¿Dónde se ha metido todo el mundo (V)? El 24 de abril, cementerios en León y los héroes leoneses del Corral de San Guisán

Una foto de de tropas leonesas en la Guerra de Independencia. Foto: César Sánchez / ICAL.

Hace varios años un amigo historiador me consultaba sobre si era posible que en el subsuelo de las ciudades, y en concreto en León, hubiese enterramientos humanos. “Pues sí, así es –le respondí– y es más común de lo que se piensa”.

Él me explicó que estudiaba la Guerra de la Independencia y comprobaba en los archivos la narración de un enfrentamiento en el Corral de San Guisán donde, se afirmaba, las víctimas habían quedado enterradas. En su momento me pareció peregrino y extravagante que en 1810 una calle se convirtiese en un cementerio.

Después reflexioné sobre el asunto. Así que trabajé sobre varios hallazgos que habíamos hecho y el asunto derivó en una teoría. La expuse en el II Ciclo de Conferencias 'ArqueoLeón' en el Museo de León haciendo un resumen sobre la Arqueología de la Edad Moderna en la ciudad de León, que más tarde fue publicada.

Recordando, además, que la cita leonesista de los héroes leoneses este 24 de abril se ha tenido que suspender por la pandemia del coronavirus; como ha pasado, por desgracia, con toda la Semana Santa de León. Una situación similar fue protagonista del anterior artículo de esta serie, cuando se suspendió durante seis años precisamente por la Guerra de Independencia.

Este artículo es una deuda contraída con el historiador Óscar González García. Cuya interpelación me abrió un camino que tenía delante de las narices, pero que no era capaz de ver. Y demuestra que no hay preguntas absurdas.

Nada es lo que parece: nunca

Las ciudades nunca han sido como son hoy. Ni tampoco han sido como nosotros creemos o imaginamos que fueron. No es tan obvio.

Es común calificar de 'medieval' al urbanismo de los barrios antiguos de León, cuando la realidad es que quedan poquísimos trazados de la Edad Media. La mayoría de las calles y las plazas se han creado desde el siglo XV y XVI en adelante cuando las ciudades se pudieron imponer sobre la multitud de intereses medievales, ya fuesen eclesiásticos o nobiliarios. Entonces las ciudades adquieren poder para ordenar la ciudad y se impone el interés público al privado.

Existen varios espacios urbanos que han cambiado de forma absoluta desde la Edad Media. Los casos más llamativos son el entorno de las parroquias y en el trabajo que citaba antes estudiaba Palat de Rey y San Martín.

En ambos casos se comprobaba que disponían de un cementerio a su alrededor donde los habitantes del barrio se enterraban al final de sus vidas. Los más privilegiados pagaban una tumba en el interior de la iglesia, que era más cara según estuviese más cerca del altar. Pero la mayoría de la gente, con menos recursos, se enterraba en un cementerio al exterior. En muchos pueblos aún se pueden ver estos camposantos adosados a las iglesias

Si alguien quiere descargar este artículo en PDF puede hacerlo de mi página de academia.edu.

En la Edad Media las parroquias de la ciudad de León ocupaban un espacio bastante grande a su alrededor, lo que cuesta creer (debido a “lo que imaginamos que debía ser”). En la Edad Media las ciudades tenían enormes huecos sin casas, como los cementerios parroquiales, pero también había terrenos de cultivo y huertas.

El cementerio de Palat de Rey se puede encontrar bajo las calles del entorno, hasta la plaza del Conde Luna. Lo mismo ocurre con la parroquia de San Martín, en el Barrio Húmedo. Se han encontrado tumbas de su necrópolis en un amplio radio alrededor suyo e incluso alcanzan en la Plaza Mayor. No quiere decir que “se enterrasen en las calles”, aunque haya quien lo piense. La legislación eclesiástica estipulaba que estas necrópolis debían tener un radio de 30 pasos alrededor del templo y su terreno se consideraba sagrado: el camposanto.

Con el tiempo estos cementerios urbanos fueron desapareciendo. Es probable que el aumento de población hizo que el valor del suelo urbano aumentase y se necesitasen más viviendas. El caso es que en el siglo XVI se empiezan a construir casas en los terrenos de los cementerios, propiedad de la Iglesia y se abren calles y plazas, como en el entorno de la plaza del Conde Luna. A partir de ahí se crea una red de calles más parecida a lo que existe en nuestra mente. Así que, la expresión del trazado medieval del Húmedo, mejor lo dejamos a un lado.

En su día estudié estos dos casos, pero existen muchos más. En su día fue noticia la aparición de varios enterramientos en la Plaza del Grano, antes de las obras de su empedrado –se puede ver la noticia de ILEON.COM sobre ello pinchando aquí–, que sin duda pertenecen a la parroquia del Mercado. Yo tuve ocasión de encontrar alguno más excavando en alguna parcela cercana en los años 90, que ahora está ocupada por el caserío, pero en la Edad Media formaba parte de su cementerio.

Monasterios medievales

Ya sabemos que los cementerios parroquiales han quedado enterrados bajo nuestras calles y plazas. Pero de vez en cuando aparecen tumbas lejos de una parroquia, sin saber a quién atribuirlas. Y en esos casos, un colega de profesión decía que “había que echarle el muerto a alguien”. Cuando se excavan cementerios, aunque sean medievales, se adquiere un sentido del humor un poco negro.

La broma de nuestro colega de profesión iba en el sentido de que siempre buscábamos el centro religioso al que atribuir los enterramientos. Y la cosa se pone mucho más complicada en el caso de los monasterios urbanos altomedievales. Es probable que más de un lector se pierda aquí y nada desearía menos.

Durante el siglo X León se llenó de pequeños monasterios. Pequeñísimos y muchos no duraron más allá de una generación. Claudio Sánchez-Albornoz, el gran medievalista que estudió León en el siglo X, hizo una nómina de varias decenas y los situó aproximadamente. En realidad la mayoría de los monasterios tenía unas indicaciones muy vagas, del estilo, “cerca de la Catedral” o “al lado de la muralla”, que hacen imposible situarlos con más precisión.

El libro 'Una ciudad de la España cristiana hace mil años' –se puede descargar pinchando en el enlace– de Claudio Sánchez Albornoz es un clásico sobre la vida en León en el año 1.000. Está escrito de una forma bastante amena algo lejos de la rigidez académica.

La cosa es, que “se puso de moda” fundar monasterios entre los nobles de la capital del reino. Incluso algún rey creó alguno, como Ramiro II que fundó el monasterio de San Salvador para su hija Elvira. Las crónicas medievales –que son muy correctas– no explican si es que la niña era muy piadosa o si no tenía remedio. El caso es que la niña quedó “para vestir santos”, cosa rara porque en la época los hijos de los reyes formaban parte de la política mediante sus matrimonios. Sea como sea, Elvira quedó monja, pero la debemos tener la iglesia de Palat de Rey, que hoy conserva algunos retazos del templo de estilo mozárabe. Uno de los poquitos vestigios de la monarquía leonesa en la ciudad.

Recuerdo varias tumbas excavadas en una parcela de la calle Landázuri, asociadas a un edificio del siglo X, cuyo monasterio nunca hemos podido poner nombre, de varios que los textos afirman estaban “cerca de la Catedral”.

Enterramientos en el Corral de San Guisán

Y está el caso de la calle del Corral de San Guisán, actualmente en el barrio de Santa Marina. Habrá quien nunca haya pasado por allí. En este punto, si estuviera en clase levantaría la vista, miraría al respetable público y preguntaría: “¿Alguien sabe por qué se llama así esta calle?”. Imagino el silencio sepulcral y una manita algo nerviosa levantada en las filas del medio.

En esta calle hubo un monasterio llamado de San Crisán o San Guisán, desde el siglo XI hasta el XIII, que se cita bastante en los documentos medievales e incluso dio nombre al barrio a su alrededor. Se han excavado en varias parcelas de esta calle y en alguna han aparecido enterramientos medievales.

Yo tuve ocasión de excavar una parcela junto con mi compañero Felipe San Román, un gran arqueólogo, donde aparecieron construcciones medievales que con toda probabilidad formaron parte del monasterio de San Guisán, y también algunos restos humanos que nos decían que estábamos en un centro religioso.

En el entorno de este monasterio debe existir una aureola de su cementerio y de hecho, se alude repetidamente al hallazgo de restos humanos cuando se han hecho obras en esta calle. Pero se ha afirmado que los allí están enterrados fueron víctimas de la Guerra de la Independencia.

Del hecho al mito

He visto infinidad de veces cómo la imaginación colectiva crea un mito a partir de algo real y material. Así es frecuente que cuando aparecen restos humanos se atribuyan a la Guerra Civil, aunque sean medievales. Al igual que hace décadas se pusode moda “echarle el muerto” a la Guerra de la Independencia.

El orden, en este caso, ha podido ser de esta manera. Aparecieron enterramientos al hacer obras en el Corral de San Guisán, y alguien supuso: “Ah, pues serán de la Guerra de la Independencia”. Quizá éste llamó a un primo suyo que era más o menos historiador y dijo: “Ah, pues en la Guerra de la Independencia una vez estuvieron a tiros por la ciudad”; y ya tenemos pruebas irrefutables de una batalla.

El proceso se alimenta a sí mismo y alguien añade: “La batalla debió ser brutal, porque tuvieron que enterrar los muertos en el mismo sitio”; y aquello se convierte en el 2 de mayo. Y otro añade: “¡Huy! pues debieron ser muchas muertes, para enterrarlos aquí”; y el número de bajas aumenta o se añade un cero.

Al final se ha hecho un razonamiento circular en el que unos argumentos alimentan a los otros. Se crea un mito y un relato que curiosamente cuaja en la mentalidad colectiva y echa sólidas raíces. Claro, que siempre puede llegar un arqueólogo escéptico para quitar la ilusión. ¿Entienden ya por qué los arqueólogos tenemos tan mala fama?

En realidad, los escépticos han sido los historiadores de la Guerra de la Independencia, que en León hay buena escuela –hay que decirlo–, formados en la Universidad de León por el profesor Carantoña. Arsenio García Fuertes, especialista en la época, atribuye el supuesto enfrentamiento en el Corral de San Guisán a la “calenturienta imaginación del erudito local Honorato García Luengo”, que escribió un folleto en 1908; el primer centenario de la guerra de la Independencia que se ha seguido a pies juntillas.

El historiador Óscar González García entra más en profundidad sobre la veracidad de este acontecimiento y el presunto pronunciamiento del 24 de abril, acontecimientos ambos que se han llegado a mezclar y confundir. El título de su publicación es revelador: 'Mitos de la independencia en Léon: el 24 de abril de 1808 y el Corral de San Guisán', que recomiendo leer a todos los curiosos. Se puede descargar el libro completo 'Más que una guerra. Astorga y el noroeste de España en el conflicto peninsular (1808-1814)' pinchando aquí.

Algo más dura en su juicio es Patrocinio Gutiérrez en su tesis doctoral 'La ciudad de León durante la Guerra de la Independencia' (este libro no está en PDF, pero se puede consultar en la biblioteca pública... cuando se abra). No solo dice que el enfrentamiento de San Guisán es pura imaginación, sino que no deja en buen lugar a los leoneses a los que acusa de de disparar contra las tropas españolas y apoyar a las francesas. El calificativo ya se lo eligen ustedes mismos.

Terminando con esta historia. En el siglo XVIII los gobiernos ilustrados trataron de terminar con la costumbre de enterrar en el interior de las iglesias. Sólo se toma en serio a partir de 1800, a causa de varias epidemias, puesto que para entonces ya se tenía clara la relación de la higiene con las pestes. Y todavía habría de venir una gran epidemia en 1804 que provocó una enorme mortalidad. Antes de la Guerra de la Independencia, en 1807, el obispo de León había prohibido enterrarse en los templos de su diócesis. Y el gobierno de la ciudad en 1809, bajo la ocupación francesa, había erradicado esa costumbre.

Bajo esta otra óptica sería inaudito que se abriese una fosa común en el medio de una calle. Además de lo que supone desmantelar el empedrado y volver a taparlo. Lo normal es que las víctimas en los enfrentamientos de las guerras terminen en un cementerio; cuyos registros, por cierto, utilizan los historiadores para hacer cálculos de víctimas.

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