'El Tejo como modelo económico para salir de ésta'

Tejo de San Cristóbal de Valdueza

Desde tiempos antiguos, cuando los pueblos celtas poblaban el noroeste peninsular, el tejo ha sido un árbol sagrado para los moradores de estas tierras. Aún hoy, algunas ermitas, cementerios e iglesias, cuentan con un milenario ejemplar de tejo presidiendo el lugar.

Su singular porte e innumerables propiedades tanto tóxicas como medicinales, han sin duda mistificado su huella en la cultura popular. Sin embargo, probablemente sea su extraordinaria longevidad la que ha labrado en la memoria colectiva un mágico halo de inmortalidad. Aún cuando el árbol es alcanzado por un rayo y agoniza en su existencia, el tejo sortea el trance, e hincando alguna de sus ramas en el suelo la transforma en raíz, para realimentar su lento metabolismo con savia nueva. Toda una resurrección radical, o radicular.

Las elevadas copas de la economía provincial han sido alcanzadas por numerosas tormentas:

Las otrora gigantescas empresas del carbón han legado ingentes agujeros tanto en el entorno físico como en el económico. Tras más de 100 años de explotación, sólo hondas cicatrices y concursos de acreedores, atestiguan su ciclónico paso por estas tierras.

El sector agrario camina por el mismo angosto embudo de destrucción. A los valles sacrificados en nombre del progreso, se suma la apuesta por un modelo agroindustrial en el que cada vez menos agricultores sobreviven en los pueblos. El fracaso de la PAC como política demográfica es evidente, la España rural se vacía. Con la etiqueta de “modernización” se promociona un productivismo que asfixia campo y campesino. El agronegocio cotiza al alza en bolsa, los pesticidas y fertilizantes disparan sus precios mientras el producto agrícola se ahoga en el mercado internacional de la especulación alimentaria.

La ganadería extensiva y el pastoreo son sustituidas por la cría intensiva de ganado en macrogranjas de alto impacto ambiental. Las integradoras globales de la industria cárnica encuentran terreno abonado para germinar en los espacios que deja la despoblación.

El sector industrial de este territorio periférico tampoco pasa por un buen momento. La provincia es capaz de atraer actividad industrial sólo desde el desembolso público de importantes incentivos. Acabado el incentivo: deslocalización y miseria.

La última pata de la mesa económica provincial, el turismo, pelea por su sitio en el competido y minoritario “turismo de interior”. La homogeneización de la anatomía urbana, incluso en las patrimoniales ciudades y villas de nuestra provincia, no ayuda a distinguir la oferta local. El paisaje rural del monocultivo tampoco acaba de seducir al viajero.

¿Qué podemos hacer para revitalizar esta tierra herida? ¿Cómo alentamos su recuperación?

León cuenta con siete Reservas de la Biosfera y treinta y un espacios protegidos por la Red Natura 2000 (casi un 30% de su superficie). No hay territorio en Europa que se aproxime en número de espacios naturales reconocidos y protegidos al nuestro. ¿Acaso no es éste un punto fuerte de partida? ¿No debemos responsabilizarnos de poner en valor y conservar este préstamo? Más allá de lo idílico y bello del paisaje, estos espacios constituyen el soporte de la vida misma, el lugar donde el agua y el aire que bebemos y respiramos tienen origen, el espacio donde el equilibrio milenario entre las distintas especies que nos trajo hasta aquí, sobrevive.

El contexto de crisis climática y de biodiversidad que azota nuestro mundo está priorizando nuevas políticas a nivel global, europeo y estatal. La necesidad de mecanismos e iniciativas para adaptar y mitigar las nefastas consecuencias, científicamente constatadas, de la degradación climática y medioambiental, presupone una financiación sin precedentes para el impulso de una urgente transformación “radicular” socio-económica. La transición energética a las renovables, la estrategia europea “de la granja al tenedor” por los alimentos sostenibles, el plan europeo de economía circular o los fondos de transición justa, son la escuálida ventana que se nos abre al futuro.

En estas circunstancias, se hace obligatoria una reinvención del tejido económico que ofrezca oportunidades a las generaciones presente y futuras. Generar una economía social y cooperativa, que bajo los parámetros de la participación y gestión democrática de los entornos locales, fomente la intercooperación y genere impactos sociales positivos en la comunidad, de una manera sostenible. Es momento de tornar las ramas hacia el terreno y, cual tejo herido, enraizar en una apuesta por:

Vertebrar sistemas de producción y distribución a escala local y regional de productos agroecológicos y de ganadería extensiva diferenciados y de calidad, respetuosos con el medio ambiente y la salud. Descontaminar el territorio (tierra, aire y agua) para dar un valor añadido al producto agrario. Desacoplar su producción de los insumos químicos contaminantes, con asesoramiento, investigación y programas para la recuperación y preservación de suelos y acuíferos, en un itinerario hacia la sostenibilidad y rentabilidad del sector.

Desarrollar espacios comunitarios para transformación de alimentos y fomentar la cooperativización de aprovechamientos estacionales del medio natural: setas, resinas, podas, hierbas aromáticas y medicinales. Siempre con el asesoramiento técnico que garantice la sostenibilidad del recurso y las condiciones sanitarias necesarias. El estímulo del emprendimiento rural en la transformación de productos agropecuarios constituye un enorme yacimiento económico y de empleo, refuerzo a su vez del turismo gastronómico.

Implementar una política de compra verde pública para el abastecimiento de comedores, hospitales y centros residenciales públicos. Incluir la huella de carbono del producto entre los criterios de compra de la administración fomentaría la producción local de alimentos, tecnología, servicios y suministros en general.

Establecer programas de custodia del territorio, en los que el poblador sea protagonista de la preservación de los aspectos culturales, paisajísticos y ecológicos de su entorno, valorándose y facilitándose ésta labor. Promocionar el asociacionismo y la figura del teleclub en los pueblos, acompañados por el diseño de programas de participación intergeneracional para la preservación de la memoria y usos populares. Respaldar la artesanía y oficios tradicionales, el recetario, el cancionero y el filandón, señas de una identidad cultural amenazada.

Descentralizar y descarbonizar la producción eléctrica. Facilitar y promover cooperativas de productores de energías renovables, priorizando la utilización de tejados y espacios degradados para su implantación, en un despliegue planificado de su establecimiento.

Avanzar en la implantación de un sistema de recogida y tratamiento de residuos que atienda a la Directiva de Residuos Europea y al Paquete de medidas para la Economía Circular. Extender el uso del contenedor de orgánico (en torno al 50% de los residuos) para su compostaje. Extender la recogida y reutilización de envases en los circuitos de comercialización. Acompañar este proceso de campañas de formación y concienciación.

Recuperar el transporte colectivo así como las infraestructuras y frecuencias del tren convencional. La conectividad entre pueblos y centros comarcales previene la despoblación.

Garantizar unos servicios públicos de calidad. Los servicios médicos, colegios, veterinarios, y servicios de atención social, son la médula de un medio rural vivo y un medio urbano sano y socialmente sólido. Ante el abandono por la banca comercial de los entornos empobrecidos no rentables o despoblados, la administración pública ha de habilitar un sistema de gestión y atención financiera a los colectivos obviados por las entidades financieras.

Acabar con la desconexión digital que afecta a muchos rincones de nuestra geografía. Es una necesidad de la modernidad el acceso en unas condiciones adecuadas al mundo digital. Una buena conexión a la red amplía las posibilidades laborales a desarrollar en los pueblos.

Rehabilitar los inmuebles para mejorar su eficiencia energética desde el respeto a los valores de la arquitectura propia de cada zona. Relegar la nueva construcción y la liberación de suelo a la recuperación, rehabilitación y reocupación de inmuebles. Creación de un parque de vivienda público y estímulo a la adquisición de primera vivienda en el ámbito rural.

Educar en el conocimiento y respeto por el medio ambiente. Aprender que la base de la vida está en la ecodependencia entre los seres vivos y el medio natural, no en su explotación. Las Reservas de la Biosfera de la provincia son el escenario ideal para llevar a cabo formación a todos los niveles en este sentido. La dinamización económica de estos espacios como centros educativos al aire libre estimularía además al sector servicios de éstas privilegiadas áreas.

Engranar las medidas que hemos enumerado en una verdadera estrategia hacia la sostenibilidad es una oportunidad para el desarrollo de un tejido económico y social equitativo, que fomente la soberanía alimentaria y la protección de la salud y el medio ambiente. Nuestros pueblos y ciudades serán menos vulnerables a futuras sacudidas económicas o sanitarias. Hemos de ralentizar nuestro metabolismo económico para reequilibrar nuestra relación con el medio que nos sostiene. Puede ser la última oportunidad de retornar nuestras ramas hacia la tierra que nos crió, extender una red radicular que nos vincule unos a otros y nos permita resucitar como a un tejo herido, desde abajo, con calma, con la savia nueva de una reconstrucción perdurable. Invirtamos en un modelo ecorresponsable que proteja la vida, cimentado en la autenticidad, calidad y sostenibilidad. Es hora de optar por lo necesario y, aparcando lo urgente, ser vanguardia de la transición verde que nos ha de alimentar mañana.

En tiempos de crisis, por el día de la Red Natura 2000, las asociaciones y colectivos Ecologistas en Acción León, Bierzo Aire Limpio, Cooperactivas, La Olla del Bierzo, Carta de la Tierra, Urz, El Bierzo Sentido, Tyto Alba, La Casa Caída y Huellas Inquietas, tienen a bien compartir esta Tribuna.

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