asiático, el oso del Tíbet, el ciervo ratón que solo hay en Bombai o el récord del mundo de hembra de búfalo asiático.

En Oceanía canguros, lémur, koalas, ornitorrinco, los kiwis “que dan nombre a los habitantes de Nueva Zelanda”, el demonio de tazmania. América con coyote, lobo, una recreación del Cañón del Colorado con todos sus animales o jirafas y leones del continente Africanos.

Animales que requieren cientos de miles de euros para su caza, “dinero con el que luego se mantienen esos animales en criaderos”, apunta Eduardo Romero, que reconoce que las administraciones aportan “cero euros”, aunque “sí es cierto que el edificio original, la estructura en sí misma, lo construyó la Diputación de León”.

A la exposición se suma una sala de anatomía científica, en la que se pueden observar también esqueletos de animales de los cinco continentes, como el tigre de vengala, la cuerna de un gran arce asiático, el cráneo de una morsa, de elefantes, musaraña, camaleón, “el único animal que conozco que tiene hueso en la lengua” o “la joya”, el esqueleto de una serpiente pitón con sus 1.350 piezas óseas. Huesos que se maceran por métodos naturales para que conserven el ADN natural para poder realizar labores de investigación, para lo que tiene un programa de colaboración con Zcule, el archivo zoológico de la Universidad de León.

Parque zoológico

Uno de los grandes atractivos del Museo, según reconoce su propio fundador, es su entorno natural, ya que cuenta con 25 hectáreas con bisontes, lobos, corzos, rebecos, ciervos, jabalíes, muflones o gamos en cautividad, en el exterior del museo, en la zona conocida como Parque Zoológico, que cuenta con siete kilómetros de recorrido visitables.

Otro atractivo es la cercanía con el Pantano del Porma, por lo que Romero explica que el pueblo de Valdehuesa ha hecho una especie de pantalán con un embarcadero, por lo que él siempre ha tenido la ilusión “y hay una empresa que posiblemente lo ejecute”, de hacer una ruta en barco para llegar al Museo, donde se les recogería en el parque exterior y después se les explicaría el Museo.

En definitiva, un espacio dedicado a la fauna salvaje que ha recibido aproximadamente a 650.000 personas en 15 años, algo “muy difícil” al estar en “una zona cada vez más despoblada” en la que que “si no tuviera el Museo, no habría nadie”, por eso “si al día pasan 400 personas de diferentes sitios de España y el extranjero esa es mi satisfacción”.

En este momento, el Museo de Valdehuesa tiene todos los animales del mundo, por lo que la idea del doctor Romero es abrir otro Museo en algún sitio turístico “con el fin de que los medios económicos permitan crear becas de investigación”.

“Si no existiera la caza habría que inventarla”

Gran parte de los animales expuestos en el Museo de la Fauna Salvaje han sido cazados legalmene por el doctor Romero, que recuerda con melancolía “la experiencia de cazar un oso blanco en el Ártico con los esquimales, que son los que tienen las licencias, estar en un iglú hasta a 40 grados bajo cero, durmiendo en cuatro metros cuadrados con pieles, en el mar abierto y helado” una experiencia “única, con mucho peligro”.

Romero reconoce que para este tipo de caza “hay que ser un poco loco, un poco aventurero y amar la naturaleza y a los animales”, porque para él la mayor confusión es “pensar que el cazador es depredador”, porque “aunque sí hay ese instinto del ser humano hacia los animales, el que más los ama y conserva es el cazador, que caza el animal viejo que ya no se reproduce para que haya equilibrio entre machos y hembras y que los pueblos tengan medios para que animales sigan sobreviviendo”.

Para Eduardo Romero, “si se prohibiera la caza en Castilla y León, se nos meterían los jabalíes en las casas y habría enfermedades”, por eso “si no hubiera caza habría que inventarla”, porque “el hombre es quien tiene que regular los animales”, por eso cuando se prohibió temporalmente fue “una metedura de pata”, porque “hay muchísimos pueblos que viven únicamente de los ingresos que le da la caza, que debidamente legislada es lo que mantiene los animales, por eso el tándem cazador conservador es imprescindible”.

El doctor parafrasea a Ortega y Gasset, el filósofo que más estudió la imagen de la caza, para señalar que para que sea caza de verdad requiere “soledad, esfuerzo, silencio” y tres condiciones fundamentales, como son que los animales sean silvestres de verdad, “una cacería en un cercado no es cacería”, que no hay muchos animales, “que se necesite la incertidumbre de saber si vas o no cazar” y esfuerzo “yo he hecho viajes para cazar un animal y me he vuelto sin él”.

“Sigo cazando, las piernas ya no me dan para tanto, tengo 73 años. He viajado muchísimo, pero ahora cazo pensando en el museo y como ya lo tenemos todo me apetece más hacerlo en España, donde ahora hay una verdadera eclosión de corzos con más de un millón que hay que regular. También me encanta la caza en Croacia, pero África será siempre África”, concluye.

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