El mensaje de una médica de familia a un político con sensibilidad: la última vía para reanimar la Atención Primaria

Sandra Estévez, cubierta con bolsas de basura cuando tocó afrontar una pandemia sin material de protección.

César Fernández

Si la Atención Primaria fuera un paciente, su diagnóstico sería sombrío. La saturación era ya su principal achaque antes de una pandemia que ha agudizado otros síntomas como el cansancio o la falta de reconocimiento. Acostumbrada a descifrar analíticas, la médica de familia gallega afincada en la provincia de León Sandra Estévez se recetó a sí misma un paréntesis cuando en octubre de 2020 se vio desbordada mientras intentaba con 'paliativos' contener los efectos de una crisis sanitaria que sobrecargaba todavía más a los profesionales de los centros de salud mientras se ponía el foco en los hospitales. Ahora traslada el cuadro clínico de todo un colectivo al que urge reanimar en un mensaje dirigido a “un político con sensibilidad social”.

“No soy ni mucho menos la única que ha dejado la profesión, por desesperación o enfermedad, o piensa en marcharse”, escribe Estévez en una carta que envió a los ministerios de Trabajo y Sanidad. “Se me ocurrió como último cartucho”, cuenta tras relatar que considera a la titular del primer departamento, Yolanda Díaz, “una persona con suficiente sensibilidad”, por lo que le parecía “una buena destinataria”. La respuesta de su gabinete fue, de hecho, “muy empática”. La contestación fue, sin embargo, más formularia en Sanidad, desde donde se comprometieron en un mensaje automático a trasladar su caso “al departamento correspondiente”.

Mientras se piensa si remitir una misiva que ha tenido resonancia en medios de comunicación nacionales a otros destinatarios políticos, Sandra Estévez se reconoce “desencantada” cuando piensa en el futuro. “Me encanta mi profesión. Quiero ser médica desde los diez años. Pero la situación es muy frustrante”, reconoce ahora que reside temporalmente en Ghana mientras recibe ofertas de trabajo procedentes del extranjero o de la sanidad privada tras revelar que hay compañeros que hasta incluso sopesan presentarse a oposiciones de Correos.

Sandra Estévez participó en 2018 en una huelga en Cataluña para pedir que los médicos contaran al menos con diez minutos por paciente, algo que tenía garantizado con un sueldo de 9.000 euros en Escocia: Pero lo rechacé porque pensaba que tenía que estar en mi país

Criada en la comarca del Bierzo, Estévez se licenció en Medicina por la Universidad de Santiago de Compostela y ha desarrollado su carrera profesional en Cataluña, donde ya en 2018 se adhirió a una huelga de una semana para pedir que las agendas diarias tuvieran un límite “razonable” de hasta 28 pacientes para permitir al menos contar con diez minutos por consulta. Llegó al oficio todavía con los rescoldos de una crisis económica que se zanjó con recortes y provocó saturación, por lo que hubo compañeros que optaron por marcharse al extranjero. Ella, que en sus años de residencia hizo estancias formativas en Nueva Zelanda y Escocia, rechazó una oferta en un centro de salud de este último destino por un salario de 9.000 euros y diez minutos por paciente. “Lo rechacé”, cuenta en su carta, “porque pensé que tenía que estar en mi país”.

No se había puesto coto a la saturación cuando llegó la pandemia. “La Primaria llevaba ya 12 años muy tensionada”, cuenta por teléfono desde Ghana. Mientras se contabilizaban al detalle ingresos hospitalarios, los médicos de familia tuvieron que adaptarse a un nuevo escenario fuera de los focos. “La pandemia nos afectó a todos, sí, pero dejó a una Atención Primaria, que ya estaba en estado crítico, en plena agonía”, escribe. Sin dejar de hacer visitas presenciales, hubo que intensificar la asistencia telefónica. “Y eso supuso un esfuerzo muy importante. El manejo de la incertidumbre es muy grande porque pierdes la parte no verbal de la consulta”, advierte el recordar que “las incontables llamadas” se extendían también fuera del horario laboral desde los propios domicilios, a lo que se sumó un incremento “exponencial” de la burocracia con la gestión de las bajas o la atención a las residencias de mayores. “Y al principio”, anota, “sin contar con material de protección”.

Estamos hartos de reivindicar. Pero una inversión en Atención Primaria no vende mediáticamente. Nuestra principal herramienta son las personas. En los hospitales los políticos sí pueden vender las inversiones en tecnología

La pandemia agravó el diagnóstico sobre un 'enfermo crónico' como la Atención Primaria, sobre la que pesan varios tópicos. Uno de ellos la define como la “puerta de entrada” al sistema sanitario. “Y a mí esa expresión no me gusta porque una puerta es un lugar de paso. Y realmente es la base del sistema”, contrapone al reseñar que asume hasta el 80% de la asistencia. Otra referencia típica es la que la describe como “el hermano pobre”. Cabe preguntarse entonces por qué no ha sabido reivindicar lo suyo. Estévez esboza la respuesta: “Estamos hartos de reivindicar. Pero una inversión en Atención Primaria no vende mediáticamente. Nuestra principal herramienta son las personas. En los hospitales los políticos sí pueden vender las inversiones en tecnología”.

La propia coyuntura ya había ensanchado la brecha en el sistema sanitario. “Con gobiernos anteriores hubo una infrafinanciación de la Atención Primaria. Con la recuperación económica, sí se recuperó el nivel de las inversiones en los hospitales, pero no en la Primaria, que está abandonada”, afea. Con la desescalada a partir de mediados de 2020, tocó dividir las instalaciones con circuitos covid y no covid y retomar la atención a los pacientes crónicos. “Los conocemos a ellos y a sus familias con nombres y apellidos”, subraya. La saturación del sistema se había agravado. Y Estévez va más allá al comparar a España con otros países en la percepción de los propios usuarios: “Aquí la profesión ha perdido prestigio. El respeto y la confianza de la población se está perdiendo”.

“Faltan incentivos” en zonas periféricas

Con ese caldo de cultivo y la propia situación personal y familiar, la médica de familia optó por dejar temporalmente una profesión que sufre un goteo de deserciones mientras el sistema se enfrenta al reto inabordable del relevo generacional de un colectivo envejecido que en los próximos 15 años se traducirá en la jubilación de 7.000 profesionales, no muy lejos de la mitad de toda la plantilla actual en España. Los alumnos que hacen en verano las prácticas en centros de salud y consultorios “no se plantean trabajar a ese ritmo”. La administración pone tiritas incluso, según denuncia Estévez, “contratando a médicos que son licenciados sin contar con la especialidad”. El resultado es incluso más sangrante en zonas periféricas donde “faltan incentivos”, añade para abogar por ampliar la cartera de servicios tras constatar a su regreso al Bierzo que los médicos de familia de Ponferrada no pueden pedir pruebas diagnósticas que ella sí podía solicitar en Cataluña.

Ahora que Castilla y León se somete a una campaña electoral que volverá a poner a la sanidad en el debate público, Sandra Estévez propone a los candidatos pasarse por un centro de salud y un consultorio tras criticar medidas como la privatización de los cribados con test de antígenos (“cuando luego el trabajo lo acabamos asumiendo nosotros”) o el pago por hacer horas de forma voluntaria por las tardes (“me parece justo que se pague por hacer lo que ya estábamos haciendo”). Y después de reclamar que comprueben “las dificultades de acceso del usuario al médico de familia cuando debería ser el más accesible”, pide “empatía” para proteger a los “más vulnerables”. Y así seguirá buscando que su mensaje llegue a un político con sensibilidad.

Puede a continuación leer la carta dirigida por la médica de familia Sandra Estévez a un político con sensibilidad social

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