El adiós de Juan Vicente Herrera, el presidente de media Historia de la Junta de Castilla y León

Juan Vicente Herrera en el último día de su presidencia. Foto: Eduardo Margareto (ICAL)

Jesús María López de Uribe

El pasado martes 9 de julio, tras la elección del popular Alfonso Fernández Mañueco como presidente de la Junta de Castilla y León, dejó de serlo el cuasi sempiterno Juan Vicente Herrera Campo, un burgalés que ha estado literalmente al cargo de la autonomía 'media vida', pero de la Comunidad Autónoma.

Una importante cantidad de los ciudadanos de León y de Castilla, concretamente aquellos que han llegado hace poco tiempo a la mayoría de edad, no han llegado a conocer otro presidente autonómico, ya que Herrera fue elegido por Juan José Lucas como su sustituto un 19 de marzo de 2001. Una elección que en aquel momento causó gran sorpresa por inesperada, aunque Herrera ya había destacado como un gran orador en sus labores de portavoz del PP en las Cortes de Valladolid.

Juan Vicente Herrera Campo nació en Burgos el 23 de enero de 1956, tiene 63 años y es un abogado licenciado en Navarra (1978) de familia bien y adinerada. Es el mayor de cuatro hermanos y su padre era propietario de diferentes negocios y su madre estaba vinculada familiarmente con los propietarios de los famosos Almacenes Campo.

Comenzó en política gracias al leonés Fernando Becker cuando éste fue consejero de Economía y Hacienda de la Junta de Castilla y León, que lo nombró en 1992 como su número dos como secretario general en la consejería hasta 1995. En 1993 ya había sustituído al que fuera ministro Juan Carlos Aparicio al frente del Partido Popular burgalés. Elegido procurador en las Cortes de Castilla y León en 1995, no se presentó a estas últimas elecciones de 2019.

Herrera siempre ha sido un hombre afable con una gran capacidad de oratoria, siendo uno de los pocos políticos capaces de comerse el escenario en los mítines. Ha sido presidente en cuatro legislaturas autonómicas, aunque ya mostró en 2015 su cansancio al resistirse a repetir, pero el partido le obligó. Como máximo mandatario autonómico casi ha llegado a doblar a su antecesor, Juan José Lucas, que estuvo 10 años en el cargo (lo que también era más de la mitad de la 'vida' autonómica).

Dos últimas legislaturas tiznadas por la corrupción

Sin embargo, lo que para el PP parecía ser el bastión inexpugnable y el presidente más honorable y limpio de todas las baronías (uno que, además, se atrevía a decirle a Rajoy qué es lo que tenía que hacer aprovechando su amistad con Carlos Alsina) comenzó a torcerse cuando comenzaron a conocerse los tejemanejes de sus consejeros con ciertos empresarios; en particular el sempiterno Consejero de Economía, Tomás Villanueva.

No era de extrañar que Herrera no quisiera repetir, sabía lo que se le venía y en 2011 había ya dicho que quería que fuera su última legislatura; pero lo tuvo que incumplir, obligado por el PP nacional, y la jugada le salió mal. Aunque bastante mejor que los otros barones autonómicos del PP, ya que perdió la mayoría absoluta que ostentaba: al no contemplar el Estatuto de Autonomía un parlamento de puestos impares se quedó a uno del control del hemiciclo, empatado con la oposición.

La trama eólica y el caso de la 'Perla Negra' comenzaron a tiznar de corrupción el mandato de Herrera, la extraña muerte de Tomás Villanueva no ayudó precisamente

Además, los casos de corrupción que afloraron, como la 'trama eólica' de comisiones millonarias, o el caso de los sobrepagos en la Sede de la Consejería de Economía, conocido como el caso de la 'Perla Negra', terminaron afectado al Gobierno autonómico y dejando el fin de la carrera política del histórico Tomás Villanueva con muy mal sabor de boca y tiznando de corrupción la política de Herrera.

Un consejero que había estado en altos cargos autonómicos más que nadie, desde 1995 hasta 2015 (veinte años), y que era el que decían que de verdad 'mandaba', que tuvo que dejarlo de forma ignominiosa acosado por los tribunales y que, en un extraño giro del destino, murió de forma extraña en su casa antes de ir a declarar.

Mala suerte con sus delfines políticos

Lo peor para Herrera fue la mala suerte que tuvo con sus delfines políticos. Tres eran tres los tres elegidos: el alcalde de León, Antonio Silván; la vicepresidenta de la Junta, la zamorana Rosa Valdeón; y el alcalde de Salamanca, Alfonso Fernández Mañueco. De ellos, el que peores posibilidades tenía —por unos asuntos personales que decían que afeaban su figura política— es el que ha terminado siendo su sustituto.

Y es que la Junta de Castilla y León siempre ha sido muy golosa para ocupar cargos a la vera del presidente, pero siempre ha tenido un cierto mal fario que se ha venido notando en los últimos años de Juan Vicente Herrera. Es lo que llaman la 'maldición' de los vicepresidentes, que se comenzó a notar ya descaradamente con la repentina caída en desgracia de Rosa Valdeón (la favorita para sustituirle), al ser pillada tras provocar un accidente triplicando la tasa de alcohol permitida por la Ley. Valdeón dimitió como consejera y vicepresidenta, y un año más tarde, en otro incidente similar, tuvo que dejar de ser procuradora en las Cortes.

Una tendencia que, aún no habiendo llegado a tan altas cotas, también afectó al otro candidato a sustituirle, el que fuera consejero de Fomento y alcalde de León, Antonio Silván, que terminó siendo humillado con una contundente derrota en las primeras primarias de la Historia del PP. Y que, pasado el tiempo, también se vió envuelto en las grabaciones del caso de corrupción Enredadera, que se chivó en directo a uno de los que terminaron encarcelados, José Luis Ulibarri, de que perdía un concurso público de un millón de euros a más de treinta kilómetros de distancia de la capital leonesa.

Un consejero-juez 'enredado'

Desdicha que también afectó a la apuesta de Herrera para sustituir a Silván como mandatario autonómico de Fomento y Medio Ambiente, el juez decano de León, Juan Carlos Suárez-Quiñones, que fue 'cazado' en las escuchas de Enredadera ofreciendo a Ulibarri las obras de una carretera por teléfono. Es decir, la elección del presidente de la Junta ya saliente salió otra vez mal y es difícil explicarlo por cuestión de infortunio político.

La corrupción acechaba a Herrera y la grabación de su flamante juez convertido en alto cargo público diciendo al constructor que fue el ajo de todas las salsas de la Junta durante lustros “pim, pam, yo soy la Administración” (se puede escuchar aquí), facilita pensar que el sistema creado en la Junta estaba, como poco, pintado por la más alta corrupción y que es difícil que el presidente de la misma no estuviera al tanto. Puede que por eso las comisiones de investigación de las Cortes hayan avanzado tan poco quedándose en agua de borrajas.

Juan Vicente Herrera Campo ha estado casi veinte años como el sexto al mando de la Junta y es bastante probable que después del 9 de julio —día en que el pacto entre Ciudadanos y PP hizo que Alfonso Fernández Mañueco le sustituyera como séptimo presidente de Castilla y León— el simpático y afable abogado burgalés de buena familia haya respirado tranquilo.

Eso si no le llama la Justicia por alguno de los casos de corrupción que han quedado colgados, o el hemiciclo autonómico para continuar con las Comisiones de Investigación que su partido bloqueó. Posiblemente lo intente sortear con una de sus sonrisas, ya esta vez como “un ciudadano más”, pero nada corriente o moliente.

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