Las Cabezadas regresan tras la pandemia con el tradicional resultado de “ni es foro ni es oferta” desde hace ya ocho siglos

La entrega de los hachones de cera en Las Cabezadas 2021.

Agencia ICAL / ileon.com

Transcurridos 863 años del hecho que dio origen a este singular enfrentamiento, Ayuntamiento de León y Cabildo de San Isidoro cumplieron hoy un año más con la tradición y el Consistorio entregó a la Basílica un cirio “de una arroba bien cumplida y dos hachones de cera”.

Es la ofrenda que el pueblo leonés presenta puntualmente al santo en la ceremonia de Las Cabezadas y si se hace por obligación o de forma voluntaria (foro u oferta) es lo que debaten cada año el Cabildo de la Real Colegiata y la corporación municipal, con sendos representantes –en esta ocasión el concejal Pastrana y el canónigo Teodomiro Álvarez García– que no escatiman reproches no siempre disimulados en sus intervenciones.

La ceremonia del Foro u Oferta se desarrolló en el claustro de la Real Colegiata, con aforo restringido, distancia social y uso de mascarilla, antes de la misa, con las correspondientes medidas de distancia social, reducción de aforo y seguridad de prevención de la pandemia, para concluir, ya en la plaza, la tradicional ceremonia de las Cabezadas, llamada así por las inclinaciones que la corporación municipal hace como parte de la celebración.

Se trata de una de las fiestas más populares de la capital leonesa y rememora la promesa hecha por el pueblo de León, tras las lluvias que siguieron a una pertinaz sequía a mediados del siglo XII, siendo rey Fernando II. Se celebran tradicionalmente el último domingo del mes de abril pero este año fueron aplazadas con motivo de la pandemia del coronavirus y también se cambió el habitual horario de mañana por la media tarde.

Una ceremonia que se celebra desde 1158

En el recorrido que se organizó en 1158 con las reliquias del santo, al que se decidió procesionar para reclamar agua, cayó tanta que hubo que detener el cortejo y fue imposible levantar las andas que sostenían los restos, lo que se interpretó como un signo de que no debían volver a abandonar su ubicación. Se decidió entonces la ofrenda anual que pervive en el tiempo y por la que se enfrentan Cabildo y Ayuntamiento en una incruenta lucha dialéctica en la que no falta el intercambio de obsequios.

El caso es que hoy, como hace 863 años, tampoco ha habido acuerdo de si es foro (obligación) u oferta (voluntario), porque valga a un munícipe dar el brazo a torcer ante un cura, y a un sacerdote del cabildo isidoriano bajar a la realidad mundana cuando es representante de Dios. Y los vecinos, divertidos sabiendo que por mucho que parezca tener razón uno de los representantes el otro jamás se la dará.

Y este año, mientras tanto, viendo cómo el resto de concejales de la Corporación se asaban a treinta grados. Cosas de querer hacer lo tradicional tres meses después de cuando lo es. Por algo se hace en primavera.

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